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Anti-armas en un mundo armado

Pere Brunet

Centre Delàs d'Estudis per la Pau —

No sabemos con certeza el número total de minas terrestres desplegadas actualmente. Según la Fundación de las Naciones Unidas, este número podría ser de entre 60 y 70 millones, mientras que según la organización LandMineFree, puede ascender a unos 110 millones. A pesar del tratado de Ottawa de 1997, firmado ya por 162 países y que prohíbe la producción, uso, almacenamiento y transferencia de las minas anti-persona pidiendo asimismo su destrucción, se estima que por cada mina enterrada hay otra en algún almacén, preparada para ser usada o destruida. En otras palabras, en este mundo de locos nos toca a una mina anti-persona por cada 40 personas, aproximadamente. Y todavía hay quien piensa que es preciso encontrar métodos alternativos que den “resultados similares”, evitando la prohibición. Cabe decir que el tratado de prohibición de las minas de Ottawa no ha sido firmado por 34 países, y que entre los no firmantes vemos, curiosamente, países como Estados Unidos, Rusia y China.

Según los informes de Landmine Monitor, el total de muertos causados por estas minas desde el año 1999 es de 96.492. El precio de una mina oscila entre los 3 y los 30 dólares, pero el costo de detectarla y desactivarla (un trabajo muy peligroso), se mueve entre los 300 y los mil dólares. Por cada 5.000 minas desactivadas hay una media de 3 accidentes: dos heridos y un muerto. Y su desactivación es un proceso lento y tedioso: teniendo en cuenta que el año 2014 pudieron desactivarse 230.000 minas y suponiendo que nadie plantara más minas, es fácil ver que, manteniendo el ritmo, se necesitarían más de 261 años para eliminar todas las minas de nuestro planeta.

Pero hay esperanza. Los drones que está empezando a producir la Fundación Mine Kafon son sistemas automáticos, eficientes y seguros para eliminar las minas enterradas. Son Anti-armas para salvar vidas. Con unos cuantos de estos drones podrían eliminarse todas las minas actuales en sólo 10 años. Los drones Mine Kafon trabajan parcela a parcela, y lo hacen en tres fases. En una primera pasada por encima del terreno, obtienen un mapa orográfico muy preciso que en algunos casos permite ya descubrir la situación de ciertas minas. Después, en una segunda pasada, el dron va recorriendo el terreno a unos 4 centímetros del suelo, con un detector de metales que acaba detectando todas las minas a la vez que las localiza en el mapa orográfico. Finalmente, el dron coge pequeños detonadores del tamaño de una pelota de tenis, y, con cuidado, los deja en cada una de las posiciones donde ha detectado una mina. Cada vez que deja un detonador se aleja y lo activa a distancia para hacer explotar la mina. Al terminar la jornada, ha eliminado todas las minas de la parcela sin ninguna intervención humana.

Todo fue idea de Massoud Hassani, que vio la necesidad de inventar sistemas más eficientes, más seguros y menos caros para detectar y desactivar minas y para devolver la seguridad a la población civil de muchas zonas del planeta. Lo descubrió durante su niñez, en Afganistán. Ante la pasividad de los Estados (denunciada reiteradamente por Landmine Monitor, por ejemplo), Hassani se ha dedicado a crear y fabricar anti-armas que hagan efectivo el tratado de Ottawa. Inventa y produce sistema anti-minas con su hermano Mahmud desde que llegó a Holanda y se estableció allí. El primer Mine Kafon hecho por Massoud Hassani surgió en 2011 de su trabajo fin de carrera y se inspiraba en los juguetes que él mismo hacía cuando era pequeño, objetos ligeros que el viento movía. Es una bola de hierro de 17 kilos con un GPS, que soporta muchas extremidades radiales hechas con cañas que acaban en pies de plástico. El viento lo mueve por el terreno, y el peso de los 17 kilos hace que termine activando las minas enterradas cuando pasa por encima. Es una maravilla de diseño, sencillo e ingenioso (aunque menos eficiente que sus actuales drones). Pero Massoud dice que sus sistemas no son sólo artilugios anti-minas, sino que son una forma de abrir un debate sobre la conciencia global. Son anti-armas para remover la conciencia.

Como decía en Ban Ki Moon hace 4 años, hay que dar una oportunidad real a la paz. La solución no es otra que el desarme, que es lo que puede proporcionar los medios para poder desarrollar un plan de acción hacia la cultura de paz. Los drones anti-minas de en Massoud Hassani son un resquicio de esperanza.

No sabemos con certeza el número total de minas terrestres desplegadas actualmente. Según la Fundación de las Naciones Unidas, este número podría ser de entre 60 y 70 millones, mientras que según la organización LandMineFree, puede ascender a unos 110 millones. A pesar del tratado de Ottawa de 1997, firmado ya por 162 países y que prohíbe la producción, uso, almacenamiento y transferencia de las minas anti-persona pidiendo asimismo su destrucción, se estima que por cada mina enterrada hay otra en algún almacén, preparada para ser usada o destruida. En otras palabras, en este mundo de locos nos toca a una mina anti-persona por cada 40 personas, aproximadamente. Y todavía hay quien piensa que es preciso encontrar métodos alternativos que den “resultados similares”, evitando la prohibición. Cabe decir que el tratado de prohibición de las minas de Ottawa no ha sido firmado por 34 países, y que entre los no firmantes vemos, curiosamente, países como Estados Unidos, Rusia y China.

Según los informes de Landmine Monitor, el total de muertos causados por estas minas desde el año 1999 es de 96.492. El precio de una mina oscila entre los 3 y los 30 dólares, pero el costo de detectarla y desactivarla (un trabajo muy peligroso), se mueve entre los 300 y los mil dólares. Por cada 5.000 minas desactivadas hay una media de 3 accidentes: dos heridos y un muerto. Y su desactivación es un proceso lento y tedioso: teniendo en cuenta que el año 2014 pudieron desactivarse 230.000 minas y suponiendo que nadie plantara más minas, es fácil ver que, manteniendo el ritmo, se necesitarían más de 261 años para eliminar todas las minas de nuestro planeta.