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El susurro de las violencias cotidianas contra las mujeres en las calles de Barcelona

“La noche todavía no es nuestra”, nos decían algunas mujeres hace un año para hablar de las violencias cotidianas que sufren en la calle. Ahora el proyecto Fem Públic  (“hagamos público”) pretende que no sean ellas las únicas conscientes de estas situaciones. Se trata de una intervención impulsada por el colectivo de urbanismo con perspectiva de género Punt6, el centro de derechos humanos Irídia y la Cooperativa de Tècniques, que pretende mostrar esta realidad a otras personas a través de un paseo este viernes por el centro de Barcelona y recursos para replicar esta experiencias en distintos entornos.

“¡Venga guapa, ven con nosotros!” Es uno de tantos comentarios que se oyen en la audioguía que acompaña el recorrido, y proviene de las experiencias de mujeres que han participado en el proceso. “Nuestra propuesta era trabajar a partir del conocimiento situado, que es una mirada muy derivada de los feminismos negros, teniendo en cuenta las experiencias que vivimos las mujeres como sujetos cruzados por distintas identidades”, explica Carla Alsina, de Irídia. En el proceso de elaboración del proyecto se han desarrollado talleres con mujeres, feministas y trans y también específicamente con mujeres migrantes.

“Llevamos años trabajando la percepción de seguridad en el espacio público, las situaciones de acoso y que la ciudad no esté adaptada a las distintas experiencias que tenemos hombres y mujeres condiciona nuestro día a día, porque hay muchas mujeres que cambian sus recorridos por un tema de seguridad”, asegura Blanca Gutiérrez Valdivia, de Punt6.

“Trabajando con jóvenes feministas, que tienen un bagaje en estos temas, ante el acoso en el espacio público te puedes empoderar y contestar algo, pero coincidían en que ninguna sentía un apoyo social, y si estás cansada evitas pasar por determinados sitios o no contestas para evitar meterte en problemas”, apunta Gutiérrez Valdivia, que lamenta que “es algo que pasa en el espacio público pero que se aborda como una problemática individual”. “Queremos llevar a la calle lo que pasa a la calle, que la opinión pública se genere en el mismo lugar”, añade Alsina.

Para Marta González, una de las participantes en los talleres, es importante que esta intervención llegue a los hombres. “Puede ser un poco difícil ponerte en ese lugar, pero la gracia sería que participe gente que no es consciente que hay quien pasa miedo por la calle y que a lo mejor cambia de acera para no tener que pasar delante de un grupo”, dice.

¿Qué respuestas se pueden dar a esta situación? “Nosotras podemos tener estrategias para perder un poco el miedo y de autodefensa, pero la solución está básicamente en el otro lado, que no te hagan pasar miedo”, apunta González. “También son necesarios cambios en la trama urbana, porque pequeñas modificaciones en la ciudad pueden hacer que mujeres que no pasan por un lugar de noche puedan pasar si tenemos espacios más vitales, con gente, señalizados y visibles”, añade Gutiérrez Valdivia. Barcelona ya ensaya la aplicación del urbanismo con perspectiva de género en algunos barrios como la Marina del Prat Vermell.

La perspectiva de las mujeres migrantes apunta también que a veces las agresiones no vienen sólo de los hombres. Shazia Yaseen, vecina del barrio del Besòs, participó en un taller del proyecto en el espacio Anissa y habló de los comentarios que oye por la calle por llevar velo. “Especialmente mujeres y hombres mayores me dicen cosas como que vuelva a mi país, pero yo llevo diez años aquí, mis hijos van a la escuela aquí, ¡no hay derecho!”. Vivencias como la suya también aparecen reflejadas en el recorrido.

El proyecto de Fem Públic saldrá a la calle este viernes con motivo del día internacional por la eliminación de las violencias contra las mujeres, pero no se acaba aquí. “Queríamos hacer una intervención que pueda ser replicable en otros barrios, pueblos o ciudades”, explica Carla Alsina. “Hemos hecho tutoriales y trabajado con tecnologías bastante sencillas y cotidianas como puede ser un móvil”, apunta. El reto es no dejar de abrir ojos –y orejas– a vivencias hasta ahora invisibilizadas.