Mari serpentea por las calles de la Barceloneta para ir al encuentro de la que fue su casa. Ya en el paseo estrecho y adoquinado, levanta la vista hacia su balcón, del que cuelgan toallas que ya no son las suyas. Se acerca al portal y mete el brazo por un agujerito. “Un truco”, dice. Extrae todas las cartas del buzón comunitario y, entre notificaciones de Hacienda y facturas, mira si hay alguna a su nombre. “Todavía me llegan algunas aquí”, dice, apesadumbrada.
Es vecina de este barrio barcelonés desde que, con 15 años, llegó de Granada. Ahora, a sus casi 70, ha tenido que irse. “Me han echado”, especifica. El contrato de alquiler estaba a nombre de su marido y, al fallecer hace dos años, los propietarios del piso aprovecharon para subirle el precio 100 euros. De 600 a 700. Mari fue sola a la firma del nuevo acuerdo y, como nadie le comunicó verbalmente los cambios en las condiciones, accedió.
Su pensión de 750 euros no le daba. Mientras el Ayuntamiento le conseguía una Vivienda de Protección Oficial (VPO), el propietario incluso la denunció por impago. Ahora, ha tenido que trasladarse a otro barrio, en el que no conoce a nadie. “Todos los días, después de hacer la cama, cojo el bus y me vengo para aquí. Estoy muy bien en el nuevo piso, pero aquí están mis amigas, mi familia. Yo quería esto. Quería a mi Barceloneta”, se lamenta Mari, justo antes de tomar el bus que la devuelve a su nueva casa.
Ella es una de las tantas vecinas que se han visto afectadas por la incesante subida de los precios de alquiler en este barrio obrero, tentadoramente cercano al mar. Tanto han escalado las rentas que este septiembre se encumbró como el barrio con el precio por metro cuadrado más caro de España, según un informe publicado por Idealista.
Cabe decir que las cifras hacen referencia a los anuncios y no al precio final del contrato. De hecho, según Incasòl (el órgano catalán que gestiona la materia de vivienda), el precio que se acaba firmando es algo más bajo. Por eso, entidades y la administración recelan de usar datos de portales inmobiliarios para analizar el estado de la vivienda, pero el paisaje dibujado por este informe de Idealista no ha estado exento de polémicas e ilustra bien la situación con la que se encuentran los vecinos cuando buscan una vivienda en la zona.
Según esto datos, la Barceloneta tiene precios más altos que el acomodado barrio de Recoletos. La diferencia es que esta zona madrileña es la segunda con la renta per cápita más alta del país, mientras que la Barceloneta se encuentra por debajo de la media nacional. Dicho de otro modo: el precio del metro cuadrado en la Barceloneta es 1,8 euros más caro que en Recoletos, pero en sus hogares entran una media de 61.100 euros menos al año.
Una de las cosas que más destaca del informe es que en el top 5 de barrios más caros, todos son zonas de rentas altas, pisos amplios, y grandes avenidas. Menos la Barceloneta. Allí, las calles son angostas y las viviendas distan de la idea que se podría tener de confort.
Este barrio nació a principios del siglo XVIII, con la construcción de una serie de edificios de nueva planta, todos iguales y con las mismas medidas. 100 años después, la intensa llegada de migrantes dedicados a la pesca provocó problemas de espacio, por lo que se tomó una decisión: dividir en cuatro las viviendas.
Así surgen los 'quarts de casa', que es la denominación que todavía hoy se usa para los pisos de la Barceloneta. A pesar de que posteriormente se construyeron pisos modernos y más amplios, en la zona antigua -que ocupa la mayor parte del barrio- todos tienen entre 22 y 35 metros cuadrados y, al tratarse de construcciones antiguas, no cuentan con ascensor ni grandes balcones. Sólo una pequeña terracita, con suerte, y escaleras estrechas. Y, a pesar de eso, el precio medio de alquiler disponible para un ‘quart de casa’ es de 1.300 euros. No hay ofertas de menos de 750 euros al mes y el más caro puede llegar a superar los 2.300.
El efecto de las Olimpiadas
La vivienda en la Barceloneta no siempre ha sido así de cara, tal como apunta Montse. Esta vecina tiene la suerte de tener una renta antigua, pactada hace 40 años, y paga 218 euros por 28 metros cuadrados. ¿Qué ha pasado desde entonces? “Aunque en origen se trataba de una zona de rentas bajas, la apertura al mar convirtió a la Barceloneta en una zona muy deseada”, apunta Francisco Iñareta, portavoz de Idealista.
Se refiere a la habilitación de la playa de la Barceloneta, la primera de la ciudad, de cara a las Olimpiadas de 1992. Pero “Barcelona ha tenido playa toda la vida”, tal como asegura el historiador y vecino del barrio Andrés Antebi. Esa zona de costa, de hecho, era muy frecuentada por un “turismo popular” del resto de la ciudad “porque quien tenía dinero veraneaba en la Costa Brava”, añade. Según el historiador, fueron los Juegos Olímpicos los que pusieron a la Barceloneta en el mapa.
Montse recuerda “ver a un montón de gente hacer picnics cerca del mar” y que eso cambiara el verano del 92. “Empezó a venir gente a comer las sardinas con cuchillo y tenedor. Nos partíamos de risa, pero no sabíamos que sería el principio del fin”, añade.
Antebi coincide con las vecinas y achaca el incremento de la renta a “grandes obras y acontecimientos”, entre los que destaca las Olimpiadas, la construcción del puerto deportivo -repleto hoy de yates de lujo- y la Copa América, que se celebrará en 2024.
“Estos eventos han convertido a la Barceloneta en una zona muy deseada por personas de todo el mundo que pueden hacer su trabajo en remoto o empleados de estos grandes encuentros”, señala el historiador. Esto ha hecho que la identidad del barrio cambiara: de trabajadores humildes, se ha pasado a 'expats' adinerados que pasan su vida saltando de una ciudad a otra. Y eso, a la fuerza, ha creado mucha demanda en la zona y ha subido los precios.
Pero no solo eso; también ha hecho que prolifere un tipo distinto de vivienda: el alquiler de temporada. Esta modalidad, que abarca contratos de más de un mes y menos de un año, ha quedado fuera de la Ley de Vivienda, cosa que la hace muy atractiva para ciertos inversores. “Los controles sobre los pisos turísticos y la aprobación de la Ley de Vivienda parece que han empujado a muchos propietarios a trasladar su negocio al alquiler de temporada”, tal como reconocen desde Idealista.
La trampa del alquiler de temporada
Según el portal inmobiliario, “estos alquileres resultan más económicos que fijar la residencia en un hotel o en un piso turístico, pero resultan más caros que los alquileres de larga estancia”. Al menos, es así en la mayoría de lugares, pero no tanto en la Barceloneta. De acuerdo con los anuncios publicados en este mismo portal, vemos que a fecha de 18 de octubre de 2023 el precio medio del alquiler de temporada y el de larga estancia es prácticamente el mismo.
“Nos suben el precio para echarnos a todos y conseguir que todos los alquileres sean de temporada”, tal como especula Lourdes López, vicepresidenta de la asociación de vecinos l'Ostia. “Los de toda la vida ya no están. Solo hay extranjeros”, resume, mientras enumera las nacionalidades que hay en su edificio: franceses, italianos, ingleses o alemanes. Pocos barceloneses.
A su lado, asiente Marga, que paga 300 euros por un pisito de 22 metros. Ella es la única del edificio que conserva la renta antigua; todos los demás han muerto o se han ido y los han sustituido migrantes que pagan tres veces más por la misma vivienda. “Los que quedamos, recibimos muchas presiones para dejar nuestras viviendas”, explica esta vecina. En muchos casos, asegura, el propietario se ha acogido a la ley de arrendamientos urbanos para poder recuperar el piso para un familiar. “Pero eso nunca es cierto”, se lamentan.
El perfil de vecinos está cambiando a marchas forzadas: la falta de ascensor, por ejemplo, es un problema para muchos ancianos y el tamaño de los pisos hace que cualquier pareja que tenga hijos y se lo pueda permitir, se vaya del barrio. Esto ha dejado vía libre a los 'expats' [trabajadores extranjeros, normalmente ‘freelancers’ o empleados de empresas multinacionales].
“Lo que antes era de pobre, ahora te lo venden como un loft”, apunta Antebi. Ya no son pisos hacinados en los que debe vivir una familia entera, sino que son modernos estudios, perfectos para un joven soltero, sin ganas de establecerse permanentemente.
Así, a menos vecinos y más recién llegados, los precios han ido subiendo sin freno, imposibilitando que los jóvenes de Barcelona -solteros o no- puedan quedarse en este barrio. “Hay pocos pisos disponibles y, los que hay, están a más de 1.000 euros”, se lamenta Lourdes.
Un paseo por los portales inmobiliarios constata lo que dice esta vecina. Tal como se ve en los datos de octubre, hay más del doble de alquileres de temporada que de larga estancia. Y sólo el 13% de las ofertas son de menos de 1.000 euros al mes.
“Se nos está quedando un barrio fantasma”, dice Lourdes, que ve cómo la Barceloneta “se muere”. Poco queda ya de ese barrio en que, debido a la estrechez de los hogares, la vida se hacía en la calle. Las sillas a la fresca ahora son terrazas de bares que anuncian la hora 'brunch'. Las orquestas de las fiestas han sido sustituidas por altavoces de grupos de turistas de despedida de soltero. Y los comercios de toda la vida, que tampoco pueden pagar el alquiler, se han convertido en negocios enfocados a un público pudiente.
“Pocas fruterías y muchos supermercados 24 horas”, resumen las vecinas, que echan de menos sus mercerías y sus papelerías, ahora convertidas en tiendas de alquiler de paddle surf. “Ya te aseguro yo que nadie que viva aquí se levanta a las seis de la mañana para montarse en una cosa de esas y ver la salida del sol desde el mar”, apunta Montse, recordando cómo se burlaban de los turistas que se comían las sardinas con cuchillo y tenedor. Pero hoy ya no se ríe.