Santa Susanna es uno de los pueblos más turísticos de Barcelona. Con apenas 3.000 habitantes, tiene 10.000 plazas hoteleras y suele acoger cada año a 20.000 visitantes. Los hoteles abundan en el frente marítimo, pero aún así la localidad ha conservado a lo largo de las últimas décadas un llano destinado casi exclusivamente a la agricultura. Es el llamado Pla de Balasc y ahora algunos de sus agricultores están en pie de guerra contra el Ayuntamiento, que quiere ampliar allí una carretera y, para ello, debe pegarle un mordisco de asfalto a sus huertas.
“No queremos dinero ni compensaciones, queremos que los terrenos se queden como están”, denuncia Ernest Pujadas, uno de los campesinos que se dedica al cultivo de hortalizas en la zona. “Lo hacen para acomodar el gran turismo y los intereses de los hoteles”, denuncia este hombre de 62 años. Por su parte, el Ayuntamiento ha respondido que no lo hace pensando en los turistas, sino en la seguridad vial de todos los que usan la vía.
La carretera de marras, un vial rural de 7 metros de ancho, discurre en paralelo a la vía del tren y a los campos agrícolas y conecta por el frente marítimo las localidades de Pineda de Mar con Santa Susanna, particularmente con su zona hotelera y de cámpines, puesto que el núcleo urbano está en el interior. La ampliación de su anchura, a 15 metros, supone entrar en parte de campos de cultivo como el de Pujadas. Durante el tramo afectado, de un kilómetro, destacan algunas pancartas como ¿La especulación es comestible? o Santa Susanna, despensa del Maresme (en referencia al nombre de la comarca).
Los agricultores denuncian además que la zona del Pla de Balasc, uno de los terrenos agrícolas más extensos de la costa norte de Barcelona, tiene la máxima protección, la catalogación de C1, dentro del Plan Director Urbanístico del Sistema Costero (PDUSC). “Son tierras de alto valor agrícola”, constata Pujadas frente a su huerto. E insiste: “A lo largo de la historia, los payeses hemos constatado que cuando se abre un vial nuevo, se convierte en la primera piedra para destruir lo que hay al fondo”.
Quienes se oponen a la ampliación, de la que aseguran que tuvieron conocimiento hace un año, son algunos de los 17 agricultores afectados. Cuentan en su lucha con el apoyo del sindicato del sector Unió de Pagesos. Pero el alcalde responde que la mayoría de los propietarios sí están a favor de las obras.
Joan Campolier es alcalde de Santa Susanna desde 1976, primero con CiU, luego con un partido independiente y ahora con Junts. Casi siempre con mayoría absoluta, solo estuvo apartado del Ayuntamiento entre 2007 y 2011 por una condena por prevaricación. En las últimas elecciones del 28 de mayo volvió a ganar y revalidó el cargo.
Contactado por este diario, contestó brevemente que las acusaciones de los campesinos son “mentiras”. Según su opinión, manifestada anteriormente, la aprobación del Plan de Ordenación Urbanística Municipal (POUM) supone una mayor protección para la zona de cultivos. Y, además, traerá una ampliación de equipamientos públicos y corredores verdes para el pueblo.
Campolier defiende que un vial de siete metros, en varios de ellos casi sin arcén –por estar pegado a la via de tren–, no es seguro para el volumen de tráfico que asume. Pero los campesinos discrepan.
“Van recortando la zona agrícola sin ningún respeto, porque les importa un pepino”, opina Joaquim Pons, propietario de la empresa de floricultura Flors Pons y con varios campos dentro del llano agrícola. Igual que Pujadas, él teme la ampliación de la vía conlleve más tráfico en el futuro y nuevos usos turísticos.
Los campesinos aseguran que sus sospechas, menospreciadas por el consistorio, son fundadas. En primer lugar, porque la modificación del POUM se aprobó el 26 de mayo, justo dos días antes de las elecciones municipales. Y en segundo lugar, porque los planes públicos del alcalde son los de levantar una marina seca en la playa que hay al otro lado de la vía del tren. Es decir, una suerte de parking en seco y en altura para embarcaciones. Lo que ya se ha aprobado también, en este caso el pasado 5 de junio, es el proyecto ejecutivo para hacer un paso subterráneo para coches que salve la vía de tren.
“Quién te dice que luego no abrirá en la zona un chiringuito, y luego un bar, y una noria…”, dice Pons. “Se trata de dar servicios y actividades a los turistas, no a los vecinos”, añade Pujadas. En una localidad con 21 hoteles, el POUM aprobado recientemente todavía contempla un potencial de crecimiento de entre 3.600 y 4.100 habitaciones destinadas al uso turístico.
Pons, además, tiene otro motivo para estar preocupado. Su empresa, Flors Pons, es la última de Catalunya que se dedica a la producción de rosas, una flor cuya demanda ha ido en aumento –gracias a la popularidad de Sant Jordi–, pero su cultivo, a la baja, debido a la competencia de países como Colombia. Con una producción de unas 50.000 unidades al año, ahora teme que uno de los campos en los que se dedica a su cultivo, donde tiene instalados los invernaderos, se vaya a ver afectado también.
La parcela está a escasos metros de la carretera en cuestión y se podría ver afectada por otro vial que se abra para conectar esa zona de playa con una calle unos metros más arriba. Ello le obligaría a recortar unos metros su campo, uno o dos solamente. Pero él también se planta. Asegura que no hay necesidad de seguir ampliando el asfalto en el pueblo.
El proyecto estaba anunciado en la propaganda electoral de Junts y se lo comunicaron unos técnicos municipales que explica que le visitaron hace unos meses. Pero el alcalde, en su breve respuesta a este diario, niega que haya nada por el estilo previsto.