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Entidades sociales piden que el clamor por los refugiados se traduzca en compromisos políticos

En unos minutos empezará la música en el Palau Sant Jordi de Barcelona. 15.000 personas se unirán en apoyo a las personas refugiadas en el primer gran acto de la campaña 'Casa nostra, casa vostra', una iniciativa que ha hecho transversal el problema de los refugiados –con el trabajo de decenas de colectivos y más de 300 voluntarios– y que culminará el próximo día 18 de febrero con una manifestación en Barcelona. Las entidades sociales se muestran precavidas ante dicho clamor: esa música triunfal les suena a simple cantinela... “El ruido no servirá si no se traduce en compromisos políticos firmes”, aseveran desde el colectivo de apoyo a los vendedores ambulantes, Tras la Manta.

Por ese mismo motivo, mientras riadas de personas llegadas de toda Catalunya acceden al Palau Sant Jordi, miembros de la misma Tras la Manta, del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes, de los Iaioflautas y otros tantos activistas venidos de Mataró, Cornellà o Salou se han acercado a las puertas del recinto para repartir folletos a los asistentes. “Esto no puede quedar sólo en un concierto”, dicen.

A pocos minutos del inicio del acto solidario son decenas los manifestantes que combaten el frío en la montaña de Montjuic. No les preocupan las condiciones climáticas, están acostumbrados a las inclemencias: hace años que luchan por las personas refugiadas, las migrantes en general, en un acusado silencio mediático. Ellos estaban aquí antes que 'Casa nostra, casa vostra' hiciera llegar parte de su mensaje a todas las casas catalanas. Y estarán después: “Esto ha armado mucho revuelo, pero el trabajo se hace también día a día”, comenta otro de los jóvenes que protesta mientras los asistentes van accediendo al recinto del concierto.

Mientras lamenta que las instituciones sigan impasibles ante la lucha de ciertos colectivos, Esteban –uno de los veteranos de Tras la Manta– se apoya en sólo una de sus muletas, guardando una mano en el bolsillo y, a continuación, la otra. “Ni el frío puede con nosotros”. Y reflexiona: las entidades saben que el mensaje multitudinario de 'Casa nostra, casa vostra' recibirá “más atención” de la que ellos gozan. La misma Ada Colau ha confirmado su presencia en el concierto, y así otros líderes. Es por eso que es “importante” –sostienen desde Tras la Manta– que en la entrada al Sant Jordi luzcan las pancartas de los migrantes, y que los folletos “corran de mano en mano”, entre canción y canción del recital.

Fruto de los años de luchas por las personas migradas, saben también, y como dice Esteban, que si esto no se traduce en políticas concretas, “nada de nada”. El propósito de las entidades sociales parece ser compartido por los organizadores del evento que, como declaraban hace unos días, ya trabajan en un decálogo de compromisos políticos.

“Papeles sin contrato, empadronamiento, trabajo: solución ahora”, reza la pancarta tras la que se concentran minutos antes del concierto las personas migrantes. Su marcha hasta el Sant Jordi de Barcelona coincide con los últimos paseantes de la zona, y también con los primeros asistentes al concierto. La marcha pasa de forma pacífica por la ladera de Montjuïc, cuando una turista rusa pregunta: “Qué es esto?”. Tras las pertinentes explicaciones de la acción, la turista añade, tocándose la nariz con timidez: “No, perdón, me refería a eso”. Señala las fuentes de delante del Museo Nacional de Arte de Catalunya, quiere saber sobre el horario.

La anécdota ilustra la gran duda de los manifestantes: cuánto calará su mensaje del día de hoy, cuánto calará la campaña lanzada por 'Casa nostra, casa vostra'. Lo que tienen claro es que hay que “mirar más allá de los refugiados” y “hay que luchar por todos los migrantes, empezando por los que están aquí”: acabar con las políticas que impiden a estos regularizar su situación y que les hacen vivir con temor, “como la Ley de Extranjería”, citan.

Un ejemplo concreto: el mismo Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona, con algunos de sus asistentes entre la protesta, tenía previsto realizar un mercadillo rebelde como forma de presión a las puertas del Sant Jordi. Pero han renunciado a la idea: demasiada policía. “Los chicos están concienciados, pero no pueden arriesgar más”, dicen desde el sindicato.