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Annelies Broekman: “Aumentar el consumo de agua para hacer dinero es una condena a muerte”

Annelies Broekman, investigadora sobre gestión del agua en el CREAF

Pau Rodríguez

2 de enero de 2024 21:59 h

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Annelies Broekman lleva varios lustros dedicada al estudio de las políticas de gestión del agua en España y en el resto de Europa. Doctora en Agronomía y miembro del equipo de Agua y Cambio Climático del Centro de Investigación de Ecología y Aplicaciones Forestales (CREAF), Broekman es una de las voces más críticas con el modelo de usos y consumos de las reservas hídricas de las sociedades occidentales actuales, también la de Catalunya, comunidad en la que reside y que se encuentra inmersa actualmente en su peor sequía desde que existen registros. Se prevé que a finales de enero o principios de febrero se declare la emergencia por falta de agua en Barcelona.

¿Cree que Barcelona entrará en emergencia por falta de agua en enero, tal como estima la Generalitat si no llueve?

Sí. No conozco al detalle todos los números, porque se trata de un sistema macro gestionado por muchas manos, pero grosso modo es muy probable que si no llueve entremos en emergencia, sí. 

Usted ha denunciado a menudo que se confía demasiado en las restricciones para combatir la sequía. ¿A qué se refiere? 

Sufrimos una sobreexplotación crónica de los recursos hídricos, por lo que cuando entramos en sequía somos más vulnerables que si hiciésemos los deberes en época de normalidad. Las sequías se gestionan cuando no hay emergencia, del mismo modo que se dice que los incendios se apagan en invierno. Ahora que Catalunya está en emergencia es muy difícil hacer milagros con las infraestructuras de las que disponemos. Lo único que nos queda es este plan de gestión de la sequía, que celebro porque antes no existía, pero que en mi opinión es demasiado tímido.

¿Por qué?

Porque en general protege mucho más los usos industriales y urbanos de servicios que tiene Catalunya, ya que son los que tienen un mayor coste económico y que cabrea a los poderes fácticos. El sector turístico no se ha adecuado, hay industrias que usan directamente el agua como producto, como Estrella Damm o Coca-Cola, con usos muy fuertes... En general las políticas de gestión de la sequía atacan con mayor dureza al sector agrícola y de forma más tímida a los intereses industriales. Deberíamos tener un debate público entre técnicos, políticos y científicos con números sobre la mesa.

Ha mencionado el sector agrícola, que es el que más agua emplea con diferencia. ¿Deben replantearse algunos de sus usos?

No es un sector homogéneo. Una cosa es cultivar maíz o alfalfa para exportar para la alimentación de vacas en Qatar y otra es los agricultores cuyos productos se quedan en el país. Una se puede considerar agricultura intensiva y extractiva, sujeta al mercado global de la alimentación, y la otra es la huerta, fruta y alimento para la ganadería de la propia población. Hay que distinguir entre ambas.

¿Cree que abunda más la primera?

Creo que es la más consumidora de agua, pero en cuanto a hectáreas quizás predominan los campesinos de base. 

De todos modos, sea para consumo local o para exportación, el maíz o la alfalfa se suelen regar por inundación. Y es mucha agua. 

Hay un mito sobre el llamado riego a manta, y es que se trata de un desperdicio en sí mismo. Pero no lo es. Mucha del agua que se usa en el riego por inundación en realidad regresa al medio porque se infiltra y va a parar a los acuíferos. A veces la idea de poner un riego eficiente con sistemas de goteo puede ser menos sostenible en este sentido. El principal problema es la tendencia a la industrialización de la agricultura, con ansias de aumentar superficies de riego que, aunque sea modernísimo, va en contra de las previsiones del cambio climático, que son de un 30% menos de entrada de agua en el sistema. 

Todas las cuencas hidrográficas presentan reducciones fuertes debido a la disminución de la nieve y al cambio en el régimen de lluvias, a lo que se suma una mayor impermeabilización del suelo y una mayor necesidad de agua de las plantas debido a la subida de las temperaturas. Además, estamos incrementando la demanda de agua que queremos usar para hacer dinero. Es una condena a muerte. Hay que reducir la demanda. Tenemos que pasar de una mentalidad en la que se piensa que con más infraestructura y tecnología se puede aumentar la disponibilidad de agua y seguir creciendo, a una en la que se gestione la demanda y se decida cuánto se puede consumir en cada territorio.

Pero si en Catalunya no se hubiesen hecho desaladoras como la de El Prat y otras infraestructuras hídricas, hoy estaríamos mucho peor, ¿no cree?

Es cierto que las infraestructuras en materia de desalación, reutilización e interconexión de cuencas han cambiado mucho el panorama para el sistema de aguas Ter-Llobregat [las cuencas de los ríos que abastecen el área metropolitana de Barcelona]. Le hemos dado mayor flexibilidad a la gestión del agua. Pero no podemos huir hacia adelante indefinidamente. Si no pones freno a la demanda, la sed es infinita. Si queremos ampliar la pista del aeropuerto de Barcelona, hacer el Hard Rock [el polémico complejo de ocio en Tarragona], piscinas de olas en el Vallès o miles de viviendas en la costa… O cambiamos la planificación, o tendremos sed otra vez. 

Usted ha señalado también los acuíferos como gran reserva en tiempos de sequía, pero en Catalunya y en el resto de España en torno a un 40% están contaminados

Las masas de agua subterránea son la carta del comodín de la sequía. Es lo más resistente al cambio climático, pero la mitad de los acuíferos están hechos un desastre. No los estamos descontaminando y seguimos destrozando este sistema que nos da garantías de aguantar mejor las sequías. Es increíble que todavía no lo hayamos entendido. Seguimos haciendo proyectos que no tienen en cuenta la preservación de los sistemas naturales y no hay herramienta tecnológica que nos pueda permitir sobrevivir si los hábitats colapsan. Es obvio que si tienes diabetes y te gustan las galletas, si sigues comiéndotelas acabarás petando. Hay un dato muy clarificador, el del índice de escasez de agua, el Water Exploitation Index: en Catalunya indica que usamos un 35% más del agua de que disponemos. 

¿Qué le parece entonces la medida del Govern de reducir temporalmente los caudales de los ríos para preservar el agua de los embalses?

Muy, muy mal. Puede provocar efectos irreversibles, de cargarse especies y aumentar la fragilidad del sistema integrado de cómo funciona una cuenca. Antes de reducir caudales hay que cerrar el grifo a los usos industriales, porque se trata de caudales que ya estaban bajo mínimos. En general la población no se da cuenta de la importancia que tienen. Creen que es cosa de cuatro ecologistas a los que les gusta ver pajaritos, de hippies amantes de la naturaleza, pero es que tiene que ver con nuestra supervivencia. Si un río no tiene caudal suficiente no recarga los acuíferos y lo hace más vulnerable. 

Cuando habla de consumir y usar menos agua, ¿por dónde cree que habría que empezar a decrecer?

Aquí cada uno suele querer llevarse el agua a su molino. Yo tengo una opinión, y es que prefiero soberanía alimentaria a un modelo de ganadería hiperindustrializada; prefiero agricultura sostenible a hoteles en la Costa Brava, o un desarrollo territorial descentralizado y menos barcelonacéntrico. Pero mi trabajo consiste en facilitar espacios de gobernanza para adaptarnos a los cambios globales.

No se trata aquí de cuál es mi opinión, o la del conseller, o la del dueño de los campings o el campesino de Lleida, sino de crear estructuras de toma de decisiones para cada cuenca o territorio en las que se puedan plantear perspectivas de futuro, qué recursos, planificación e inversiones para transformar los modelos. Estos espacios deben incluir los sectores económicos, la Administración, la ciudadanía y la ciencia para dibujar estrategias que pongan en el centro la conservación de hábitats y la vida de los residentes.

¿Existen otros países parecidos a España que hagan una mejor gestión de este recurso? 

El mundo está en manos del capital, así que ejemplos hay pocos. Todo se basa en la rentabilidad. Hay ejemplos en América Latina de tribunales del agua y de toma de decisiones sobre el agua que son antiguos y ejemplares, dentro de una forma de ver la interdependencia entre la naturaleza y las personas. Pero las grandes empresas los están matando para usar el agua para minería. En Europa está el caso de los holandeses, que conocen el peligro del agua y disponen de órganos legitimados para el gobierno, el diálogo y el codiseño de decisiones relacionadas con ello. Yo he participado en proyectos piloto en este sentido y suele ser bastante exitoso. 

¿Es la gestión pública del agua una asignatura pendiente en esa dirección? Muchos ayuntamientos han batallado en los últimos años para municipalizar la operadora que suministra el agua en sus localidades.

Lo importante son los derechos y la legislación de aguas. No solo la titularidad, sino quién puede hacer qué, cuándo y cómo. El sector privado puede entrar en todo lo que son herramientas tecnológicas, pero las elecciones de gestión deben estar en manos públicas, porque deben tener en cuenta muchas más cosas que la rentabilidad de la inversión.

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