“Quizás la película interesante comienza justo cuando Ada Colau empieza a gobernar”
Pau Faus (Barcelona, 1974) sigue diciendo Guanyem. Guanyem en vez de Barcelona en Comú: mantiene el nombre de la semilla que dio la alcaldía a Ada Colau. “No soy consciente”, comenta, tras un café en el barrio de Gracia. Él vivió en primera persona el cambio de nombre del partido. Pero no sólo eso. También la elección de la cara de la alcaldesa en las papeletas, la campaña, la noche electoral... Todo esto lo ha recogido en el documental Alcaldessa, que suma la sexta semana en las carteleras catalanas.
Ahora mismo Faus se dedica a tirar de la película.“Para moverla, para que se visione”, aclara. Él que es arquitecto y cuando rodó su anterior documental —un mediometraje sobre la PAH, Sí se puede. Siete días en PAH Barcelona— hacía otros trabajos, ahora se dedica en cuerpo y alma al documental. Es ahora cuando vale la pena dedicarse en cuerpo y alma: “Las películas pasan”, comenta. Como ocurrió con el núcleo de Ada Colau y su viaje hasta ganar la ciudad, todo pasa. Hablamos con él sobre dicho viaje y sobre la frontera entre cine documental y propaganda.
¿Qué se planteaba en el inicio del seguimiento de Barcelona en Comú?
Veníamos de la PAH, por lo que en cierto modo formábamos parte de todo aquello... Una serie de gente tomaba una decisión que no era un paso más. Sino un cambio real. En cierto modo vimos que había una historia muy potente sobre la decisión de formar un proyecto político. Y, al igual que mucha gente, quisimos formar parte de aquello: ya fuera haciendo fotos, haciendo la parte gráfica... Queríamos comunicar este cambio: vimos la historia, y el cambio del personaje...
¿El cambio del personaje?
Todo era pura intuición. Pero vimos que aquello tenía que ser grabado. Fue algo muy natural, la verdad: debemos grabar el cambio del proyecto y de Ada Colau.
¿Qué hubiera pasado con la película si se hubiesen perdido las elecciones?
La película no era un doble o nada. Ganando teníamos película y perdiendo, también. Explicar esa realidad, la de un personaje como Ada y la plataforma, tenía sentido como fuera. Si hubieran sacado tres concejales, tendría el mismo valor. Pero no sé qué respuesta hubiera habido a la hora de buscar apoyos y productora. Lo que sí sabíamos es que era muy importante narrar desde el momento presente, todo era un proceso de cambio.
Que el viaje terminara en política oficial, ¿le generaba inquietud como documentalista?
Es evidente que una cosa es la PAH y otra es Guanyem. En el momento en que ciertos personas toman esa decisión, es cierto que se ve la contradicción que implica. El recordatorio constante a lo largo del proceso de quiénes somos y qué hacemos, ha estado ahí. Ada, a lo largo de los primeros meses, decía: “Tengo que ir a la asamblea de la PAH, es mi espacio...”. Y pasaban semanas y no iba. Todo aquello fue un movimiento de ruptura muy presente. Y la verdad existía la conciencia de que todo eran cosas incompatibles: ella hace poco dijo que no se puede ser alcaldesa y activista. Al principio todo esto lo intuyes, pero...
¿Como se evita caer en el propagandismo?
La película tiene un punto de vista y un posicionamiento, y no nos escondemos. Yo grabé un material por la relación de confianza que tenía con las personas de dentro... Pero la productora, Nanouk Films, que no tenía vinculación con el proceso, ha sido clave para decidir qué hacer con aquellas 200 horas de filmación: por encima de todo hay una película. Y de argumentos más bien clásicos. Nosotros cuando pensábamos en la película, esto es demasiado amable o no, decidíamos según lo que le viniera mejor a la película. Al final es la una película de un viaje. Del viaje de Ada Colau.
Pero la película actúa en un contexto político determinado.
Se ha llevado el premio a Málaga a mejor dirección, lleva un mes y medio en cartelera... esto, y otras cosas, nos han permitido romper con el relato de película de propaganda. La película pero siempre se podrá leer en presente, en Barcelona: emparentándola con el pacto PSC-BComú, con los disturbios en Gràcia... Es igual. Pero si esta película fuera sobre una activista en San Francisco que acaba siendo alcaldesa también verías la fuerza que tiene la propia historia. La épica de la victoria.
¿Se planteaba aguantar la película para no hacerla coincidir con el año en el poder de BComú?
Yo la hubiera sacado mucho antes. Tenía que salir en febrero pero todo se prolongó mucho más de lo que parecía; de hecho ha coincidido con el aniversario porque nos hemos alargado. Yo nunca había hecho una película larga, y...
Ahora se han estrenado varios documentales sobre partidos políticos. Es una forma de mensaje vertical que parece interesar a los partidos.
La herramienta documental es potente porque acorta las distancias entre las instituciones y los actores. Si se parte de un encargo de una parte representada, no sería exactamente documental sin embargo. No es tanto el formato como de donde sale: nosotros lo hicimos porque quisimos. Y hemos construido la historia como hemos querido. El documental nos permite asumir una posición más libre: la clave es donde empieza todo. Si mañana nos llama alguien del Ayuntamiento para hacer seguimiento de cómo se está haciendo todo por dentro ahora sería diferente...
¿Tenía claro en todo momento que el rodaje tenía que acabar con las elecciones?
Sí. Sino la película no se acabaría nunca... Quizás la película interesante comienza justo cuando acaba la que nosotros hemos hecho. [Ríe] Yo también pienso que lo que está pasando ahora es necesario conocerlo mejor. Pero hay que recordar que en la primavera de 2014, junto al nombre de Ada Colau, poníamos activista, y en 2015, alcaldesa: este cambio era suficientemente importante como para hacer una película... ¿A partir de aquí? No lo sé. Pero si tuviese que ser, preferiría elegir otro año para volver a rodar: el primero es puro aprendizaje... Pero dentro de seis años, ¿qué será de ellos? Eso sí que me produce curiosidad...
¿Qué relación han tenido los protagonistas con el material?
La película se ha hecho en la sala de edición, y allí hemos trabajado con libertad total. En algunos momentos, cuando se habla de negociación y partidos en el documental, había mucha gente que yo ni siquiera conocía, e hice consultas. Pero más allá de eso, nada...
Tiene una implicación emocional con los protagonistas. Si hubieran reaccionado fatal, ¿qué hubiera pasado?
Cuando tú construyes espacios de confianza, se construye por algo. Sí que podrían haberse esperado otra cosa, pero en principio no era el escenario con el que trabajábamos: sabía que podía tener total libertad. Nos habríamos equivocado todos mucho si después Ada Colau no se hubiese sentido nada representada con el resultado final. Pero la sensación de me estoy pasando o estoy siendo blando, siempre sobrevuela. Por todo ello evitamos caer en la tentación de comentarlo con ellos. He descartado escenas con contenido emocional potente porque miradas por alguien externo (productora) no tenían valor, eso sí.
¿Cómo les mostró la película?
A Ada le enseñamos una semana antes de la presentación en Málaga, en abril. Y los de BComú, ya después. Y gente como Pisarello diría que ni lo han visto porque no han podido...
¿Como reaccionó Colau?
Una vez superado el choque de verse, y con la crudeza de la película (no hay ni maquillaje), ella se emocionó. Han sido muchos cambios y aprendizajes internos a lo largo del viaje. Había frases y reflexiones que una vez que las miraba se removía en la silla, y miraba de reojo, y resoplaba... Hay cosas que expresa que ahora seguro lo haría diferente: cuando dice que no quiere formar parte de ese mundo [el de la esfera política], que se siente una intrusa... Toda esta parte ahora quizás sería muy diferente, pero es el valor que tiene. Muchas cosas cambian cuando uno se ve en el rol de alcaldesa.
Ella hace monólogos (videodiario) en el documental, ante la cámara. ¿Cree que ella iba tomando conciencia del relato? Parece que al final ya no se sale tanto de guión... Asume un nuevo rol.
Al principio fue un experimento, porque la primera sesión estaba llena de dudas: “¿Qué hago? ¿Miro a cámara? ¿No?”. A medida que todo va avanzando, el espacio introspectivo del videodiario empieza a tener un sentido para Ada. A medida que el viaje avanza cada vez puede decir menos cosas de puertas afuera; tiene una responsabilidad, habla en nombre de mucha gente. No es sólo marketing, es consenso con el grupo. El sentido del videodiario era retratar este conflicto entre persona y personaje. Cuanto menos puede decir de puertas afuera, más valor toma lo que nos cuenta de puertas adentro. Al principio tenemos un personaje en crisis y en transición; en medio está la estrategia, se ve que las cosas van en serio; y al final, cuando se relaciona con el resto de candidatos... quizás sea allí donde nace el personaje público que podemos ver ahora. Ese es su viaje.