¿Una muralla medieval en un párking y una calavera en la Generalitat? Los 'secretos' históricos de Barcelona
Cuántos millones de personas pasan cada año por debajo del Pont del Bisbe de Barcelona, icónica estampa del barrio Gótico, fondo ineludible para los selfies de miles de turistas y de sesiones fotográficas de bodas, y aún así casi nadie se suele percatar de la existencia de una misteriosa calavera en su parte inferior. Al parecer es real, pero falta saber por qué se decidió colocar allí. Un secreto como tantos de la ciudad. Como la gruta con estalactitas y estalagmitas debajo del Parque de la Ciutadella que se atribuye a Gaudí, el panteón de los muertos en la Guerra de Cuba escondido en el cementerio de Les Corts o una parte de la muralla de la ciudad del siglo XIII que se conserva en un párking del centro y en la que ni siquiera se fijan quienes estacionan en él.
El periodista Xavi Casinos es uno de los apasionados por la historia de la ciudad que se dedica a cazar estas curiosidades. No es el único, pues junto a él lo hacen historiadores y blogueros amantes del patrimonio de Barcelona. Tampoco es que tenga un criterio fijo sobre qué es un secreto y qué no, más bien se guía por su propia fascinación sobre aquellos elementos de otras Barcelonas que perviven en el espacio público de la ajetreada urbe del siglo XXI, vestigios que van desde la época romana hasta el franquismo y que no suelen estar incluidos en ninguna guía oficial, ni siquiera en las alternativas. Sí lo están en sus libros Barcelona secreta, de los que ahora publica la tercera entrega, y que parten de más de 300 entregas publicadas en La Vanguardia y la COM Ràdio.
“Barcelona no es Roma, donde haces un agujero en el suelo y te sale de todo, pero igualmente hay distintas capas históricas que conviven”, apunta este periodista. Un buen ejemplo de ello es el fragmento de muralla de del siglo XIII que cruzan todos aquellos que con su coche entran en el aparcamiento que hay debajo de La Rambla, a la altura de la Plaça del Teatre. Pere II el Gran ordenó en 1285 construir esa fortificación para ampliar el perímetro de la ciudad y esta es la única parte que se conserva de ella. Emergió durante las obras para habilitar el párking. Otro trozo de muralla, esta algo más conocida y del siglo XIV, se encuentra en la sala erótica Bagdad.
Baloncesto en un claustro gótico
Salta también a la vista, por su contraste, el caso de un claustro gótico del siglo XV que ha acabado albergando en su interior una pista de baloncesto, en la escuela Sant Miquel del barrio del Eixample. “Es una joya guardada con celo por los responsables del colegio”, explica Casinos. El conjunto de arcos formaba parte del antiguo convento de Santa Maria de Jerusalem, en el Raval, hasta que el recinto fue asaltado durante la Revolución de La Gloriosa, en 1868, y el claustro fue retirado piedra a piedra. Años después, en 1885, se reconstruyó en esta escuela.
La mayoría de las piezas singulares que reseña este periodista están en la calle o en lugares públicos. Otros son más inaccesibles. En alguna ocasión explica que ha tenido que llamar a puerta fría, a timbres o teléfonos. Así lo hizo, dice, para entrar en un edificio privado, el número 5 de la calle Berlinès, en cuyo interior hay una réplica del Patio de los Leones de la Alhamba de Granada. El inmueble es de 1875. La leyenda, dice Casinos, es que el propietario, que era alemán, hizo construir ese conjunto arquitectónico para aplacar la añoranza de su mujer granadina.
Del Palau de la Generalitat, sede del Govern, se da la casualidad que alberga dos de los secretos recogidos en el libro. Un tercero lo podría aportar elDiario.es, que desveló en 2020 la existencia de un refugio que mandó construir Lluís Companys durante la Guerra Civil. El primero es la citada calavera atravesada por una daga del Pont del Bisbe, que une el Palau con la Casa dels Canonges. Este puente, obra del arquitecto Joan Rubió i Bellver, en la década de 1920, es el máximo exponente de la remodelación del entorno de a catedral con un estilo neogótico que engaña a los visitantes. “Unos dicen que, si se retira la daga, Barcelona se derrumbará hasta sus fundamentos”, añade más mitos Casinos.
La otra singularidad del Palau, más casualidad que curiosidad, es la del astronauta. En la misma calle del Bisbe, y de nuevo solo al alcance del transeúnte observador, la fachada del edificio de la Generalitat contiene un altorrelieve particular. En realidad es un Sant Jordi matando al dragón, esculpido por el escultor Pere Joan entre 1414 y 1418. Pero sin la lanza y el estado actual del casco, puede llegar a parecer un hombre con traje de astronauta o escafandra.
Las paredes hablan: porno, afiladeros y galeras
Un lugar donde sobreviven los mensajes y señales de otro tiempo son las paredes. Suelen ser habituales en muchas ciudades las marcas de antiguas inundaciones o del impacto proyectiles de guerra, como es el caso de la fachada de la iglesia de Sant Felip Neri, llena de agujeros de metralla de una bomba de la Guerra Civil. Pero Barcelona secreta aporta variedad. En uno de los muros de la catedral se aprecian lo que parecen arañazos y en realidad son surcos resultado de afilar cuchillos y otras armas blancas durante años. Los afiladores populares.
Un hallazgo que divulgó recientemente el historiador Dani Cortijo, que a su vez se lo escuchó a un trabajador del Museu d’Història, es la silueta de una galera en el muro exterior de la capilla de Santa Àgata, en la Plaça del Rei. “Tras mojarlo con agua, se aprecia más claramente el buque, el palo mayor –las galeras solo tienen uno–, la cofa, el castillo de popa, la bandera y los remos”, describe el periodista. Según la historiadora y arqueóloga Gemma Garcia, por sus características sería de la Edad Media.
Pero sin duda los relieves más llamativos que descubre el libro son los de las mazmorras del Castillo de Montjuïc. “Que había dibujos y graffities de los internos de otras épocas no era ningún secreto, ya se había publicado, y yo fui a verlo porque al parecer había un dibujo de una batalla naval de la Guerra de Cuba”, narra Casinos. Lo que pasa es que lo que le llamó la atención es que había dibujos de alto contenido erótico, en el que aparecen hombres y mujeres practicando relaciones sexuales.
Las inscripciones aparecieron en cinco calabozos del Castell de Montjuïc durante una rehabilitación reciente y pertenecen a un periodo que iría desde el siglo XIX hasta la Guerra Civil. La mayoría sería de esa última etapa. Además del porno y de la batalla naval hay numerosos retratos, algunos de militares y también de Hitler, Mussolini o Popeye.
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