Barcelona se lanza día y noche a regar manualmente sus árboles para salvarlos de la sequía

Pau Rodríguez

8 de febrero de 2024 22:56 h

0

Tras 30 años echando raíces, bebiendo agua de la lluvia y de unos aspersores hoy desactivados, los árboles del Parque de la Barceloneta se mueren literalmente de sed. Las hojas marrones de las casuarinas y las tipuanas que pueblan este jardín de Barcelona son un testimonio visible de la preocupante falta de precipitaciones, y una señal de alarma que ha obligado a mandar a un grupo de operarios municipales a regar los ejemplares uno por uno. 

Desde que se decretó la emergencia por la sequía la semana pasada en Catalunya, que afecta a toda la conurbación de Barcelona, el Ayuntamiento de la capital catalana ha puesto en marcha un plan para salvar la vida al máximo de árboles posibles. Decenas de camiones cisterna circulan de día y también de noche por las calles de la ciudad abasteciendo de agua no potable a una flota de pequeñas camionetas con depósitos de 1.000 litros. Quienes las conducen son los encargados del llamado riego de supervivencia.

Pero hay un problema: no hay camiones ni empleados de Parques y Jardines suficientes para llevar el agua necesaria a los 250.000 árboles distribuidos por la zona urbana de Barcelona. Ante la situación de emergencia, el consistorio ha tenido que elaborar una suerte de protocolo con criterios de priorización de algunos ejemplares. Por delante de los demás pasan los que aportan bienestar a la población, como son los que dan sombra en la calle, pero también las palmeras o los de parques emblemáticos e históricos. 

Se tarda décadas en reemplazar un árbol

A las 9:30 de este miércoles, una camioneta con un depósito de 1.000 litros de agua salía al rescate de las caruanas y las tipuanas del Parque de la Barceloneta, dos especies de climas tropicales que deberían resistir bien al estrés hídrico, pero que actualmente están sufriendo demasiado. “Son árboles que tienen 30 años y una biodiversidad importante; suelen atraer pájaros insectívoros”, los describe Elisenda Lurbes, jefa de ámbito de Conservación de Parques y Jardines para los distritos Ciutat Vella y Sant Martí.

“Si uno de estos árboles muere, tardaremos tres décadas en tener otro con una dinámica igual. De ahí esta batalla tan fuerte que estamos librando para preservar el arbolado de la ciudad”, declara. El rol que juegan los árboles en una ciudad como Barcelona es además fundamental para mitigar la contaminación y las altas temperaturas en verano.

Para salvar el arbolado, desafío que comparten los demás pueblos y ciudades en emergencia, el Ayuntamiento no puede usar agua potable, porque está prohibido. Debe recurrir a la freática, la que se acumula en el subsuelo, y explicitarlo con carteles. Si no está bien visible la procedencia del agua, el Ayuntamiento puede recibir una multa.

En situación de normalidad, el riego de zonas verdes en Barcelona supone 3 hm3 de agua al año, de la que solo el 16% es freática y el resto, potable. Pero en la actual alerta máxima el uso permitido es de 0,87 hm3, de los que el 100% debe proceder de este origen subterráneo. 

La disponibilidad de agua freática, que se usa también para la limpieza de las calles, es más que suficiente, apuntan fuentes municipales. El reto está en hacerla llegar a todo el arbolado. Actualmente hay en circulación 28 camiones cisterna con capacidad de 20.000 litros tanto para baldear calles como para regar arbolado, a los que se suman otros 10 de Parques y Jardines solo para este cometido. Estas cubas, llamadas nodriza, son las que alimentan las 48 camionetas con depósitos más pequeños que se usan para regar. La tarea emplea en total unos 290 empleados de Parques y Jardines.

Los turnos son por mañana, tarde y noche, cuando se suele dar prioridad al arbolado de las aceras. “Es una cuestión de eficiencia, porque es cuando hay menos circulación de tráfico”, precisa Lurbes. 

Una treintena de árboles en una mañana

Para comprender la laboriosidad y las limitaciones del riego de supervivencia basta con pasar unas horas junto a uno de los equipos de Parques y Jardines. Antes de regar, los operarios levantan muros de tierra alrededor de cada árbol para que no se pierda ni una gota de agua. Luego destinan unos 200 litros a cada ejemplar. Esto significa que hay que rellenar el depósito de 1.000 litros cada cinco árboles, lo cual implica subirse a la camioneta y conducir hasta el punto de captación. Si en una mañana hacen siete viajes, cubren una treintena de árboles. No más. 

Los técnicos de Parques y Jardines nunca habían vivido una situación como la actual, con más de tres años de déficit de lluvias. No están acostumbrados a regar. “Solo lo hacemos con las plantaciones de flores y es riego a manta”, relata la empleada Laura Flores. Los únicos árboles que se suelen someter a irrigación son los que se acaban de plantar y hasta que cumplen cuatro años.

El riego de supervivencia es una operación “quirúrgica”, dice la responsable municipal de los parques y jardines en este sector, y en la que sus responsables van decidiendo sobre la marcha. Tanto Lurbes como los operarios admiten que, más allá de los criterios de selección del arbolado, van decidiendo a cuáles dan agua y con qué periodicidad en función de cómo los observan. 

“En una misma calle, no se le da el mismo agua a un árbol que está más expuesto al sol que al que está en la sombra”, pone como ejemplo.

Los que más estrés sufren suelen ser los árboles de ribera, como los chopos que abundan en los parterres de Gran Via o los plátanos, que son la especie más común en la ciudad, con más de 18.000 ejemplares (el 9% del arbolado). Otras que están en el punto de mira del consistorio son las más de 12.000 palmeras, desde que en verano cayó una datilera en el barrio del Raval que dejó una víctima mortal. 

Lurbes también ha detectado que, más allá de la especie, los más vulnerables a la sequía son los que se levantan sobre el césped de los parques, porque suelen beneficiarse del riego por aspersión. Un dosis de agua que no reciben desde hace casi un año. 

Desde el Ayuntamiento dan por hecho que, si no llueve en los próximos meses, no todos van a sobrevivir, empezando por los que no están en zona urbana sino boscosa, como en los parques de Collserola o Montjuïc, puesto que estos dependen solo de la lluvia. En cuanto a los que se levantan en la trama urbana, afirman: “No se parte de la base de establecer que unos árboles se van a morir y otros no. No se llegará a todos lados, pero se actúa con criterios de salvar el máximo de arbolado”. 

A pie de parque, Lurbes es más optimista. “El objetivo es la supervivencia de todos, cada uno con sus necesidades. Yo creo que lo conseguiremos”, dice. Pero matiza: “Quizás alguna especie en algunos sitios sí sufrirá bajas, pero eso es como las personas. Son también seres vivos”.