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Josep Pàmies, el curandero sancionado por difundir pseudoterapias vuelve a la carga con el coronavirus

Josep Pàmies, en la Feria de la Alimentación y la Salud de Balaguer en 2018

Pau Rodríguez

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El coronavirus, la enfermedad que ha causado más de 100.000 muertos en todo el planeta, todavía no tiene una vacuna, pero ya hay quien se opone a ella. Uno de ellos es Josep Pàmies, el agricultor leridano que se ha convertido en uno de los principales gurús de las pseudoterapias en España y que viene defendiendo la eficacia –no demostrada científicamente– de distintas plantas, así como el dióxido de cloro –que puede ser perjudicial–, como cura milagrosa de dolencias de todo tipo, desde el cáncer hasta el ébola, pasando por la malaria... Y ahora la COVID-19.

La Fiscalía le investiga por presentar una vez más el MMS –el preparado de clorito sódico conocido como Suplemento Mineral Milagroso– como una cura en esta ocasión para el coronavirus, en lo que podría suponer un delito contra la salud pública. Esto se suma a otras pesquisas abiertas por el Ministerio Público contra él y a múltiples sanciones de las autoridades sanitarias catalanas (que ascienden a 720.000 euros) por defender el MMS como remedio milagroso para patologías de todo tipo, cuando su comercialización y consumo terapéutico está vetado en España no solo por su eficacia no probada, sino porque puede ser dañino para la salud.

Pero para Pàmies, con un largo historial de batallas contra la Administración, todo esto está lejos de suponer un freno. Al contrario, estas investigaciones y denuncias alimentan su discurso. Son para él la prueba de que los gobiernos, las farmacéuticas y la comunidad médica y científica están conchabados para aplastar las terapias naturales que él defiende, y que son mucho más económicas. Con esta retórica antiestablishment apuntala sus tesis, que llegan a miles de personas a través de sus perfiles en redes sociales y en los congresos en los que participa.

Es 13 de enero de 2018 y Pàmies, encima del escenario, levanta con sus manos una planta. Cientos de personas que han acudido al simposio Un mundo sin cáncer. Lo que tu médico no te está contando llenan el auditorio. “Que nos acusen por vender stevia o una kalanchoe a 2,5 euros, que es una alternativa a los 800.000 euros que vale la quimio... ¡Sois una pandilla de sinvergüenzas y cobardes!”, proclama entre aplausos, en un discurso trufado de acusaciones a los gobiernos –asesinos, les llama– y que vincula determinadas vacunas con el cáncer.

Ni la stevia, de la que se pueden obtener beneficios como edulcorante natural, ni las plantas del tipo kalanchoe se pueden ni siquiera remotamente considerar como curativas del cáncer, aunque en esta última hay investigaciones que apuntan a que sus moléculas podrían tener cierta eficacia contra determinadas líneas tumorales. Eso sí, por ahora probado con ratones e in vitro. Por afirmaciones como estas, desde la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), le han acusado de “mercadear con la desesperación” de la gente.

“Sus remedios dan una falsa sensación de seguridad al enfermo, de que con ellos puede estar protegido, y esto puede llevar a desatender las medidas protectoras más eficaces”, sostiene Elena Campos-Sanchez, investigadora en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa UAM-CSIC y presidenta de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP). En resumen, que con su discurso puede conducir a enfermos de cáncer a abandonar la terapia, con el riesgo mortal que ello conlleva.

El año pasado Pàmies tuvo que ingresar en el Hospital Arnau de Vilanova de Lleida por un infarto. Sus detractores se burlaron en redes de que recurriese a la medicina tradicional. Él respondió achacando el infarto a las presiones recibidas.

De agricultor activista a gurú

La lista de infundios alimentados por Pàmies es larga, desde que las vacunas causan autismo hasta que el SIDA podría no existir, siempre vestidos sus argumentos de una pátina activista contra la industria farmacéutica y los grandes poderes económicos. Y es que este agricultor, nacido en Balaguer en 1948, ha sido abanderado de múltiples causas. Él se ve a si mismo como un luchador. “No hace nada de esto por dinero, otra cosa es que su producto sea la solución para los males de los que habla”, asegura una persona que ha seguido su trayectoria de sus inicios.

Fundador del sindicato Unió de Pagesos, del que fue expulsado en 2001 tras una guerra interna, Pàmies siempre ha estado en la primera línea de la lucha agraria en Lleida. “Era de los más reivindicativos y siempre daba la cara por cualquiera”, añade esta persona. En un momento de fuertes movilizaciones, esto le granjeó el respeto de mucha gente. También el ser años más tarde una de las caras visibles del movimiento antitransgénicos, con el que protagonizó una acción en la subdelegación del Gobierno que le acarreó una multa de 22.000 euros.

En paralelo a todo esto, Pàmies ha desarrollado siempre su actividad como agricultor y empresario al frente Hortícoles Pàmies SL., fundada en 1999, con su hermano Miquel y ahora su hijo Aleix. Con una plantilla de hasta 20 personas y una facturación de 1,7 millones –según sus últimas cuentas presentadas–, la firma familiar radicada en Balaguer cultiva de forma ecológica flores comestibles y hierbas aromáticas y para ensaladas y las distribuye por toda España.

Las plantas medicinales, así como los productos derivados de estas, se venden a través de la cooperativa Dolça Revolució, que lleva el nombre del libro que publicó bajo su sello Stevia Editors y que recoge su pensamiento sobre los males de la alimentación industrial, los transgénicos y “otras formas de sanación”.

Entre sus causas recientes están sus protestas para comercializar la hoja de estevia, que Pàmies defiende como remedio para la diabetes por su potencial endulzante sin que afecte a la glucosa en sangre. En este caso, el agricultor y los defensores de esta planta ganaron el pulso y desde 2017 la hoja ya se puede vender, aunque solo como infusión.

Su otra gran guerra ha sido la del uso terapéutico de la marihuana, reconocido y permitido en una docena de países de todo el mundo. Por ello fue a juicio en 2016 y salió absuelto. Pudo probar que las cerca de 90 plantas que los Mossos d'Esquadra le habían incautado eran para el consumo propio de sus asociados.

El MMS para todo (incluido la COVID-19)

Pero sin duda su gran batalla actual es la del MMS, no solo porque lo difunde como una solución milagrosa y barata para enfermedades graves de todo tipo, incluso de trastornos como el autismo, sino también porque es la que le ha acarreado más denuncias, sanciones y prohibiciones de charlas. El problema de este falso remedio es que no solo puede alejar a los pacientes de sus tratamientos médicos, sino que puede ser muy dañino para la salud. De ahí que su comercialización esté prohibida en España.

La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) emitió un informe en 2010 en el que ordenaba su retirada del mercado tras analizar varias páginas web en las que se decía que tiene propiedades terapéuticas y preventivas de enfermedades tumorales, infecciosas y degenerativas. Esto no solo no estaba demostrado, detallaba el documento, sino que el consumo de este producto puede producir dolor abdominal, vómitos, diarrea y fallos renales.

El MMS consiste en una solución al 28% de clorito de sodio en agua destilada, que al activarse con algún tipo de ácido, como el cítrico, genera dióxido de cloro, un potente desinfectante y agente blanqueador. “El MMS es en el fondo una solución parecida a la lejía”, resume Alfredo Corell, profesor de Medicina en la Universidad de Valladolid y vocal de la Sociedad Española de Inmunología (SEI).

Algunos de sus partidarios, en foros y webs de todo tipo, suelen defender el MMS argumentando también que está considerado desde 2013 por la Comisión Europea como un medicamento huérfano. Este concepto significa que se ha aceptado que una empresa, mediante ciertos incentivos, investigue su eficacia para enfermedades minoritarias, en este caso para el ELA. Pero no ha habido novedad desde entonces en este proceso, con lo que significa que para nada está aprobado como medicamento, ni mucho menos para cualquier enfermedad.

Mientras tanto, Pàmies y otros defensores de terapias alternativas siguen predicando su uso por charlas, congresos y foros que a menudo han sido cancelados por orden de las autoridades sanitarias. Un ataque a la libertad de expresión, según el agricultor, que incluso montó en septiembre el congreso Salud Censurada donde se hizo acompañar de figuras como el naturópata Txumari Alfaro o la monja Teresa Forcades, conocida en Catalunya por cuestionar también la vacunación.

Como era de prever, sus últimos vídeos y escritos están dedicados al coronavirus. Además de alimentar posibles conspiraciones en el origen del virus, defiende el dióxido de cloro como solución para la enfermedad. “Ya estamos tratando a personas que no han entrado en hospitales y en dos o tres días les ha desaparecido ¡Hay personas muriéndose en hospitales y tenemos soluciones!”, insiste en un vídeo que colgó en Youtube y que acumulaba cientos de miles de visitas. La plataforma se lo censuró, pero él ya lo ha subido a otras plataformas.

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