- Artículo publicado en el blog Laperiodistadesquiciada.
Llega la Diada y hay que marcar paquete. No uno, ni dos, sino tres falos tiene ya Barcelona. El primero, y el más original, es la escultura La dona i l’ocell de Joan Miró; el segundo es el pepino de la Torre Agbar, de Jean Nouvel, aunque también podría servir como vibrador. Pero es el tercero el más simbólico de todos. Se trata del mástil de madera de 1714 centímetros que el Ayuntamiento de Barcelona ha colocado esta semana en el lado derecho de la puerta principal de acceso al Centro Cultural del Born, que se inaugurará oficialment el 11-S.
El solitario mástil de 6.000 euros espera su Senyera, un trozo de tela de 6x4 metros, que el consistorio tiene intención de colocar este fin de semana coincidiendo con la jornada de puertas abiertas organizada para los vecinos del nuevo museo que protege las ruinas más caras y más politizadas de la historia de Cataluña. Sería interesante que quien hace unos años criticó al gobierno Aznar por haber puesto una gigantesca bandera rojigualda en la plaza Castilla de Madrid hiciera ahora lo mismo, pero dudo mucho que esto suceda porque en este país estamos convencidos de que el ridículo siempre lo hacen los demás.
Los cabreados vecinos del Born –damnificados por años de olvido institucional, obras inacabables y ahora especulación inmobiliaria e invasión turística sin control- han rebautizado la plaza Comercial donde ondeará la bandera catalana como la plaza Tiananmen. Al margen de las connotaciones despectivas que el mote pueda tener, hay un dato objetivo que tendría que ser motivo de reflexión para el Ayuntamiento de Barcelona: en la plaza no hay ni una puñetera sombra. No han plantado ni un árbol (supongo que porque debajo hay un aparcamiento de B:SM que se construyó después de destruir unas ruinas similares), así que atravesarla en plena canícula será toda una proeza. Suerte de la sombra de la gigantesca bandera…
Ayer (o miércoles pasado), mientras los actores disfrazados que recrearán la invasión del ejército de Felipe V ensayaban el espectáculo y llenaban de gritos el entorno del centro cultural, un grupo de vecinos se dedicaba a pintar pancartas contra el alcalde Trias y la regidora Homs, responsables de los disparates que se están haciendo en Ciutat Vella gracias a la nueva ley de usos del distrito. Algunas pancartas de protesta de color blanco colgaban de las vallas que delimitan las obras, otras estaban en los balcones que dan a la plaza y contrastaban con las pancartas rojas que el consistorio también ha colgado con los apellidos de algunos de los barceloneses que vivían en el barrio en 1714, entre ellos un tal Hereu. Hoy (jueves), todas las pancartas colgadas en las vallas habían desaparecido.
“Se honra a los vecinos del Born del año 1714 y se desprecia a los del 2013”, se quejaba uno de los vecinos afectados mientras pintaba una pancarta. El comercio de proximidad ha desaparecido –excepto algún triste súper de la calle Comerç- y los vecinos han de ir a comprar a la zona de Santa Caterina, los precios de los alquileres se han disparado y están obligando mucha gente con pocos recursos a irse del barrio, y todos los locales cerrados por culpa de la crisis situados alrededor del Mercado del Born los están ocupando ahora tiendas de diseño, franquicias sin alma y restaurantes que llenarán la zona de terrazas y harán las noches de los vecinos un poco más infernales.
El único consuelo que nos queda a los que queremos a la ciudad es que la trifálica Barcelona del alcalde Trias forma en realidad un bonito triángulo.