Van a dar las 9h. y Giovanna, italiana afincada en Barcelona desde hace más de 30 años, se moja los pies en la orilla de la playa de Sant Sebastià. “Todavía no me atrevo a bañarme, está muy fría”. A su alrededor, varias parejas y grupos pequeños toman el sol en el primer día en que Barcelona ha reabierto sus playas. El calor que hace invita a ello pese a la prohibición del Ayuntamiento. Los barceloneses han vuelto al mar guardando las distancias.
Un paseo matinal constata que las playas de Barcelona han estado concurridas en su apertura pese a tratarse de un día laborable, si bien no se han producido aglomeraciones. Los que claramente incumplían la normativa eran los pocos grupos de hombres que hacían flexiones y se musculaban en grupo en la playa de Sant Sebastià una vez la policía ha acordonado el gimnasio de la Barceloneta, donde este miércoles los aspersores no han dejado de funcionar.
Pocos eran los que se decidían a dejar de tomar el sol para darse un baño, que también está prohibido. Valentina ha sido una de ellas. “Lo reconozco, no he podido resistirme y he tenido que hacer un chapuzón, no hay turistas y encima el agua está limpia. Los de la tabla bien que se pueden bañar”, asevera en referencia a los grupos que hacen kite-surf en el agua. A los deportistas federados sí se les permite entrenarse en el agua, y aunque el baño para el común de los mortales sigue restringido, no han sido pocos los que se han remojado o hecho unos largos.
Ya en el paseo, frente a los clubes de natación que permanecen cerrados, Silvia, María y Natchielle se quitan la arena de los pies. “Ha sido lo mejor de estos dos meses de confinamiento: tomar el sol, sentir las olas del mar.... te alivia un poco”, dice Silvia. Las tres se ganan la vida en la restauración y ahora están en paro. “Al menos ahora tenemos la playa, porque lo del trabajo parece que va para largo”, lamenta María.
Valentina, que trabaja de bailarina, niega que haya visto una rata en el agua, como sí dice Giovanna. Y se queja además de la doble vara de medir que, a su juicio, se hace entre distintas profesiones: “A los de la tabla y al Barça les permiten entrenarse en grupo, pero a los bailarines no nos dejan ni un teatro ni una sala y también tenemos que ejercitarnos”.
Entre risas y sin intentar emular los entrenamientos futbolísticos, Èric y sus cuatro amigos se pasan un balón. Han venido desde Sants a las 7:30h., la misma hora en que se levantaban cuando todavía cursaban 4º de la ESO de forma presencial. Cuando se les comunica que hoy la Generalitat concretará los planes para retomar las clases, la carcajada es todavía mayor. “Hay más ganas de volver a la playa que al cole”, sentencia antes de pedir una foto que inmortalice la vuelta a la arena.
Son las 10h. y a los menores de 70 les toca volver a casa. En general todo el mundo se retira de la playa, pero hay varios que se quedan rondando el paseo marítimo, lo que provoca que varios mayores que salen ahora a dar una vuelta frunzan el ceño (la mascarilla tapa la boca).
Entre los que apuran la vuelta a casa están Sullivan, Alejandro y Andrés, tres antiguos usuarios del gimnasio de la Barceloneta, que confiesan que ya se habían dado un chapuzón antes de este miércoles. “La prensa sois unos histéricos, habéis destacado lo de la Barceloneta pero debajo de mi casa los viejos también hablan en grupo y los jóvenes hacen botellones y no decís nada”, se quejan. Pero no reparten solo a los periodistas: “La policía dice a la gente que no se siente en la arena pero luego pueden estar corriendo. No se entiende nada. Y los políticos no tienen credibilidad ninguna, cada día van cambiando lo que aprueban”.
La Guardia Urbana, montada en un quad, avisa a los cuatro rezagados que quedan en la arena que deben irse, pues ahora es el turno de los mayores. Una pareja de agentes observa con preocupación los grupos de jóvenes que todavía quedan en el paseo: “Imagínate, dos para todo esto”.
A medida que pasan de las 10h. van apareciendo los ancianos de paseo. Hay pocos valientes que se atrevan a bañarse, y sin los jóvenes la playa está considerablemente más vacía. Lonie, una alemana que vive en la Barceloneta desde hace 15 años, estrena la playa homónima. Lleva bañador y, salvo que se lo repiense a última hora, se dará un baño. “Es una maravilla poder tomar el sol con la poca gente que hay”.
Los aspectos de las playas de la Villa Olímpica también son desiertos. Àngela, vecina del barrio, celebra que ya no se produzcan las aglomeraciones de los primeros días que se permitió salir a las familias: “Al principio fue como cuando abren el corral de los Sanfermines, pero ahora la gente ha aprendido”. Gemma y Francesc, una pareja de jubilados, pasean por la del Bogatell y están encantados con que no haya gente, pero más disgustados, al igual que otros tantos ciudadanos consultados, con la rectificación del Ayuntamiento sobre tomar el sol. “Es fantástico, tendremos que venir siempre porque no sabemos si aunque pasemos a fase 1 podremos salir de Barcelona”. En eso coincide todo el mundo: mañana repetirán.