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Multireferéndum

Siempre que puedo, en estos actos públicos que frecuento de un año a esta parte, utilizo una metáfora. Ya me dirán qué les parece. Para hablar de la diferencia entre ser una autonomía y ser soberanos, a lo que aspiramos, les digo que la diferencia entre autonomía y soberanía es la misma que hay entre tener diecisiete años o dieciocho. Parece muy poca cosa pero, de hecho, es la diferencia entre ser un niño y un adulto en términos legales. Un menor, un chico con autonomía, puede vivir la ficción de la libertad. Si tiene unos padres bastante liberales o despreocupados, puede llegar de madrugada, tener tele en el cuarto, traer chicas a casa e incluso tomarse una cerveza con el padre. Pero la libertad verdadera, la que deriva de la soberanía, no la tiene. No puede montar una empresa, casarse y sobre todo, no puede huir de casa sin consentimiento porque la Hemetèrita, que decía Chiquito, devolvería al crío a la disciplina constitucional de la indisoluble unidad de la familia.

O dicho de otro modo, a los menores, a las autonomías, se las trata con condescendencia, quizá con generosidad si se portan bien, como Monago, pero nunca con justicia e igualdad dado que son entes “inferiores”. La única manera de ser respetado es ser adulto. Ser soberano.

Pues esta metáfora me ha venido a la cabeza después, eso sí, de unos minutos de maldiciones y tacos, al conocer la noticia de que la Junta Electoral Central ha prohibido la instalación de urnas a los compañeros de la campaña por el Multireferéndum.

Hace unas semanas pude asistir a un acto informativo y de debate sobre una de las preguntas que se someten a votación. En concreto la planteada por la Red para la Soberanía Energética que dice: “¿Desea que la ciudadanía de Catalunya establezca un control democrático directo sobre el sector energético?”

El debate se realizó en el Pou de la Figuera de Barcelona, lugar que, como para muchas personas, me trae muchos recuerdos agradables de la victoria sobre el Agujero de la Vergüenza. El debate fue muy interesante sobre todo para alguien como yo que no es ningún experto en el sector (estaba Gerardo Pisarello, un hombre del que tengo ganas de hablar porque ha conseguido dominar el don de la ubicuidad en todo lo que se hace interesante en Barcelona)

Total: rigurosidad, datos, propuestas... Política adulta, cívica, responsable y muy agradable. Quiero decir que, frente a la vacuidad y el secretismo de la vieja política, esta politización ciudadana que representa magníficamente la gente de Multireferéndum poco tiene de naif y de inofensiva. Y mucho de futuro.

La Junta Electoral Central les ha prohibido las urnas por motivos que nos remiten a la metáfora del pricipio. Dice la noticia que “la junta considera que la instalación de urnas cerca de los colegios electorales podría influir en los electores”, además justifica la prohibición con este argumento: “el hecho de que los representantes de varias candidaturas electorales (PP, PSOE, UPyD, Vox, Cilus) se hayan manifestado contrarios justifica la naturaleza polémica de la convocatoria”.

¿Se han fijado? Unas urnas puestas en un mal sitio pueden distraer a los niños, los votantes, los menores que piensan que somos de la votación “buena”. La convocada por papás. Los niños podrán votar pero sólo lo que les digan. Y para remacharlo, la negativa de las instituciones únicas de representación democrática que son los partidos se considera relevante. La democracia es lo que los partidos dicen que es.

Como ven, en el caso del multireferendum se reproduce el mismo miedo que hacia el 9 de noviembre, las ILP o cualquier iniciativa local. Los niños pueden hablar en la mesa de los mayores sólo si hacen gracia. Cuando se empiezan a poner impertinentes, a la cama. Y a callar.

Por favor informaros de esta interesantísima iniciativa aquí http://www.multireferendum.cat/ Y no penséis que la cosa se acaba. Convocatoria este viernes a las 11:00 horas en la Plaça de la Vila de Gràcia, una rueda de prensa y concentración y, por supuesto, habrá recurso al supremo.

No es que no quieran urnas, es que sólo quieren las suyas. Pero que no se agobien porque a partir de ahora verán muchas urnas ilegales, muchas.

Siempre que puedo, en estos actos públicos que frecuento de un año a esta parte, utilizo una metáfora. Ya me dirán qué les parece. Para hablar de la diferencia entre ser una autonomía y ser soberanos, a lo que aspiramos, les digo que la diferencia entre autonomía y soberanía es la misma que hay entre tener diecisiete años o dieciocho. Parece muy poca cosa pero, de hecho, es la diferencia entre ser un niño y un adulto en términos legales. Un menor, un chico con autonomía, puede vivir la ficción de la libertad. Si tiene unos padres bastante liberales o despreocupados, puede llegar de madrugada, tener tele en el cuarto, traer chicas a casa e incluso tomarse una cerveza con el padre. Pero la libertad verdadera, la que deriva de la soberanía, no la tiene. No puede montar una empresa, casarse y sobre todo, no puede huir de casa sin consentimiento porque la Hemetèrita, que decía Chiquito, devolvería al crío a la disciplina constitucional de la indisoluble unidad de la familia.

O dicho de otro modo, a los menores, a las autonomías, se las trata con condescendencia, quizá con generosidad si se portan bien, como Monago, pero nunca con justicia e igualdad dado que son entes “inferiores”. La única manera de ser respetado es ser adulto. Ser soberano.