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Dentro de un tanque subterráneo que evita las inundaciones en Barcelona: “Es igual que 22 piscinas olímpicas”

El tanque principal del depósito de aguas pluviales de Barcelona que se esconde debajo del parque Joan Miró, en Barcelona

Pau Rodríguez

9 de septiembre de 2023 23:17 h

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A primera vista, parecen los vestigios de un templo abandonado. De una civilización antigua. Hileras e hileras de columnas de unos diecisiete metros de altura sostienen esta enorme cueva que se abre bajo el parque Joan Miró, en Barcelona. 

El desgaste de esos delgados pilares, sin embargo, no se debe al paso de los siglos, puesto que están hechos de cemento. Es la erosión del agua que acumulan cada vez que hay fuertes inundaciones en la ciudad. Esta cámara escondida bajo tierra es en realidad uno de los depósitos pluviales más espectaculares de la capital catalana, que fue pionera en España a la hora de implantar los que se conocen también como tanques anti tormenta.

El primero que construyó Barcelona fue en 1999. Ahora tiene 15 repartidos por toda la ciudad. Pero no es la única urbe española con estos depósitos. En Madrid, debajo de la Casa de Campo, funciona desde 2009 uno de los mayores tanques de este tipo del mundo, en su caso fuera del núcleo urbano y para proteger al Manzanares. Hay ejemplos –consolidados o en obras– en Murcia, Bilbao, Alicante, Elche, Orihuela… “En España se produjo un boom de estos tanques entre los 2000 y 2010, porque antes casi no había nada”, contextualiza Luis Mediero, ingeniero de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), que explica que los primeros depósitos de este tipo se idearon desde los Países Bajos. 

En Barcelona, la creación de estos tanques fue un revulsivo para la gestión de las inundaciones pluviales. Hace meses se destacó como modelo de éxito en la revista ‘Nature’. “Antes la ciudad se anegaba muy a menudo. Había muchos episodios y algunos con fallecimientos”, recuerda Gemma Barnet, jefa del Servicio de Explotación de la empresa pública Barcelona Ciclo del Agua (BCASA). 

De la parte alta de la ciudad solían bajar las calles como ríos. Una tormenta en septiembre de 1995 fue el detonante para poner en marcha la red de depósitos: se interrumpió el suministro de electricidad y gas para decenas de miles de usuarios y murió un hombre en el Eixample.

Barnet comenzó a trabajar el año en que se inauguró el primer depósito, el que está debajo de la Escuela Industrial, en el Eixample. Esta ingeniera se conoce al dedillo todo el entramado de colectores y depósitos que se despliegan por el subsuelo de Barcelona. Por eso sorprende su confesión durante la visita:

– Creo que es la primera vez que bajo hasta aquí. 

Para acceder al depósito pluvial de Joan Miró hay que descender desde la calle a un primer piso en el subsuelo con despachos y un centro de control. De ahí, hay que atravesar un par de puertas blindadas que conducen hasta el enorme agujero. A medida que se avanza, aumenta el hedor y el ruido de las aguas que en ese momento pasan de largo. El tanque está completamente vacío y solo se empieza a llenar cuando diluvia tanto que el caudal del alcantarillado se acerca a 1,5 metros del asfalto. Es entonces cuando se abren automáticamente sus compuertas y se comienzan a llenar sus 55.000 m3 de capacidad. 

Cuando el enorme agujero está vacío, se puede descender por una escalera de metal y pasear por su suelo enmohecido. Como su funcionamiento es casi todo informatizado, nadie suele bajar hasta ahí, excepto alguna brigada de vez en cuando para limpiarlo. Por su espectacularidad, suele ser objeto de visitas escolares y de rodajes de películas, como La Casa de Papel o Los últimos días, el film de Álex Pastor que transcurre en una Barcelona postapocalíptica. 

Evita inundaciones y abocamientos

En una charla que transcurre entre los despachos y el interior del depósito, Barnet da cuenta de todos sus entresijos. Su función, para empezar, es doble. “Por un lado, evitar las inundaciones aguas abajo”, explica. En este caso, protege el área desde la Plaza España y Gran Via de les Corts Catalanes hasta el Paseo de Zona Franca. “Y por otro lado, sirve para evitar abocamientos al medio”, añade. El primer motivo es fácil de comprender. Cuando el alcantarillado se empieza a tensionar en alguno de sus puntos, se abre el depósito más cercano y empieza a acumular miles de litros de agua para soltarlos cuando amaina la tormenta. Esto evita que suba el agua hacia las calles.

Al mismo tiempo, se logra así su segundo cometido: evitar que colapsen los colectores que conducen a las depuradoras, paso previo para poder expulsar el agua al mar o a ríos como el Besòs. Barnet recuerda que el agua que recogen estos tanques no solo es pluvial –la que procede de la lluvia–, sino también residual, puesto que ambas se mezclan en el alcantarillado. Antes de la existencia de los tanques, se producían muchos abocamientos de agua sucia directamente al medio ambiente. Ahora se estima que se evitan 900 toneladas de vertidos de este tipo al año. 

La capacidad conjunta de almacenamiento de los almacenes anti inundaciones barceloneses es de 447.000 m3. En su catálogo, actualizado a enero de 2022, salen los quince recintos operativos y los proyectados para el futuro. La intención es llegar a los 31 depósitos, para lo que el Ayuntamiento aprobó el pasado abril una reserva de subsuelo.

Muchos de los existentes se construyeron cerca de antiguas rieras y ramblas. En la ficha del de Joan Miró salen sus medidas, se explica que consta de dos compartimentos (uno más pequeño, el primero que se llena, y otro más profundo), y se acompaña de una sugestiva descripción: “Tiene una capacidad de 55.000 m3, igual que 22 piscinas olímpicas”. El más grande de Barcelona, el de Zona Universitaria, puede albergar unos 105.500 m3. El de la Casa de Campo de Madrid, hasta 400.000 m3. 

El plan de depósitos pluviales de Barcelona para evitar inundaciones merece un aprobado, según los expertos, pero tampoco es suficiente. “Mientras en el Área Metropolitana ha habido un ligero incremento de las inundaciones desde 1981, la tendencia ha sido negativa en Barcelona”, constata María del Carmen Llasat, profesora de Física Atmosférica en la Universitat de Barcelona (UB) y una de las autoras del estudio publicado en ‘Nature’. Pero advierte: “Hay que aumentar la permeabilidad del suelo con pavimentos que permitan la infiltración, se deben destinar más áreas a zonas verdes y las calles y los desagües deben mantenerse limpios”, receta.

Lejos de quedar rebasados

Con el régimen de lluvias actual y aunque aumente en el futuro, Barnet asegura que los depósitos en su conjunto están lejos de quedar desbordados. En realidad no se pueden llenar hasta los topes, puesto que si el agua llega a una cierta altura rebasa unos aliviaderos de emergencia que la devuelven al alcantarillado. 

Pero esto no ocurre casi nunca. “Cuando en la ciudad había solo tres depósitos, recuerdo un episodio en que se llenaron todos”, dice Barnet. Fue algo excepcional. En años con un régimen pluvial estándar, entran en funcionamiento entre 15 y 30 veces. Se considera que se han activado si el agua que almacenan supera el metro de altura. “El año pasado ocurrió en 13 ocasiones”, apunta.

Por poner un ejemplo recurre a 2019, uno de los años con más precipitaciones desde que hay registros. Hubo 79 episodios de lluvia, 10 de los cuales de intensidad importante. El doble que los años más secos. La precipitación máxima diaria fue de récord desde que existen los depósitos: 139 litros por metro cuadrado. Durante ese curso, el depósito alcanzó aproximadamente el 60% de su capacidad, no más.

ESPECIAL | La España inundable

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