Los tambores de la crisis sanitaria resuenan estos días en los hospitales catalanes. Al tiempo que se disparan los contagios y los ingresos por coronavirus, los centros aceleran sus planes de contingencia, se ven obligados a abrir nuevas salas para COVID-19 y se plantean suspender la cirugía no urgente. El colapso está lejos, coinciden todos los centros consultados, pero la situación es muy tensa e irá a peor durante los próximos días.
La situación de los hospitales catalanes es dispar, pero todos comparten el miedo a que la nueva ola les someta al estrés de la pasada primavera. Las cifras del conjunto de la red hospitalaria catalana muestran cómo en dos semanas se ha pasado del 7% al 14,5% de las camas convencionales ocupadas por COVID-19, mientras que en las UCI, el porcentaje ha pasado del 20% al 38%. Estos son los indicadores que llevaron a la Generalitat a cerrar bares y restaurantes –entre otras restricciones– y en los que todavía insistía este martes el secretario general de Salud, Marc Ramentol, cuando hacía un llamamiento a cumplir las medidas para evitar una mayor saturación. “Es el momento de volver a cerrar filas con el sistema público de salud”, afirmaba.
En el Hospital General de Granollers, una de las ciudades con mayor incidencia del virus de Catalunya, han pasado de 37 a 67 ingresados por COVID-19 en tan solo siete días. “El aumento es importante. A partir de los 70 casos entraremos en la fase 3 del plan de contingencia”, advierte Miquel Vila, subdirector médico del centro. Ese nivel significa que deberán empezar a reducir la actividad no urgente vinculada a otras patologías.
“Abrir dispositivos requiere personal y nos faltan enfermeras. Esto supone que todo el mundo ha de hacer más horas de lo deseable”, añade Vila. El centro ha reducido incluso algunas horas de quirófano para destinar más enfermeras a atender el aumento de pacientes de coronavirus. En la UCI tienen 12 de sus 20 camas (el 60%) ocupadas por esta enfermedad.
Los números se multiplican en buena parte de los hospitales catalanes a medida que avanzan los días y, de momento, no se notan los efectos de las restricciones. Los datos internos de los hospitales de Barcelona, que se comparten cada semana entre las direcciones de los centros para que todos tengan un dibujo completo de la situación en la ciudad, muestran también cómo en algunos hospitales de la capital catalana los ingresos en planta y en la UCI se han doblado en apenas siete días.
En el Clínic por ejemplo, el pasado domingo 11 de octubre había 30 pacientes ingresados en planta. Al cabo de siete días, el domingo 18, eran ya 61 los pacientes en camas del hospital. Un aumento parecido, aunque ligeramente menor, se ha registrado en el Vall d’Hebron durante el mismo periodo: de 42 pacientes en planta el 11 de octubre a 77 al cabo de una semana.
En cuanto a las UCI, en el Vall d'Hebron no han aumentado los pacientes (tiene el 20% de sus 56 camas de críticos ocupadas por COVID-19) y en el Clínic la subida ha sido ligera –de 10 a 14 ingresos–. Otros centros como el Sant Pau han doblado el número de pacientes críticos y han pasado de 7 a 14 pacientes de UCI en solo una semana. En el Dos de Maig han pasado de 8 a 13 pacientes críticos durante el mismo periodo.
En el Hospital Sant Pau han recuperado precisamente esta semana las reuniones del comité de crisis que realizaban a diario durante el pico de la pandemia y que eliminaron en junio. “Necesitamos más camas convencionales, ampliar el área de Urgencias porque llegan más pacientes y también más camas de intensivos. Si no, habrá que disminuir la actividad normal”, valora Xavier Borràs, director médico del hospital.
De momento son los hospitales con menor capacidad de atención a críticos los que están llenando más rápidamente sus UCI. Le ocurre eso mismo al Hospital del Mar, que tiene 14 ingresados graves, lo que supone el 80% de sus camas de críticos tradicionales y un 30% de las que han acabado habilitando, pero también a hospitales comarcales de zonas con los contagios disparados. Es el caso de la región sanitaria Metropolitana Norte, con ciudades muy afectadas como Granollers, Terrassa, Mataró o Santa Coloma de Gramenet.
La reprogramación de actividad normal, sobre la mesa
El aplazamiento de intervenciones e incluso la readaptación de algunas plantas hospitalarias ya está sobre la mesa en multitud de centros catalanes. El Hospital de Figueres y el Trueta (Girona) y el Verge de la Cinta (Tortosa) se han visto obligados a aplazar o suspender parte de la actividad habitual. En el de Figueres, por ejemplo, se han pospuesto todas las intervenciones que requieran ingreso hospitalario y que no sean urgentes u oncológicas.
En Barcelona, desde el Clínic y el Hospital del Mar no descartan tomar medidas de este tipo a corto plazo, aunque por ahora no se han aplazado intervenciones. “La situación no nos permite ser muy optimistas”, señaló el martes a la agencia ACN Xavier Tarragó, miembro del comité de empresa del Hospital del Mar, que alertó de los primeros “síntomas” de “colapso” en su centro hospitalario.
Desde el Hospital de Terrassa, con 66 pacientes ingresados por Covid-19 (el 23,79% de las camas), se están preparando para adaptar otra de sus plantas para estos pacientes y pasar así de dos a tres plantas dedicadas al coronavirus. En la UCI tienen 14 pacientes, la mitad de ellos con la enfermedad, y cuatro camas liberadas. A pesar de que el servicio de urgencias funciona con “normalidad” en Terrassa, desde hace tres semanas se ha incrementado la actividad quirúrgica y operan también los sábados, una medida que también han puesto en marcha en Can Ruti (Badalona) y Bellvitge (L'Hospitalet de Llobregat) para reducir las listas de espera que crecieron durante la primera ola. En Terrassa, explican desde el centro, también han sumado un nuevo equipo a los servicios de hospitalización domiciliaria, que cuenta en estos momentos con ocho ingresados en sus domicilios.
“La sensación es de que nos vuelve a venir una buena encima”, apunta un médico de urgencias del Hospital General de Granollers. “La situación es parecida al principio de la pandemia el marzo pasado, con la diferencia de que ahora ya sabemos a lo que nos atendemos y que muchos de nosotros empezamos con cierto cansancio acumulado”. Lola Lorente, enfermera de este centro y miembro del comité de empresa, lo resume así: “No estamos colapsados pero la situación es muy tensa. Y sobre todo porque sabemos que los datos de hoy, mañana serán peores”.
En el Moisès Broggi, en Sant Just Desvern (Barcelona), explican que de momento no se han anulado operaciones, pero reconocen que si la tendencia de nuevos casos sigue al mismo ritmo no les quedará otra que cancelar las cirugías que requieren ingresos en UCI y planta durante el post operatorio. De seguir subiendo la curva, explica una facultativa del centro, los profesionales de otras consultas también pasarán a prestar apoyo a la unidad de COVID-19, un desplazamiento que provocará que las listas de espera sigan aumentando.
La subdirectora del Servei Català de la Salut, Marta Chandre, defendía este martes que precisamente el principal objetivo de las restricciones sociales es evitar que los hospitales tengan que suspender parte de su actividad normal. “No hemos dado la indicación de desprogramar”, insistía, aunque algunos hospitales han comunicado ya que sí lo empezarán a hacer. “¿Que si nos preocupa? Y tanto, este es el objetivo de la segunda ola”, resumía.
La segunda ola está llevando también al límite los centros de Atención Primaria, en su caso desde hace más tiempo, aunque ahora están registrando un nuevo incremento de pruebas PCR que les impide atender como querrían otras patologías. “No damos abasto y la centralita está colapsada, los pacientes se están tres y cuatro días llamando para poder hablar con nosotros”, lamenta Juancho Montero, médico de familia del CAP Rocafonda Palau de la localidad de Mataró.
Este centro de atención primaria registra el 50% de todos los positivos diagnosticados en la ciudad –que tiene otros siete ambulatorios–, lo que les ha dejado en una situación de saturación total. Las colas diarias frente al centro son “enormes”, según Montero. Este facultativo calcula que al menos el 20% de su tarea diaria ha pasado a ser de atenciones relacionadas con la COVID-19, sin contar con toda la carga burocrática asociada a la epidemia, que tiene que ver con dar bajas laborales a los contactos de positivos.
El sindicato mayoritario Metges de Catalunya convocó una huelga para exigir más recursos la semana pasada, pero la acabó suspendiendo al cabo de dos días precisamente debido a la situación epidemiológica. En los últimos días, numerosos profesionales de la Primaria, entre ellos varios directores de centros en Barcelona, han exigido a través de una campaña en Twitter que se habiliten nuevos espacios para hacer las pruebas PCR y así evitar aglomeraciones en los ambulatorios.
“Necesitamos espacios alternativos para hacer las PCR de contactos, ¡hace falta uno por distrito!”, reclamaba Oriol Rebagliato, adjunto al CAP Gòtic, en un mensaje replicado idénticamente por otros profesionales. Otras de sus consignas han sido que los médicos de familia dejen de ser responsables de extender las bajas laborales a las personas en cuarentena.
En el nuevo protocolo que Salut ha mandado esta semana a los CAP y hospitales se introduce una nueva vía de diagnóstico, las pruebas de antígenos, que será presentada este jueves por la consellera de Salut, Alba Vergès. Estas pruebas son menos fiables pero mucho más rápidas y, según el protocolo, deben ser la primera opción en los CAP, servicios de urgencias y entornos vulnerables (residencias y centros de discapacitados) cuando se realicen a personas con síntomas recientes. “Debe tenerse en cuenta que un resultado negativo no descarta completamente el diagnóstico”, alerta el protocolo, al que ha tenido acceso este diario.