Los cafés y la comida se preparan con agua mineral en el bar-restaurant Camí de l’Obac, un local de Vacarisses (Barcelona) donde los comensales no pueden ir al lavabo. Durante la mayoría del día, del grifo no sale ni una gota de agua. “Esto es caótico y una ruina”, exclama Ana María Martín, su propietaria. “Así no se puede trabajar”.
Son ya más de tres semanas sin agua corriente durante casi todo el día en Vacarisses, un municipio de 7.000 habitantes de la comarca del Vallès Occidental en el que se calcula que hay más de 2.000 piscinas. Lo que vendría a ser una para cada 3,5 habitantes.
El Ayuntamiento ha impuesto severas restricciones ante la falta de lluvia y solo es posible obtener agua del grifo en dos franjas horarias: de las 6 hasta las 10 de la mañana y de las 6 de la tarde hasta las 12 de la noche. Hasta hace pocos días las restricciones eran incluso más estrictas y el agua no regresaba hasta las ocho de la tarde.
El enojo va en aumento. El sábado pasado una manifestación de vecinos acabó con un escrache frente al domicilio del alcalde, Antoni Masana (ERC), en el que también se vio afectado el hijo del primer edil. Los habitantes se dividen entre los que culpan al actual Ayuntamiento y los que son conscientes de que el problema viene de lejos. Un sector de los vecinos está muy cabreado, otro considera que no hay para tanto.
“La gente me puede parar por la calle o llamarme, nunca le he dicho que no a nadie”, explica el alcalde. “Entiendo el cabreo, pero venir a mi domicilio cuando estoy con mi hijo me parece demasiado”, remacha Masana, que atribuye la movilización a un tema político y asegura que buena parte de los manifestantes eran simpatizantes de Vox.
No es la primera vez que falta agua en el pueblo, cuyo problema con el suministro se remonta a décadas atrás y no se ha solucionado por falta de inversión. En años anteriores ya hubo cortes en el suministro, pero ahora han aparecido en plena primavera (cuando se supone que aún no han llegado los meses más secos) y nada parece indicar que habrá una solución definitiva en un futuro próximo.
“Lo peor es la incertidumbre que hay, no saber cuándo va a salir agua del grifo”, explicaba Marina Cascaller, 22 años. “Los horarios que ha notificado el Ayuntamiento no se cumplen y es muy difícil organizarse”. El martes, por ejemplo, hubo agua durante todo el día en el restaurante Camí de l’Obac. El miércoles ya no. “Ya es mala suerte que los martes que no tengo abierto sí que haya agua”, lamentaba su propietaria.
El Ayuntamiento trabaja a contrarreloj para devolver el suministro. Se bajan presiones y equilibran bombas, se intenta obtener agua de otros municipios. También se han perforado este mayo dos nuevos pozos y se prevé excavar un tercero. Por otro lado se prevé conectar en breve a la red eléctrica un pozo excavado hace cuatro años que de momento funciona con un generador.
Resignados, los vecinos de Vacarisses han empezado a alterar sus rutinas para hacerlas coincidir con las horas en las que en principio hay agua corriente. Anna Castilla, 59 años, explica que se levanta a primera hora para preparar la comida de todo el día para sus hijos. Lamenta que su marido, cuando regresa de trabajar en la obra, ni siquiera se puede duchar.
Algunos negocios han comprado grandes bidones y bombas para poder tener agua durante el día. “Nos estamos adaptando como podemos”, explicaban en el restaurante del polideportivo del pueblo. “Lo que más nos preocupa es que esto puede durar meses”.
El consistorio ha situado media docena de puntos de suministro por el pueblo. Son o bien camiones cisterna o grandes bidones de plástico en los que los vecinos pueden llenar sus garrafas. El pasado martes prácticamente ningún vecino los utilizaba. “Ya estamos acostumbrados y rellenamos bidones en casa antes de que empiece el corte”, decía frente a su domicilio Jordi Garriga, 85 años.
Una tormenta perfecta
La falta de agua en Vacarisses tiene diversos motivos y en el Ayuntamiento la califican de “tormenta perfecta”. El principal problema es que apenas ha llovido en 2021 y lo que llevamos de 2022. La falta de precipitaciones supone un especial dolor de cabeza en un municipio que no está conectado a ninguna gran red supramunicipal y funciona con sus propios acuíferos.
Súmenle una escarpada orografía en un municipio repartido en 16 urbanizaciones, que conlleva que en las zonas más elevadas haya menos agua que en las demás y se extienda el sentimiento de agravio.
La población, además, ha aumentado en unas 1.500 personas en los últimos seis o siete años, según explica el tercer teniente de alcalde, Albert Salamé. “Solo desde la pandemia habrán llegado 800 o 900 personas”, apunta. “Toda esta gente también abre el grifo”. Suben las temperaturas, descienden las precipitaciones, aumenta la población. Y el principal damnificado es el suministro de agua.
Después está el tema de las 2.000 piscinas. Ha sido el propio alcalde quien lo ha recordado en algunas entrevistas durante las últimas semanas y las declaraciones han molestado a una parte del pueblo. Algunos vecinos entrevistados lamentaban que se intente culparles de un problema que viene de lejos y precisaban que sus piscinas no las habían llenado con agua del grifo.
“No se me entendió”, señala ahora el alcalde, que insiste en que en ningún momento ha querido criminalizar a quien tenga una piscina en su jardín. “Me preguntaron cuántas había y simplemente respondí”, remacha. Masana insiste en que el principal problema es que no ha llovido, pero añade que el modelo urbanístico del municipio debería revisarse en el actual contexto de cambio climático y falta de precipitaciones.
Desde la Agencia Catalana de l’Aigua (ACA) explican que las primeras propuestas para encontrar una solución al problema se remontan al año 2000. En aquel momento la agencia suscribió un convenio con los ayuntamientos de Vacarisses y Rellinars para conectar el suministro con un municipio cercano que sí se abastece de una de las grandes redes supramunicipales.
Las obras, que en principio se financiaban al 50% entre la ACA y los consistorios, nunca se ejecutaron. Se fueron pactando prórrogas y renegociando los porcentajes que pagaba cada uno, pero nunca se concluía el proyecto. Después llegó la crisis de 2008 y la obra, que requiere la coordinación de diversos ayuntamientos y entidades públicas, pasó a un segundo plano.
“Mientras tienes agua, todo se relaja”, admite el alcalde de Vacarisses, que reivindica que el tramo de su municipio ya está ejecutado, sin querer señalar a ningún culpable.
El regreso de la escasez de agua ha hecho que vuelvan las prisas. El consistorio ha solicitado la conexión a la red de agua que se opera desde Terrassa, aunque todos los implicados admiten que esta solución tardaría dos o tres años como mínimo en materializarse.
¿Y mientras? En el Ayuntamiento reconocen que cualquier opción a corto plazo será un parche que no solucionará del todo el problema. “La gente debe ser consciente de que si el consumo se desmadra tendremos que recurrir cada dos por tres a las restricciones”, apunta el alcalde.