El presupuesto que los gobiernos de todo el mundo destinan al gasto militar supera los niveles de la Guerra Fría, con 1,8 billones de euros anuales. Sobre este tema se hablará, el próximo 12 de noviembre, en las jornadas que el Centro Delàs organiza como preparatorias del Congreso Mundial 2016 de l’International Peace Bureau“Disarm for a Climat of Peace!”, con el objetivo de tratar la reducción del gasto militar a favor de la inversión en política social.
Han pasado más de veinte años del final de la Guerra Fría y todavía se posiciona la seguridad nacional como razón principal para aumentar el gasto militar en los presupuestos generales. Si bien este gasto disminuyó durante los años posteriores a la caída de la Unión Soviética, los atentados de 2001 de las Torres Gemelas y los conflictos en Afganistán e Irak desembocaron en un aumento progresivo del gasto militar que asciende a cifras históricas.
Las voces de protesta de los lobbies militares y de los altos cargos de la OTAN advierten del desastre de la disminución del gasto militar y la amenaza que supone para la seguridad de los países miembros. Además, los gobiernos lo justifican argumentando que la industria militar crea puestos de trabajo. Sin embargo, varios estudios –como los de la Universidad de Massachusetts- destacan que la inversión militar es la manera menos eficiente a nivel laboral y que los sectores sanitarios y de transporte público generan muchos más puestos de trabajo. Del mismo modo, investigaciones económicas como las del Global Insight, afirman que la inversión pública en otros sectores genera resultados mucho más beneficiosos.
De hecho, el gasto militar es uno de los factores que han causado la crisis económica y que la perpetúan, ya que al invertir en materia militar no queda presupuesto para el gasto social y de infraestructura, además se recorta en pensiones y salarios. Un ejemplo es Grecia que a pesar de ser uno de los países del epicentro de la crisis económica, su presupuesto en defensa es el doble del porcentaje de su PIB.
Desde la ONU se mantiene la idea del ahorro en materia militar. Una de suspropuestas en Europa es la abolición de las armas nucleares, que supondría un ahorro significativo para los países que poseen arsenal nuclear estadounidense, Francia y Reino Unido. Como ya dijo en 2012 el Secretario General, Ban Ki-Mon, se debe reducir drásticamente en gasto militar para invertir en desarrollo.
Además, el gasto militar alimenta una nueva carrera armamentística encabezada por las grandes potencias occidentales. Entre los países receptores de armamento destacan Arabia Saudí e India. La venta de armas a países en conflicto, no sólo agrava las consecuenciasdel propio conflicto, sino que crea efectos macroeconómicos porque muchos de estos países no pueden pagar el coste de las armas.
Desde los sectores de la economía crítica se aboga por la necesidad de la disminución del gasto militar mundial que alcanza 1,8 billones de dólares y la inversión de éste en políticas sociales. Esta disminución empezaría con el desmantelamiento de un ejército sobredimensionado –en la actualidad hay aproximadamente 20 millones de soldados según Military Balance 2015-.
Por lo tanto, ¿es necesario, pertinente y rentable el gasto militar? Para la gran industria de armas evidentemente sí.
El presupuesto que los gobiernos de todo el mundo destinan al gasto militar supera los niveles de la Guerra Fría, con 1,8 billones de euros anuales. Sobre este tema se hablará, el próximo 12 de noviembre, en las jornadas que el Centro Delàs organiza como preparatorias del Congreso Mundial 2016 de l’International Peace Bureau“Disarm for a Climat of Peace!”, con el objetivo de tratar la reducción del gasto militar a favor de la inversión en política social.
Han pasado más de veinte años del final de la Guerra Fría y todavía se posiciona la seguridad nacional como razón principal para aumentar el gasto militar en los presupuestos generales. Si bien este gasto disminuyó durante los años posteriores a la caída de la Unión Soviética, los atentados de 2001 de las Torres Gemelas y los conflictos en Afganistán e Irak desembocaron en un aumento progresivo del gasto militar que asciende a cifras históricas.