La llegada del Aquarius a Valencia dejó en un segundo plano la oleada de migrantes rescatados en las costas andaluzas: más de 1.300 personas en un fin de semana. De estos, un grupo de 150 ha recalado en Barcelona. Son jóvenes, hombres de entre 18 y 25 años. Sólo hay dos mujeres. Más de la mitad van camino de Francia, donde tienen amigos y familiares. Elhadj Diallo es una excepción. Él tiene previsto quedarse en la ciudad y pedir asilo a España después de huir de Guinea por amenazas de seguidores del partido en el gobierno del presidente Alpha Condé.
Su periplo empezó el 4 de mayo de 2017. Más de un año entre su partida de Guinea y su ansiada llegada a España. Diallo desgrana en medio minuto las etapas de un viaje de más de 6.000 kilómetros que ha realizado a pie y en una zodiac para cruzar el mar de Alborán: de Conakry, capital de Guinea, caminó hasta Bamako (Mali), y luego a Tominian, a las puertas del Sáhara.
Iba en un grupo con otros hombres, pero no todos lograron superar el desierto. “De 150 que empezamos a cruzar el Sáhara, llegamos a Argelia 25”, explica Diallo. Una vez en la capital argelina, siguió hasta Nador (Marruecos). Allí se subió a una zodiac con 60 litros de gasolina, dirección Almería. El combustible se terminó y la embarcación pasó 18 horas a la deriva hasta que fue rescatada por Salvamento Marítimo. “La travesía por mar ha sido lo peor del viaje”, asegura Diallo en el recibidor del albergue municipal que el Ayuntamiento de Barcelona y la Cruz Roja abrieron el domingo para recibir a los migrantes provenientes de las costas andaluzas.
A diferencia de Diallo, la mayoría de los 150 migrantes llegados a Barcelona lo son por razones económicas y no pedirán asilo. La mayor parte del grupo proviene de países del África francófona, en especial Guinea, Costa de Marfil y Camerún, y fueron rescatados este fin de semana en las costas de Cádiz y Almería. “Son países pobres y llenos de miseria”, resume Diallo, diagnóstico que recibe la aprobación de dos compañeros. Son su nueva familia, pues Diallo perdió a sus padres en Guinea y no tiene hermanos.
“Pedimos a la comunidad internacional y en especial a la Unión Europea que vengan a socorrernos, a ayudarnos y permitan integrarnos en su sociedad. La diversidad es un desarrollo para las naciones”, implora Diallo. La petición de este guineano llega horas después de conocerse la última idea de los gobernantes comunitarios: instalar centros de clasificación de inmigrantes en el norte de África.
Diallo, como el medio centenar de migrantes que espera sentarse para comer en el albergue habilitado por el Ayuntamiento y la Cruz Roja, viste una camiseta del F.C. Barcelona, donación de la fundación del club. La ropa es precisamente de lo que más se necesita. La mayoría de los migrantes que han recalado Barcelona desde el pasado domingo han llegado con lo puesto, esto es, sin nada. Como máximo, un teléfono móvil en el bolsillo o una pequeña bolsa con enseres personales. Diallo y el resto de migrantes acuden al bar de al lado del albergue, a por wifi.
Poder cambiarse de ropa, lavarse, dormir ocho horas del tirón, bajo techo y en un colchón, comer adecuadamente.... son acciones básicas que los migrantes llegados a Barcelona llevaban meses sin poder hacer. Han llegado agotados, mental y físicamente, aunque en 48 horas su estado de ánimo y de salud ha mejorado, cuentan quienes los atienden. Una treintena de migrantes ya ha localizado a familiares o amigos en Catalunya y ha decidido irse del albergue.
Una vez llegados a la capital catalana después de viajar en tres autobuses desde Almería y Cádiz, se les proporciona ayuda médica y psicológica. Desde la Cruz Roja aseguran que, afortunadamente, no se han dado cuadros médicos graves, aunque algunos hombres sí presentan quemaduras por la exposición al sol. Tanto la organización humanitaria como el Ayuntamiento de Barcelona, que ha reabierto en junio un albergue que sólo se usa en el pico del invierno para los sintecho, creen que los 150 migrantes llegados desde el pasado domingo no serán una excepción y que el verano será un goteo constante de personas provenientes de la frontera sur de España.
“Si se nos terminan las plazas en los albergues y las pensiones, abriremos los polideportivos. Barcelona acogerá sí o sí”, sentencia el teniente de alcaldía Jaume Asens, que advierte de una situación “insostenible si el Gobierno no ayuda”. La casi totalidad de los consistorios del área metropolitana de Barcelona también se han ofrecido para acoger a los migrantes. “Nos encontramos ante un problema estructural y en una situación de auténtica crisis en nuestras costas”, asevera el director de cooperación internacional de la Cruz Roja en Catalunya, Ramon Jané.
Los servicios municipales de Barcelona atendieron el año pasado a 16.936 migrantes, 4.405 de las cuales eran potenciales solicitantes de asilo. En 2018 se superará esta cifra: entre enero y mayo, el SAIER (Servicio de atención a Inmigrantes, Emigrantes y Refugiados) ha atendido a 3.590 personas, y la previsión es cerrar el año con más de 8.000 posibles refugiados. Diallo está a punto de sumarse a esta lista. “Me gusta Barcelona, quiero quedarme”, concluye.