A finales de los 90 tuve la ocasión de trabajar en Indonesia, el país con mayor población musulmana del mundo: actualmente 208 millones, más que India o Pakistan. Ahí conocí a Noorhuda Ismail, que en el 1998 era un joven estudiante de comunicación que trataba de tirar adelante en Jakarta, la capital del país. Indonesia, era uno de los países donde el sincretismo cultural y convivencia religiosa hacia que el Islam tuviera un carácter particularmente pluralista, tolerante y respetuoso. Aun así, la excesiva concentración de poder económico en pocas manos de minorías chinas cristianas creaba tensiones y bolsas de pobreza que ha podido generar odio y nutrir extremismos en ese país. La crisis monetaria de finales de los 90 hizo pasar a indonesia de 11 a 80 millones de pobres creando un descontento que culminó con una tragedia de masacres en varias ciudades que acabaron tumbando al mismo dictador Suharto.
En medio de esa convulsión ciudadana emergió Noorhuda Ismail o Huda, como lo llamábamos. Huda era un joven activista insertado en las comunidades políticosociales y religiosas de Jogjakarta, uno de los centros intelectuales y culturales del país. Ahí fue miembro durante un periodo de Muhammadiah, una asociación socioreligiosa islámica, la cual junto con Nadhatul Ulama (NU) representaba las comunidades cívicas independientes de intelectuales y reformistas del islam sunni indonesio que son actualmente las más grandes del mundo. Su influencia es muy importante y suman una membrecía conjunta de alrededor de 80 millones de asociados. NU nació en el 1926 para dar aporte intelectual cívico y democrático a un islam moderno y avanzado como respuesta al wahabismo. De hecho, Gus Dur o Abderraman Wahid, fue lider de NU y posteriormente presidente de Indonesia. Un líder que había escrito un libro sobre el rol de la mujer en Indonesia desde una perspectiva renovadora y progresista. Y que en el 2005 había creado un ministerio para el empoderamiento de la mujer.
Recuerdo que Huda explicaba como nuestras conversaciones sobre política, cristianismo o sociedad las comentaba también en su propia mezquita, donde él era un miembro de referencia porque además hablaba árabe. Ahí, descubrí como el Islam, lejos de negar el cristianismo lo tenía incorporado en su tradición igual que al judaísmo.
Huda comenzó a buscar trabajo casi sin nada y en su primera entrevista tuvo que pedir los zapatos y la camisa a sus amigos para poder presentarse. Como persona muy inquieta e inteligente supo ir hacia adelante. Con el tiempo me enteré que llegó a colaborar como periodista nacional del periódico Washington Post.
Pasado el tiempo, cuando me había ido ya de Indonesia al finalizar mi contrato, me quedé en shock al enterarme de los atentados en la isla de Bali en el 2002 por Jemaah Islamiya, considerado el brazo de Al Qaeda en Asia. Luego descubrí por la prensa que mi amigo Huda debió tener un shock incluso mayor. El terrorista responsable de los atentados era su compañero de habitación de la misma escuela islámica donde habían ido juntos cerca de Solo, la ciudad natal del antiguo dictador Suharto. Huda, explica que haciendo memoria de su escuela recordó que ofrecían una beca para ir a Pakistan y la ganó su antiguo compañero. Al parecer esa experiencia debió llevarle a radicalizarse más. Así, que ni corto ni perezoso poco después de los atentados, Huda, se fue a Solo y entrevistó al director de su antigua escuela. Más tarde entrevistó a su ex compañero en la carcel. Ahí Huda descubrió lo que luego sería su profesión futura de investigación y entrevistas a grupos armados por el mundo y trabajo por la paz.
Su camino de conocimiento trataría de desentrañar las motivaciones y relaciones familiares que llevan a los jóvenes a unirse a grupos radicales incluidos Al Qaeda pero también al EI y crear iniciativas de despolarización, reconciliación y reintegración de esos jóvenes en la sociedad. Huda, inteligentemente, desde la sabiduría ancestral del sureste asiático pero también el sentido común, fue plenamente consciente de las causas sociales y económicas de muchos jóvenes indonesios. Huda, vio como la pobreza, la falta de oportunidades, llevaban a muchos jóvenes a unirse al Califato del EI por una falsa promesa de cambiar un mundo que no les gustaba pero sin saber realmente qué significaba ese viaje y qué se encontrarían o se verían obligados a hacer.
De hecho, el Tsunami azotó especialmente la zona de conflicto de Aceh, Indonesia. Después de años de dolor y sufrimiento por los efectos de Tsunami, el radicalismo no se exinguió con el estado especial administrativo de Aceh de Daerah Istimewa sino que continuó y actualmente unos 500 jóvenes indonesios luchan en las filas del Estado Islámico en Siria. Pero, según Huda, hay dos clases sociales en el Daesh, los dirigentes de origen árabe y el resto. Ahí los indonesios, serían como ciudadanos de segunda clase ya que salvo algún cargo intermedio, suelen estar en posiciones de primera línea de guerra, y consecuentemente son los que causan más bajas.
Por tanto, resulta estratégico según Huda, el poder trabajar directamente con antiguos combatientes del EI en Indonesia y darles opciones, resignificar su experiencia y cambiar la narrativa sobre lo que realmente desean en su vida y sus familias. Que su frustración no se vuelva en inspiración a otros chicos sin opciones que deseen ir a Siria aunque sepan que acabarán desangelados. Así, Huda creó una iniciativa de desradicalización y reintegración de antiguos combatientes a través del trabajo en lugares como comercios. A través de su actividad de servicio, se ven obligados a escuchar, algo a lo que no estan muy acostumbrados, pero también a servir al otro y verle a los ojos como un ser tan humano como ellos, que tiene sentimientos y familia (1). Eso es importantísimo no sólo para ellos mismos, sino para la comunidad cercana de amigos y família, para el mismo país indonesio y el mundo en general que les observa.
No obstante, la modalidad de justicia punitiva que prima en las relaciones internacionales actuales es perfectamente funcional para la industria de guerra, mientras que el modelo restaurativo y de reconcililación de Noorhuda Ismail, toca la base y el fondo de la verdadera paz que parece que no deseamos. Los medios lo demuestran día a dia silenciando las marchas anti Estado Islámico de comunidades musulmanas en occidente o silenciando al mundo occidental las iniciativas anti EI de las mayores asociaciones islámicas de oriente, tales como la de Nadhatul Ulama y su campaña antiextremista global. Pero, aun así, cabe reconocer que cada vez que haya un ataque en el nombre de Islam, los musulmanes no tienen por qué hacer marchas en contra, aunque estén en contra. Ya que en verdad, eso no va con ellos. Muchos musulmanes tienen sobradas razones de estar hartos de esta absurda necesidad occidental.
En todo caso, las marchas que sí se hacen igualmente no interesa mostrarlas en los medios de masas. Quieren que tengamos una vision mentirosamente guerrera y sesgada del mundo musulmán, así, se mantiene el imaginario paranoico y hostil que necesitan para aumentar más y más las reNadreconcistricciones legales, estados de excepción, los gastos de defensa desorbitados y ataques militares a costa de nuestros impuestos y de nuestra salud, de nuestra educación y actualmente ya nuestras viviendas.
El talante pacífico e intelectual del Islam en Indonesia les da una posición interesante para liderar conjuntamente con los países islámicos y occidentales propuestas para encontrar soluciones conjuntas a la crisis y encarar propuestas para encauzar las causas profundas y estructurales de estos conflictos. Líderes moderados de la religión y la sociedad civil pueden liderar espacios donde la reconciliación y el perdón puedan reconstruir la creencia que la sociedad tiene de nuevo sentido y vale la pena para todas y todos. La valía de una sociedad no se mide solo en sus éxitos o contibuciones sino en como trata a los desamparados, a los viejos o a los presos y aquellos que se pudieron equivocar. El derecho a una segunda oportunidad debería ser una constante ejemplar. Así vamos caminando entre todos para construir una civilización mejor con una conciencia más elevada y universal.
(1) Coaching para la reintegración de terroristas. Noorhuda Ismail in TEDX Hong Kong.
Enlaces de interés:
Perfil de Noorhuda Ismail
Documental dirigido por Noorhuda Ismail: Jihad Selfie - Tráiler oficial 2016
A finales de los 90 tuve la ocasión de trabajar en Indonesia, el país con mayor población musulmana del mundo: actualmente 208 millones, más que India o Pakistan. Ahí conocí a Noorhuda Ismail, que en el 1998 era un joven estudiante de comunicación que trataba de tirar adelante en Jakarta, la capital del país. Indonesia, era uno de los países donde el sincretismo cultural y convivencia religiosa hacia que el Islam tuviera un carácter particularmente pluralista, tolerante y respetuoso. Aun así, la excesiva concentración de poder económico en pocas manos de minorías chinas cristianas creaba tensiones y bolsas de pobreza que ha podido generar odio y nutrir extremismos en ese país. La crisis monetaria de finales de los 90 hizo pasar a indonesia de 11 a 80 millones de pobres creando un descontento que culminó con una tragedia de masacres en varias ciudades que acabaron tumbando al mismo dictador Suharto.
En medio de esa convulsión ciudadana emergió Noorhuda Ismail o Huda, como lo llamábamos. Huda era un joven activista insertado en las comunidades políticosociales y religiosas de Jogjakarta, uno de los centros intelectuales y culturales del país. Ahí fue miembro durante un periodo de Muhammadiah, una asociación socioreligiosa islámica, la cual junto con Nadhatul Ulama (NU) representaba las comunidades cívicas independientes de intelectuales y reformistas del islam sunni indonesio que son actualmente las más grandes del mundo. Su influencia es muy importante y suman una membrecía conjunta de alrededor de 80 millones de asociados. NU nació en el 1926 para dar aporte intelectual cívico y democrático a un islam moderno y avanzado como respuesta al wahabismo. De hecho, Gus Dur o Abderraman Wahid, fue lider de NU y posteriormente presidente de Indonesia. Un líder que había escrito un libro sobre el rol de la mujer en Indonesia desde una perspectiva renovadora y progresista. Y que en el 2005 había creado un ministerio para el empoderamiento de la mujer.