“Cooperar es secar las fuentes del capitalismo dominador”, es una de las reflexiones de Micaela Chalmeta, activista y referente del mundo cooperativo de la Barcelona del primer tercio del siglo XX. Salvando las distancias, pero con el mismo espíritu, diferentes colectivos sociales, activistas y asambleas de barrio de toda la ciudad tienen señalados en el calendario los días 4 y 5 de abril para poner en común experiencias autogestionadas y tejer, poco a poco, un modelo de ciudad más participativo y alternativo al actual, preso del concepto 'marca Barcelona'.
Bajo el nombre Barris cooperatius, ciutat comua, el espacio vecinal y autogestionado de Can Batlló —en el recinto fabril de La Bordeta— acoge unas jornadas que se dividirán en tres grandes bloques temáticos: Contra la Barcelona del diner —viernes 4 de abril entre las 19h. y las 21h.—; Com construïm un barri cooperatiu? —sábado 5 de abril entre las 10:30 y las 14h—; y Ciutat comuna —entre las 16h. y las 19h, del mismo sábado—. En palabras de Laia Forné, miembro del Observatorio Metropolitano de Barcelona y promotora de las jornadas, el acto quiere ser “un espacio de encuentro, de aprendizaje y de discusión entre todos los proyectos que ya practican con éxito la cooperación social en los barrios” de una ciudad, dice, cada vez más “monopolizada por las élites económicas, a menudo vinculadas al sector turístico”. Para el arquitecto y urbanista, Xabi Fraga, de Raons Públiques, colectivo que también impulsa las jornadas, este encuentro debe servir “para dar forma material a la emergencia de nuevas y multitudinarias formas de hacer política que en los últimos años están arraigando en el territorio”. Es decir, no sólo compartir experiencias y visiones, “sino avanzar en la producción de un discurso político desde conceptos como cooperación y producción de comunes”.
Las jornadas, sin embargo, no se centrarán únicamente en propuestas de construcción de comunidad. También se quiere construir un relato común sobre el modelo de crecimiento que predomina en la ciudad, sobre todo a raíz de las últimas actuaciones municipales que han convertido espacios públicos blindados para el uso ciudadano en oportunidades de negocio para inversores de todo tipo. Uno de los últimos casos es el de la privatización de espacios emblemáticos y de memoria, como el Castillo de Montjuïc, que este mes de marzo corría la misma suerte que el Parque Güell y el recinto modernista del Hospital de Sant Pau, para acabar cediendo su gestión a la empresa Magma Cultura. El caso ha levantado algunas suspicacias dado que el presidente ejecutivo de esta empresa es Artur Duart, hermano del presidente de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA), Brauli Duart, cercano a CDC y artífice de los recortes en TV3. Además, la empresa adjudicataria mantiene diversos conflictos laborales abiertos, como la huelga indefinida de los trabajadores de Cosmocaixa, espacio que gestiona junto con el MNAC, el Palau Robert o la oficina del Tricentenario.
Otro de los procesos señalados con semáforo rojo es el del Puerto de Barcelona y todos los intereses turísticos y hoteleros que concierne. Ya lo decía este febrero su director, Sixte Cambra: “el puerto barcelonés es el primero en cruceros de Europa y de todo el Mediterráneo y el cuarto del mundo tras los tres grandes puertos del estado de Florida”. En cifras, en 2013 recibió casi 2,6 millones de cruceristas, un 8% más que en 2012. Y es que la modificación del Plan de Usos de Ciutat Vella —pactada esta legislatura entre CiU y PP— ha permitido la flexibilidad de la ordenanza en clave portuaria y también la proliferación de pisos turísticos. Hoy, Ciutat Vella concentra cerca del 30% de las plazas hoteleras de toda la ciudad —17.000 camas de hotel y hasta 8.000 pisos turísticos—.
“Cada vez más vemos como espacios que estaban reservados al ámbito público pasan a manos privadas para obtener unos beneficios que no repercuten en la ciudadanía”, lamenta Forné que señala a los empresarios cruceristas, hoteleros y fondos de inversión —como los del Hotel Vela, Desigual y Salamanca Investiment— como principales beneficiarios de estas operaciones. De hecho, en 2015 se prevé que Barcelona sea la capital mundial de los cruceros, sobre todo después de que el inmenso barco Allure of the Seas, el más grande del mundo, haya decidido instalar su base de operaciones en la capital catalana.
La reforma del puerto y la modificación del Plan de Usos de Ciutat Vella enlaza con la remodelación de la avenida del Paralelo, que quiere ser una alfombra que conecte los cruceristas con la Feria de Barcelona. Esta doble remodelación, la del puerto y el Paralelo, está comportando tensiones en los barrios circundantes —vecinos de Ciutat Vella, Sant Antoni y Poble Sec se han manifestado intensamente en contra de estos procesos— y algunos activistas y sociólogos hace meses que alertan del riesgo de gentrificación de estos barrios eminentemente populares.
Para Ivan Miró, del colectivo Ciutat Invisible —también impulsor de las jornadas—, la gentrificación es un proceso que experimentan algunos barrios populares que genera una sustitución de las clases populares y de su actividad tradicional en beneficio de un nuevo barrio estructuralmente elitista. “Una de las consecuencias es la progresiva expulsión de los antiguos vecinos mediante un proceso encubierto de sustitución de las clases sociales del barrio, además de una fórmula silenciosa de revalorización del suelo”, explica Miró que concluye: “cada apartamento turístico más es un vivienda menos ”
Unas jornadas con embrión en el Poble Sec
Críticas aparte, el embrión de estas jornadas lo encontramos en el Poble Sec de Barcelona, donde varias experiencias alternativas y autogestionadas están transformando algunos sectores de la vida de este barrio. Cooperativas de consumo, grupos de crianza, comedores populares, proyectos de soberanía alimentaria, de acompañamiento y de apoyo mutuo son el eje de un barrio que ha visto cómo al tejido asociativo tradicional se le sumaba la energía de sectores alternativos. Es el caso de la Asamblea de Barrio Poble Sec, una de las más activas de la ciudad; del Ateneu La Base, un albergue de proyectos autogestionados fruto del trabajo de los vecinos; o de Cooperasec, una comisión de la Asamblea que trabaja en pro de la economía solidaria y el cooperativismo, a nivel local y comunitario.
“Sentíamos la necesidad de compartir nuestras reflexiones con otros espacios de la ciudad que ya funcionaban”, explica Eduard Nus, miembro promotor de las jornadas y activista a de Cooperasec y de La Base en alusión al vecino barrio de Sants o del espacio Can Batlló, “nuestros hermanos mayores”. “Esperamos profundizar en los diferentes modelos de cooperativismo, no tanto desde el punto de vista económico, sino más bien comunitario, implicando a más personas en el proceso de construcción de comunidad”. Pasar del barrio a la ciudad, pues, será uno de los objetivos de los vecinos y vecinas que acudirán a unas jornadas impulsadas por los mencionados Cooperasec, La Base y Can Batlló y también por la Ciutat Invisible, la Red de Economía Solidaria, La Col, el Observatorio Metropolitano de Barcelona y Raons Públicas entre otros colectivos.
La cita de Can Batlló llega en un momento en el que varios espacios alternativos de la ciudad han pasado por todo tipo de problemas para evitar su desalojo o cierre. Es el caso de Can Vies (Sants), Flor de Maig (Poblenou) o el Banc Okupat de Gracia, además de La Carbonería (Eixample) que fue desalojada por los Mossos d'Esquadra hace un mes y medio. Según Nus, las jornadas, que tendrán continuidad, también deben servir para “pensar una estrategia común entre estos espacios para subsistir en el tiempo”. Para el arquitecto, Xabi Fraga, de Raons Públiques, “un discurso alternativo es peligroso, pero si además hay un lugar físico donde se materializarlo, puede llegar a convertirse en una verdadera amenaza”. Según Fraga, “es por eso que los mecanismos del sistema tratan de perseguirlos y cerrarlos”. A partir de mañana, Can Batlló tendrá la palabra.
Allure of the Seas