El sábado pasado Girona fue el centro mundial del sector de la independencia. Si Barcelona tiene aquel congreso del móvil, Girona tuvo el mejor en smart-indepes. O sea: la feria Estelània, Carme Forcadell, los llamados Líderes del Sí y (aquí es donde entra un servidor), una especie de Mundial paralelo de escritores independentistas. Todo bajo el explícito nombre de: Jornades Catalunya vol viure en Llibertat i amb Dignitat. Los compañeros de El punt Avui organizaban el encuentro y la cosa, creo, fue bastante bien.
Llegamos a Girona en tren con David Fernández, de la CUP, y Pere Macias, que insiste en que todos debemos proteger al presidente ante los ataques finales de los borbónicos. Ya en el Auditorio de Girona, unos sesenta autores nos reunimos bajo unas reproducciones ampliadas de las portadas de nuestros libros que cuelgan de una pared como si fueran cuadros. Es la nueva National Gallery. El profesor Joan Francesc Mira nos imparte una ponencia de las suyas. Erudita, divertida y con este punto suyo tan envidiable entre la distancia irónica y el entusiasmo. Habla después Mascarell. Un poco largo y confuso pero vaya. En la sala de al lado el ambiente es totalmente diferente. Carme Forcadell ha reunido al pueblo soberano más entusiasta. Nos hacemos una foto y nos dan unos tickets para la Firatast, una feria gastronómica bastante variada y sabrosa. Bien, todo muy bien.
Unas jornadas por la libertad que saben, o al menos así lo espero, a fin de curso. Pero no a fin de curso cualquiera. A fin de curso de segundo de bachillerato, por ejemplo, cuando tienes que elegir a qué carrera irás el otoño siguiente. Un fin de curso de año de selectividad. De no retorno.
Hasta ahora, el modelo festivo-familiar-masivo ha sido un éxito emocionante y brillante. Pero ya no podemos tirar más de veta, debemos cambiar de espíritu. La CUP en Cervera, mientras en Girona se daba cierre a las festivas jornadas, pedía “resistencia civil” para blindar el 9N. A los catalanes, como buenos mediterráneos, se nos dan bien los actos de inauguración olímpica, las cremàs, las patums y el espectáculo multimedia. Ahora tenemos que ver si somos capaces de incorporar otro espíritu. Un espíritu inamovible, duro, cabido. Un nuevo talante que, desde la más absoluta tranquilidad y pacifismo mostremos al mundo la parte que falta de nuestro discurso. Ellos ya saben que somos un pueblo unido y alegre. Tienen que ver que cuando es necesario, somos combativos.
Porque puede ocurrir que, terminado el jolgorio y las marchas, nos dé pereza salir a defender las urnas, a plantarnos donde sea, a jugarnos el tiempo, el sueldo y el ocio. Y que algunos crean que nuestro trabajo ya está hecho y que ahora les toca a los políticos rematarlo. Y llegaremos tarde.
Comienza la selectividad natural. La prueba de resistencia que determina si un pueblo con su voluntad si es apto para la libertad.
Un servidor es de esos del procés. Quiero decir que estoy metido tal y como se suelen meter los periodistas en los procesos políticos de todo tipo. Con entusiasmo vital pero con una inevitable distancia intelectual que el oficio lleva incorporada.
Este blog es pues el relato de estos meses de participación política con ojos de periodista. No se preocupen que sí se puede hacer. Muchos periodistas en la historia han tomado partido sin que eso fuera (necesariamente) una pérdida de su objetividad o de su capacidad de análisis. Pienso en Gaziel o Pla, colaboradores estrechos de Cambó. O en George Orwell o Hemingway que nunca trataron de explicar la Guerra Civil desde ambos bandos sino que escribieron y lucharon en defensa de uno.
Ahora que ya me he comparado con los grandes, ya puedo volver a la realidad. Para que ustedes se hagan una idea general de mi posición, soy miembro numerario de la ANC, participo activamente en la asociación Súmate y, de vez en cuando, los amigos de la CUP tienen la paciencia y la misericordia de invitarme a hablar en sus actos. El retrato, bastante nítido, pretende ser sólo el marco en el que se desarrollarán las crónicas que, no necesariamente, tratarán de las entidades antes citadas.
El momento es histórico, no hay duda. Y un servidor desde la modestia de su crónica personal aspira al menos a traer reflexiones y experiencias para todos aquellos que lo viven intensamente, de manera distante o como un estorbo que estorba toda discusión política.
Espero no causar más molestias que beneficios con las crónicas que, de aquí hasta el nueve de noviembre (y más allá), tengo la intención de ofrecerles.