Ya no cuentan los estudios de secundaria como garantía de bienestar. Un informe de la Fundació Jaume Bofill (Crisis, trayectorias sociales y educación) revela que la “educación terciaria”, es decir, los estudios universitarios y la FP superior, establecen el nuevo umbral bajo el cual crece la “vulnerabilidad social”, un término con el que los autores del estudio se refieren a la “pérdida progresiva de bienestar, rienda y estatus a lo largo de un período de tiempo” –en este caso, el análisis es desde 2003 hasta 2009. Con la creciente expansión de los estudios superiores, que en Cataluña ya acredita el 53% de la población joven, el informe concluye que hay que especializarse: la formación profesional superior reduce el riesgo de caer en la vulnerabilidad en un 29%, y el paso por la universidad, en un 70%.
Solo existen, según el estudio, dos factores que sean más decisivos que el nivel educativo a la hora de determinar el bienestar de las personas: la edad y, sobre todo, el género. “La vulnerabilidad social sigue una lógica muy sexista”, rezan las conclusiones del informe. Los hombres tienen “la mitad” de posibilidades de padecer esta pérdida de condiciones sociales, y ser menor de 49 años reduce en un 46% este riesgo. El estudio descarta, sin embargo, el factor de origen social como condicionante. “Cataluña es una sociedad muy desigual, pero no es clasista”, señaló ayer uno de los autores del estudio, el sociólogo Xavier Martínez-Celorrio, durante su presentación. La procedencia de clase social, así como el nivel de estudios de los padres, no intervienen en la pérdida o ganancia de bienestar.
Una Cataluña más desigual
Uno de los aspectos más preocupantes del estudio de la Fundació Jaume Bofill es la creciente desigualdad en que vive inmersa la sociedad catalana, un fenómeno que se ha disparado a raíz de la actual crisis económica. Entre los años 2005 y 2010, la brecha que separa el 20% de la población más rica del 20% más pobre ha aumentado en Cataluña en un 23% –por un 25% en el resto del Estado. Con ello, el informe constata que Cataluña se desengancha de la media europea en desigualdad para agruparse con los países tradicionalmente menos igualitarios, como Gran Bretaña o Italia.
Más allá de esta brecha, sin embargo, el empobrecimiento de la sociedad ha sido generalizado. Solo hasta el año 2009 –hasta donde abarca el estudio–, el 38% de los catalanes perdieron poder adquisitivo, y un 19% bajó un peldaño en el escalón social. Así las cosas, Martínez-Celorrio considera “ya no se puede hablar de grupos vulnerables”, pues la vulnerabilidad “afecta al corazón de nuestra sociedad”.
Para revertir esta situación, los autores del estudio –el citado Martínez-Celorrio y Antoni Marín– proponen una batería de medidas que van mayoritariamente dirigidas al ámbito educativo. Además de pedir que se paren los recortes de presupuesto, los autores consideran vital que se garantice el acceso a la educación superior, el dique de contención ante la vulnerabilidad. Para ello, reclaman “un sistema de becas sólido” para las universidades y más “plazas” y “oferta de titulaciones” para la FP superior.
Una apuesta por la formación permanente
En el capítulo de orientaciones, el estudio emplaza también a la Administración a “incrementar la tasa de participación” en la formación permanente como palanca de “mejora continua” de las calificaciones. Este tipo de formación, a día de hoy, se ha revelado “un desastre” –en palabras de Ismael Palacín, director de la fundación– para uno de sus principales objetivos: dar una segunda oportunidad a las personas menos formadas. Al final son los graduados en FP superior y los universitarios los que acaparan en un 60% la formación no reglada. Y en el caso del retorno a la formación reglada, solo el 8% de los adultos con estudios básicos o sin estudios optan por ello. Así, para disminuir la desigualdad, Palacín cree que hay que hacer un “esfuerzo urgente para favorecer el retorno al sistema reglado” de los que abandonaron prematuramente los estudios.
Ya no cuentan los estudios de secundaria como garantía de bienestar. Un informe de la Fundació Jaume Bofill (Crisis, trayectorias sociales y educación) revela que la “educación terciaria”, es decir, los estudios universitarios y la FP superior, establecen el nuevo umbral bajo el cual crece la “vulnerabilidad social”, un término con el que los autores del estudio se refieren a la “pérdida progresiva de bienestar, rienda y estatus a lo largo de un período de tiempo” –en este caso, el análisis es desde 2003 hasta 2009. Con la creciente expansión de los estudios superiores, que en Cataluña ya acredita el 53% de la población joven, el informe concluye que hay que especializarse: la formación profesional superior reduce el riesgo de caer en la vulnerabilidad en un 29%, y el paso por la universidad, en un 70%.
Solo existen, según el estudio, dos factores que sean más decisivos que el nivel educativo a la hora de determinar el bienestar de las personas: la edad y, sobre todo, el género. “La vulnerabilidad social sigue una lógica muy sexista”, rezan las conclusiones del informe. Los hombres tienen “la mitad” de posibilidades de padecer esta pérdida de condiciones sociales, y ser menor de 49 años reduce en un 46% este riesgo. El estudio descarta, sin embargo, el factor de origen social como condicionante. “Cataluña es una sociedad muy desigual, pero no es clasista”, señaló ayer uno de los autores del estudio, el sociólogo Xavier Martínez-Celorrio, durante su presentación. La procedencia de clase social, así como el nivel de estudios de los padres, no intervienen en la pérdida o ganancia de bienestar.