La guerra moderna se está convirtiendo en una sala de operaciones donde se aplica cirugía extremadamente invasiva. Los ataques llevados a cabo en cualquier país del mundo por parte de Estados Unidos, Reino Unido, Israel y sus drones nos dejan ya miles de muertos.
Investigadores de la ONU y autoridades de Pakistán confirman 2.200 muertes en la última década, con al menos 400 victimas civiles en su país, cifra que aumenta si contamos con las de Somalia, Yemen y Afganistán, entre otras.
Ante la petición de diversas organizaciones civiles el senador republicano de Estados Unidos Lindsey Graham, confirmó a principios del 2013 la muerte de 4.700 personas por los ataques con aviones no tripulados. Se estima que como mínimo un 30% de muertos por drones son civiles.
El uso de esta maquinaria de guerra plantea, además, cuestiones de alto calado ético y legal a nivel mundial. Entre otras cuestiones cabe preguntarse sobre la legalidad de estas prácticas, si es que puede haberla en la muerte dirigida por un gobierno a miles de kilómetros de distancia. Así como su papel dentro del derecho internacional, como señalan las reiteradas denuncias del gobierno de Pakistán, por la violación explícita de su soberanía nacional, en cuyo suelo se están llevando a cabo ejecuciones sin juicio perpetradas por fuerzas extranjeras. Algo que ninguna administración de EEUU toleraría que ocurriese en su propio terreno.
No menos polémica resulta la cuestión de que sus armas se estén empleando contra sus propios ciudadanos, como pasó en septiembre de 2011 en Yemen con la muerte del clérigo musulmán Anwar al-Awlaki, nacido y criado en EEUU, y dos de sus acompañantes, que pasaron a convertirse en los tres primeros estadounidenses fallecidos por el ataque de un drone de la CIA.
Estos acontecimientos generaron controversias internas y denuncias por parte de diversas organizaciones haciendo referencia a la cuestión de los derechos constitucionales estadounidenses, que otorgan el derecho a sus ciudadanos de ser llevados a juicio. En el caso de Anwar al-Awlaki la acusación fue pertenecer a Al Qaeda, para lo que aún hoy existen más sospechas que pruebas, en parte debidas al giro producido en su discurso que se radicalizó por las invasiones de Iraq y Afganistán.
A pesar de todo, la cuestión más terrible vino unas semanas después, cuando un drone dio muerte, también en Yemen, a su hijo de 16 años de edad y también ciudadano estadounidense, frente al cual Obama se manifestó profundamente sorprendido y trastornado.
Su muerte ha dejado algunas preguntas abiertas sobre si este será el siguiente paso dentro de la línea de las guerras preventivas, pero esta vez mediante ejecuciones preventivas. Algo que no resultaría extraño dentro de la política estadounidense que, según las propias afirmaciones del secretario general Eric Holder en mayo del 2013, podrían darse extraordinarias circunstancias en las que se ordenase un ataque con drones en territorio estadounidense, y contra alguno de sus ciudadanos, en nombre de la seguridad nacional.
Es previsible creer que Abdul-Rahman al-Awlaki, tras el asesinato de su padre, no fuera a desarrollar una creencia afín a las políticas de EEUU, sin que ello tuviera que significar una vinculación con la lucha armada o con grupos terroristas. La pregunta es si los dirigentes militares y la agencia de inteligencia estarían dispuestos a correr ese riesgo, bien conocen su habilidad para crear sus propios monstruos.
El bisturí de Obama parece querer lograr la paz a base de asépticas ejecuciones que le permitan a él y a su gobierno operar sin ensuciarse. Las intervenciones están dejando infecciones difíciles de curar, bajo la excusa, ya desteñida, de la seguridad global y la guerra contra el terrorismo ¿Puede considerarse guerra cuando una de las partes beligerantes no corre ningún riesgo de bajas, y justifica las bajas civiles al otro lado como daños colaterales?
El empleo de estas herramientas bélicas se asemeja más a asesinatos planificados a sangre fría que a un enfrentamiento de fuerzas, no sólo contra combatientes reconocidos como pueden ser los miembros de Al Qaeda que aceptan formar parte de la guerra, sino contra civiles inocentes, ciudadanos con derechos y potenciales enemigos, presentes y futuros, aunque sólo lo sean de manera ideológica.
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Podéis consultar el informe del Centre Delàs “Drones militares. La guerra de videojuego con víctimas reales” disponible en: http://www.centredelas.org/index.php?option=com_content&view=article&id=1171%3Anuevo-informe-drones-militares-la-guerra-de-videojuego-con-victimas-reales&catid=59%3Adestacat&lang=es