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“Hospitales acogedores” para cuidar a los pacientes más frágiles

Una infermera atiende a Amparo, una paciente de la Unidad de Fragilidad Compartida de los hospitales Sant Rafael y Vall d'Hebron

Marc Vilajosana

Amparo es una mujer de 83 años que vive con su marido en el barrio de La Guineueta de Barcelona, cerca de la Plaza Karl Marx. Adolece desde hace tiempo de problemas respiratorios, y hace poco la atendieron en el Hospital Vall d'Hebron. Su caso sería parecido al de tantas otras personas si, tras el tratamiento correspondiente, hubiese vuelto a casa. Pero la falta de cuidados, sumada a la pérdida de autonomía de una mujer de su edad, pueden acabar propiciando que tenga que volver al hospital. Esta, sin embargo, no es la situación de Amparo, que se encuentra alojada en la nueva Unidad de Fragilidad Compartida de los Hospitales Vall d'Hebron y Sant Rafael, destinada a cubrir las necesidades de pacientes mayores y de movilidad delicada como ella.

“Es muy agradable estar aquí”, reconoce. Esta paciente es una de las 13 personas establecidas en la Unidad de Fragilidad, operativa desde el pasado 11 de noviembre. “[La unidad] es el resultado de una alianza histórica entre Vall d'Hebron y Sant Rafael, y trata de evolucionar hacia un modelo de hospital acogedor con las personas mayores”, explica el doctor Antonio San José, coordinador de la unidad. Estos nuevos equipamientos están destinados a las personas consideradas de fragilidad moderada: esos pacientes que todavía mantienen un grado de autonomía física y cognitiva, pero que pueden sufrir reversos en estas condiciones y recaídas en las enfermedades tratadas si no reciben los cuidados adecuados.

El modelo en el que se basan las nuevas instalaciones compartidas no es nuevo pero sí se extiende cada vez más: se trata de las Unidades Geriátricas de Agudos (UGA), unas unidades especializadas en tratar a la gente mayor en los hospitales que están presentes en 12 centros catalanes. El primero en el que se aplicó este tipo de equipamientos fue el Hospital General de Granollers, en 1984. Lo que caracteriza la nueva Unidad de Fragilidad Compartida de Sant Rafael y Vall d'Hebron es la apuesta por una perspectiva interdisciplinar en la que médicos internistas, geriatras y rehabilitadores, además de trabajadores sociales, se coordinan para brindar el mejor entorno posible a las personas alojadas, según cuentan sus impulsores.

El objetivo de la nueva Unidad de Fragilidad Compartida no es otro que asegurar la vuelta a casa de los pacientes con las mayores garantías y velocidad posibles: “Ellos quieren estar en sus casas, y nuestra misión es que vuelvan en las mejores condiciones posibles”, afirma el doctor San José. Para ello, el hospital ha llevado a cabo modificaciones arquitectónicas y de tareas de sus trabajadores para garantizar un entorno que facilite la estancia de sus pacientes. “Se han aplicado pequeños cambios que garantizan grandes mejoras”, asegura Lourdes Martínez, directora de enfermería del Hospital Sant Rafael.

El primer nivel es estructural. La unidad cuenta en estos momentos con 13 camas disponibles, divididas en seis habitaciones dobles y una individual, unidas todas por un pasillo, aunque está previsto que para diciembre estén ya operativas el doble de camas. Uno de los aspectos más importantes es evitar la desorientación del paciente con el traslado. Para ello, tanto el pasillo externo como las habitaciones han prescindido de aquellas barreras arquitectónicas que pudiesen dificultar el movimiento de los internos o los trabajadores. Todos los cuartos cuentan con una pantalla de televisión en cada cama que incorpora reloj y calendario, aspectos que, según los trabajadores del centro, ayudan a los pacientes a mantener su vínculo con el mundo exterior y que no son habituales en estancias comunes.

“El descanso nocturno es muy necesario y a veces se nos olvida lo importante que es”, reconoce la directora de enfermería. Es por ello que muchas de las novedades que incorpora esta nueva Unidad van en esta dirección. El pasillo cuenta con un sonómetro que alerta a las enfermeras cuando se alcanza un nivel de ruido considerado excesivo, además de un modulador de la intensidad de su iluminación. También se han modificado los carritos y mobiliario utilizado para reducir el ruido que producen al desplazarse, las enfermeras utilizan linternas por la noche y las habitaciones dobles cuentan con luces individuales para cada cama para que, en caso de que un paciente deba ser atendido por la noche, el otro ocupante no sea despertado a causa de la luz.

Otro de los aspectos que los encargados de la Unidad de Fragilidad destacan como fundamental es la prevención de caídas. “El paciente va a levantarse por la noche para ir al baño, así que lo mejor es facilitárselo sin que tenga riesgo de caídas”, asegura María Jesús Febré, trabajadora social en la unidad. A las camas se les ha incorporado un mando que permite modular la altura del colchón respecto al suelo -con un sensor de luz que se pone en verde cuando la altura es segura, para alertar a las enfermeras- y las barras protectoras de los laterales están partidas en dos, de manera que se mantenga alzada la parte del cabezal para evitar caídas pero se dejen bajadas las inferiores para que el paciente pueda salir de la cama sin problemas. El baño está equipado en la misma línea: su suelo es antideslizante y cuenta con una pequeña luz LED al lado de la puerta para guiar a los pacientes que quieran visitarlo por la noche.

Pero el trabajo de la Unidad de Fragilidad no termina una vez el paciente abandona las instalaciones. “El factor social es un tema absolutamente clave”, remarca el doctor Jordi Ibáñez, jefe del departamento de Medicina Interna del Hospital Sant Rafael. La relación de los pacientes con sus familias puede facilitar la labor de los médicos durante su estancia en las instalaciones -y por ello se promueve con trípticos informativos-, pero también es una fuente habitual de problemas. Hay casos de personas mayores que viven solas y no tienen familiares que puedan hacerse cargo de ellas una vez salgan, mientras que a otros les afecta mucho la posibilidad de “convertirse en una carga”. “Estos pacientes se encuentran en la encrucijada entre la autonomía y la dependencia, y nuestro reto es que se mantengan en la autonomía”, afirma el doctor San José.

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