Durante la década de los años 70 del siglo pasado, la URSS comenzó a desplegar en Europa central y del este misiles nucleares SS-20 de alcance medio (menos de 5.500 km). Los gobernantes europeos solicitaron a EEUU el envío de misiles de crucero y misiles balísticos, con el doble objetivo de comprometer a EEUU en la defensa de Europa y de disuadir a la URSS de posibles ataques. Para EEUU, el despliegue representaba una cierta forma de dominio en territorio europeo. En diciembre de 1979 los estados miembros de la OTAN acordaron que si no se llegaba a un pacto con la URSS para que ésta retirara sus SS-20, la OTAN desplegaría 572 misiles norteamericanos de alcance medio en Gran Bretaña, Bélgica, Países Bajos, Italia y la Rebública Federal Alemana. En diciembre de 1983, al no poderse cerrar ese pacto, EEUU inició el despliegue de misiles nucleares de alcance medio tanto balísticos (los famosos Pershing 2) como de crucero.
La perspectiva del despliegue de los misiles estadounidenses generó, a partir de 1979, una fuerte oposición por parte del movimiento pacifista europeo, con protestas masivas en toda Europa occidental. Esta oposición fue tan fuerte en Alemania que provocó una crisis de gobierno en el otoño de 1982: la coalición de socialdemócratas y liberales abandonó el gobierno a causa de la oposición al despliegue de los misiles por parte de un número importante de diputados socialdemócratas. Así se inició un largo periodo de hegemonía de la derecha alemana liderada por Helmut Köhl.
A partir de 1985, la URSS, de la mano de Gorbachev, comenzó a presentar propuestas de desarme y finalmente, el 8 de diciembre de 1987, los jefes de estado Reagan y Gorbachev firmaban en Washington el Tratado INF, un tratado bilateral que disponía la eliminación de todos los misiles terrestres balísticos y de crucero, de corto y medio alcance (es decir, de rangos entre 500 y 1.000km y entre 1.000 y 5.500km, respectivamente).
Naturalmente, una de las consecuencias del Tratado INF fue la retirada de los misiles estadounidenses de los tipos especificados en el Tratado que estaban desplegados en Europa.
Desde entonces (y en el contexto de distensión posterior a la finalización de la Guerra Fría), las dos potencias nucleares han acordado otros pactos bilaterales de limitación e incluso de reducción de sus arsenales nucleares. El último de estos acuerdos, el llamado New Start, firmado en 2010 por los presidentes Obama y Medvedev, es un acuerdo de reducción de cabezas, misiles y lanzaderas nucleares, que limita el volumen de los arsenales de ambos estados.
Últimamente, sin embargo, parece que se impone de nuevo la tensión entre ambos países. EEUU ha acusado a Rusia del desarrollo de un nuevo misil de crucero terrestre de alcance medio, que vulneraría el Tratado INF. Desde Rusia, se ha desmentido la existencia de ese misil y han denunciado, en cambio, ciertas violaciones del Tratado por parte de EEUU (que han sido también rechazadas por este último país). Otro aspecto que desagrada a los americanos (pero que no vulnera ninguno de los tratados bilaterales vigentes) es la modernización de la flota rusa de submarinos capaces de lanzar armas nucleares. Hay que decir que EEUU tiene también un programa de mejora de su flota de submarinos. Los nuevos submarinos rusos de sustitución son equiparables o superiores a sus equivalentes estadounidenses; son igualmente capaces y silenciosos. Por otra parte, han aparecido algunas noticias en la prensa estadounidense (negadas por los militares norteamericanos) donde se afirma que se han visto submarinos rusos en la costa este de EEUU.
El conflicto está, pues, servido. El pasado diciembre, en una comparecencia en el Congreso estadounidense, dos miembros del grupo de negociación sobre el control de armas recibieron fuertes críticas por parte del partido republicano. Les reprocharon la falta de respuesta norteamericana a estas supuestas amenazas rusas. Uno de estos negociadores respondió que el Pentágono está estudiando una serie de respuestas militares al presunto misil ruso, que incluye el despliegue de un arma equivalente. Concretó que disponían de un amplio abanico de posibilidades, algunas respetuosas con el Tratado INF y otras que no lo son. Y añadió que EEUU no tiene hoy misiles terrestres de crucero en Europa porque lo prohíbe dicho Tratado INF, pero que, obviamente, esta es una opción a explorar. La mayoría republicana en el Congreso norteamericano está presionando para que se dé una respuesta mucho más contundente al hipotético misil ruso.
Esta situación de aumento de la tensión entre los dos estados llega en un momento en que ambos tienen en marcha programas de modernización de sus arsenales nucleares. No pueden incrementar el número de misiles ni de cabezas nucleares porque se lo prohíbe el Tratado New Start (que todavía está en vigor). Para respetar el New Start, EEUU y Rusia están sustituyendo los misiles, las cabezas nucleares y los submarinos existentes por otros nuevos y más eficaces. Ambos países incrementan el presupuesto destinado a armamento nuclear, aunque EEUU en mucho mayor grado. De hecho, este último país ha planificado un programa nuclear con una duración de treinta años y un coste de un millón de millones de dólares (que puede incluso llegar a superar esta cifra).
Aunque quizás no se puede calificar estrictamente esta coyuntura como de escalada armamentística entre los dos países, sí sabemos con certeza que ambos han optado por una potenciación y mejora profundas de sus respectivos arsenales.
Durante la década de los años 70 del siglo pasado, la URSS comenzó a desplegar en Europa central y del este misiles nucleares SS-20 de alcance medio (menos de 5.500 km). Los gobernantes europeos solicitaron a EEUU el envío de misiles de crucero y misiles balísticos, con el doble objetivo de comprometer a EEUU en la defensa de Europa y de disuadir a la URSS de posibles ataques. Para EEUU, el despliegue representaba una cierta forma de dominio en territorio europeo. En diciembre de 1979 los estados miembros de la OTAN acordaron que si no se llegaba a un pacto con la URSS para que ésta retirara sus SS-20, la OTAN desplegaría 572 misiles norteamericanos de alcance medio en Gran Bretaña, Bélgica, Países Bajos, Italia y la Rebública Federal Alemana. En diciembre de 1983, al no poderse cerrar ese pacto, EEUU inició el despliegue de misiles nucleares de alcance medio tanto balísticos (los famosos Pershing 2) como de crucero.
La perspectiva del despliegue de los misiles estadounidenses generó, a partir de 1979, una fuerte oposición por parte del movimiento pacifista europeo, con protestas masivas en toda Europa occidental. Esta oposición fue tan fuerte en Alemania que provocó una crisis de gobierno en el otoño de 1982: la coalición de socialdemócratas y liberales abandonó el gobierno a causa de la oposición al despliegue de los misiles por parte de un número importante de diputados socialdemócratas. Así se inició un largo periodo de hegemonía de la derecha alemana liderada por Helmut Köhl.