Del antifascista Agulló a las transexuales Sonia o Lyssa: lo que revela el mapa de tres décadas de crímenes de odio en España
La noche del 17 de diciembre de 2005, en Barcelona, tres jóvenes engañaron a una mujer que dormía en un cajero, la agredieron, le rociaron disolvente por encima y la quemaron viva. La víctima se llamaba Rosario Endrinal y la mataron sin más motivo que su condición de indigente. Su muerte ocupó páginas y minutos de telediario –había imágenes de las cámaras de seguridad–, pero no ha sido la única mujer víctima de la aporofobia en España. Desde 1990, ha habido hasta 27 casos como el suyo.
Así lo recogen los periodistas Miquel Ramos y David Bou en el mapa ‘Crímenes del odio’, publicado inicialmente en 2015 y actualizado ahora en 2020, una investigación que documenta todos aquellos asesinatos y homicidios en los que los autores consideran que hubo signos de xenofobia, aporofobia, LGTBIfobia u otros tipos de discriminación. En los últimos 30 años, la lista alcanza los 101 crímenes de odio, que han dejado un total de 103 víctimas.
La mayoría de casos corresponden a la década de los 2000, aunque Ramos precisa que “durante los 90 muy pocos están documentados y tuvieron seguimiento mediático”. Los resultados de su estudio evidencian que en los últimos años la cifra de casos se ha reducido, según este periodista porque hay “más sensibilidad respecto a los delitos de odio”, aunque a la vez advierte que también están más presentes y tolerados en la esfera pública los discursos de odio, “la semilla de las actitudes hostiles hacia determinados colectivos”.
La motivación más repetida detrás de estos crímenes es la racista, en el 35% de los casos, seguida de la aporofobia –básicamente, odio a las personas sinhogar– (un 27%), y luego, ya por debajo del 7%, la homofobia, la transfobia, la islamofobia o el odio ideológico. Madrid, con 30 casos, y Barcelona, con 21, concentran la mitad de los crímenes detectados, mientras que la Comunitat Valenciana es la tercera más afectada con 10.
Agulló o el “odio ideológico” hacia Palomino
Bajo esta última etiqueta coinciden principalmente los asesinatos de personas que, por sus ideas o estética, fueron atacados por grupos de neonazis. Uno de los caso más recordados es el del joven valenciano militante antifascista Guillem Agulló, que en 1993 fue apuñalado en el corazón por un grupo de extrema derecha. La justicia condenó al asesino, Pedro Cuevas, a 14 años de cárcel, aunque acabó cumpliendo solo cuatro, pues el tribunal no tuvo en cuenta las motivaciones políticas que denunciaba la familia. Años después, Cuevas, ya fuera de prisión, fue detenido por su integración en la trama nazi Frente Anti Sistema, a la que se incautó numeroso armamento.
La lucha de la familia Agulló ha recobrado fuerza estos días con el estreno de la película La Mort de Guillem, que relata aquel asesinato pero, especialmente, el calvario judicial y acoso al que fueron sometidos sus progenitores tras la pérdida del joven de 19 años.
Un caso parecido fue el de Carlos Javier Palomino. A sus 16 años, este adolescente fue apuñalado en el metro de Madrid por Josué Estébanez después de aquel le recriminara que llevase una cazadora con simbología neonazi. Pero, a diferencia del de Agulló, el tribunal sí reconoció en este caso las motivaciones de carácter ideológico, lo que convirtió el asesinato de Palomino en un hito, al ser la primera vez que se incluían estas circunstancias como agravante por “odio ideológico”. La Audiencia Provincial de Madrid condenó al asesino, soldado de profesión y que acudía ese día a una manifestación xenófoba, a 26 años de cárcel.
Una lista más allá de las sentencias
Lo cierto, sin embargo, es que gran parte de los casos recogidos en el mapa no fueron considerados por la justicia como asesinatos u homicidios con agravante de odio. Ramos asegura en este sentido que precisamente una de las razones de ser de este proyecto, que cuenta con la colaboración de SOS Racisme, es la de dar visibilidad a casos que periodísticamente consideran vinculados a la xenofobia, la LGTBIfobia o la aporofobia aunque que la justicia acabó descartando que este era el móvil del crimen.
Ramos argumenta que más allá de las sentencias y atestados policiales han tenido en cuenta criterios como las opiniones de los colectivos que trabajan con las víctimas o indicios aportados por organizaciones de derechos humanos. Esto se observa, sin ir más lejos, en casos recientes como el de Eleazar, que falleció de un paro cardíaco en Gijón tras ser reducido por la fuerza por guardias de seguridad del estadio El Molinón pese a tener un 75% de discapacidad. O el de Ely, el activista LGTBI de Valladolid asesinado a golpes por un adolescente de 15 años. En ambos casos la policía no contempla que fuera delito de odio.
En algunos casos han sido manifiestas las actitudes racistas de los autores del crimen, aunque la justicia no haya considerado que ese fuera el motivo. Así sucedió en el caso de un padre y un hijo que dispararon a un hombre senegalés en 2012 en Barcelona al grito de “hijos de puta, negros de mierda, iros a vuestro país”. Otros son menos evidentes, como el de un joven chino de 25 años mortalmente herido a la salida de una discoteca del Puerto Olímpico de Barcelona el año pasado sin un motivo claro.
Una tipología de crímenes que no aparece, añade Ramos, son los feminicidios o las víctimas de violencia institucional –aquellas personas fallecidas a manos de la policía, por ejemplo– que podrían incluirse en la categoría de crimen de odio. Los autores consideran que ya existen proyectos que se dedican a documentar esta realidad.
Violencia contra los transexuales
El colectivo de personas transexuales, uno de los que históricamente ha sufrido más discriminación, también tiene sus víctimas recogidas en la lista los periodistas Ramos y Bou. El más conocido es el de Sonia Rescalvo, que fue brutalmente golpeada hasta la muerte por un grupo de neonazis por ser una mujer trans. El suceso ocurrió en octubre de 1991 en el Parque de la Ciutadella, donde ahora hay una glorieta que lleva su nombre.
Pero además de esa muerte, se recogen en este proyecto otras cuatro, todas ellas entre 2015 y 2019. La de Paloma Barreno, en Avilés; Lyssa Da Silva, en Alicante, y Lorena Reyes, en Santa Cruz de Tenerife. También la de una mujer trans sin identificar que falleció tras ser golpeada en la cabeza en un campo de naranjos en Castelló.
4