Lo primero que responde Kathlyn cuando se le pregunta por qué le gusta tanto Xamfrà es toda una declaración de intenciones: “no hay exámenes”. Quien más quien menos los ha temido alguna vez en su vida. Luego, explica que gracias a este centro instalado en el corazón del Raval (Ciutat Vella) ha aprendido a tocar hasta cinco instrumentos. Pero lo más importante para esta chica de catorce años no son sólo las habilidades adquiridas, sino el sentido que ha recuperado su vida. “En lugar de estar en la calle sin hacer nada de provecho, he pasado ocho años aquí y ahora sé que de mayor quiero ser profesora de música”.
El caso de Kathlyn, como el de su amigo Mackenzie, un joven actor en potencia, son un buen reflejo de las intenciones de este centro que, desde hace diez años, tiñe el Raval de todo tipo de propuestas artísticas y pedagógicas. “Las notas no dicen quién eres, por qué necesitamos tantas evaluaciones PISA. ¿Por qué queremos dividirnos entre niveles lentos o rápidos?” Se lo pregunta una de las artífices de Xamfrà, Ester Bonal (Barcelona, 1964), que defiende un modelo educativo basado en la expresión creativa de los niños. “Todas las actividades artísticas están relegadas a un segundo término en la educación obligatoria: la danza o el teatro no existen, los especialistas de plástica han desaparecido del mapa y la música ha sufrido una reducción de horas muy importante en primaria y secundaria”.
Talleres de teatro, mimo, diferentes tipos de danza —incluido el break dance— y disciplinas musicales se dan cita en Xamfrà “bajo una filosofía coral”. Y es que en esta escuela nada se hace individualmente. “Queremos una sociedad de personas solidarias, iguales entre sí, no una sociedad entre fuertes y débiles”. La Fundación del ARC Música —creada en 1967— destinó parte de sus recursos y su experiencia pedagógica de 40 años en la creación de este centro que, en palabras de Ester, “quiere ser un espacio para que niños, jóvenes, personas mayores y familias del Raval puedan encontrarse y compartir vivencias a través del arte”.
El derecho a la participación cultural
El modelo pedagógico que defiende Xamfrà va más allá de la reinvención educativa. Y es que la propuesta artística del centro conecta directamente con el compromiso social que mantiene con el Raval, uno de los barrios de Barcelona con mayor índice de población inmigrante. “Nos dimos cuenta de que la música funcionaba como elemento de pertenencia para que los alumnos recién llegados se sintieran más acogidos y pudieran iniciar un diálogo intercultural con el resto de compañeros de otros orígenes y, también, con compañeros autóctonos”, explica Bonal, que vivió la gran oleada migratoria de los años 2002 hasta 2008 desde el IES Miquel Tarradell, instituto en el que se empezó a dar forma a lo que hoy es Xamfrà, antes de que se instalara con local propio en la calle Tàpies, el curso 2009 -2010.
Facilitar el acceso a la creación artística de los alumnos con realidades más adversas ha sido una de las obsesiones de la directora del centro. “Las artes escénicas son nuestros instrumentos y, a la vez, nos sirven de excusa para trabajar el ejercicio del derecho a la participación cultural de las personas en situación de vulnerabilidad”. Una apuesta que ha dado expectativas a los cientos de alumnos que han pasado por el centro —hasta 300 en el actual curso—. “La disciplina acaba convirtiéndose en una necesidad, sin ella no pueden encontrar la armonía en el resultado”. De hecho, hay que tener en cuenta que la última oleada migratoria se caracterizaba por su perfil multicultural nada homogéneo —con predominio del norte de África, América Latina y Europa del Este—. “Hemos insistido en juntar niños y familias de diferentes potencialidades sociales y culturales, así como de diferentes orígenes porque creemos que sin mezcla no puede haber integración”, concluye Bonal, que lamenta la situación de segregación escolar en función del lugar de origen entre la escuela pública y la privada.
Do d’Acords: la melodía de la convivencia
A pocos metros de Xamfrà, si cruzamos la avenida del Paralelo de Barcelona y cambiamos las calles estrechas del Raval por las cuestas del Poble-sec (Sants- Montjuïc), nos encontramos con una realidad social y cultural casi simétrica. Aquí, en el barrio que vio crecer el cantautor Joan Manuel Serrat, otro artista llegado desde Argentina ha revolucionado el concepto de la enseñanza y, a la vez, ha oxigenado la comunidad educativa de la zona. Se trata del pedagogo y compositor argentino, Pablo Persico (Buenos Aires, 1977), que desde hace cuatro años impulsa el proyecto de creación musical comunitaria Do d’Acords, inspirado en el prestigioso sistema de orquestas infantiles y juveniles de Venezuela, fundado por el músico José Antonio Abreu. “Después de trabajar durante unos años en escuelas acomodadas de Buenos Aires, tuve una conversación con el maestro Abreu que me cambió la perspectiva de las cosas”.
En la cabeza de Persico todo funciona en clave de orquesta. Su objetivo siempre fue dotar al barrio de una orquesta y ahora, con este objetivo alcanzado, sigue perfeccionando su método. Los niños y jóvenes que participan —40 este curso, aunque más de 500 ya han pasado por Do d’Acords— dependen del trabajo creativo de sus compañeros y son parte indispensable del resultado final. Cada uno de ellos dispone de entre cinco o seis instrumentos diferentes llegados de diversos rincones del planeta —podemos encontrar desde una marimba de cuatro octavas, xilófonos, bongos, maracas, didjeridoo o wha-wha tubes, hasta una arpa china—. La improvisación colectiva, “desaparecida en las programaciones oficiales de las escuelas”, es clave en el aprendizaje inicial del niño. Cada uno de ellos, además, se convierte puntualmente en director de la orquesta mediante gesticulaciones intuitivas diseñadas por el mismo compositor. “Lo que más me interesa es que los niños sean creadores, no formo intérpretes, sino creadores. Pienso que esta es la necesidad más grande de Europa en este momento: formar líderes positivos”.
Persico, partiendo de las enseñanzas de su maestro, ha hecho un trabajo de artesano hasta diseñar la metodología integrasons, que da nombre a la asociación que impulsa y que, a parte del proyecto Do d’Acords en el Poble-sec, también conduce Barris en Solfa (Badalona Sud) y un nuevo proyecto en el barrio del Carmel. “Nuestra metodología no penaliza el error, sino que a veces incita a los alumnos a equivocarse, porque los errores forman parte de la creación musical, y también de la vida, hay que integrarlo en la experiencia”, subraya Persico. Otro ingrediente fundamental es la participación de músicos profesionales, que se integran en la orquesta ya en los ensayos y los acompañan a los conciertos. “Nos interesa que vengan los padres, que hablen entre ellos, que vean como sus hijos y los hijos de los que tienen sentados a su lado son capaces de crear cosas bonitas si trabajan juntos”, explica.
Construir comunidad
La comunidad educativa del Poble-sec valora muy positivamente la existencia de Do d’Acords. De hecho, los pequeños músicos de la orquesta vienen íntegramente de las escuelas públicas del barrio, priorizando los niños de pocos recursos y los que sufren situaciones sociales más complejas. Isabel Costa y Núria Lacasa, directoras del CEIP Carlos I y el IES Verdaguer, respectivamente, —ambos centros forman parte del proyecto y suman porcentajes superiores al 80% de alumnado de origen inmigrado— destacan el “cambio radical en la atención y la autoestima” de los alumnos participantes.
Es este trabajo en red lo que da sentido tanto a Xamfrà como a Do d’Acords (Integra Sons). La relación entre los niños, sus familias, las escuelas, otras entidades y equipamientos del barrio es lo que acaba convirtiendo las iniciativas pedagógicas en verdaderas herramientas de vertebración y cohesión social para el Raval y el Poble-sec. Más todavía en un contexto de recortes en la enseñanza pública en barrios donde el índice de pobreza supera la media de la ciudad y donde la inmigración no se asume de manera homogénea por parte de la escuela. A pesar de la labor fundamental que desarrollan los equipos profesionales de una y otra iniciativa, todavía hay que recorrer mucho camino para que puedan ser autosuficientes en términos económicos. Mientras tanto, cruzan los dedos para que los compromisos adquiridos con la administración y las entidades privadas no acaben en papel mojado.