Calatrava, el arquitecto de la tierra quemada, en ocho claves
Llàtzer Moix ha entrevistado a un centenar de personas y ha viajado a una quincena de ciudades para componer Queríamos un Calatrava. Viajes arquitectónicos por la seducción y el repudio (Anagrama), un retrato periodístico de la personalidad y la obra de Santiago Calatrava (Benimámet, 1951) uno de los arquitectos más reconocidos –y controvertidos- del mundo. Moix (Sabadell, 1955) no ha pretendido escribir un libro 'contra' Calatrava, sino 'sobre' Calatrava, pero los testimonios, los actos y las palabras del propio Calatrava dejan en evidencia a un seductor que acostumbra a dejar tierra quemada allá por donde pasa.
Con las declaraciones de Llàtzer Moix hemos compuesto estas ocho claves para saber cómo es un arquitecto que en España levantó su primera obra hace treinta años, en 1987, un puente sobre las vías del tren en la calle Bach de Roda de Barcelona. Un puente que fue también un símbolo de modernidad en una ciudad que afrontaba la transformación olímpica.
La definición más precisa sobre Calatrava. “La hace él mismo cuando es muy joven y asegura que no quiere ser un profesional normal, sino que tiene vocación de excelencia y quiere ser el número uno. Y eso se une a una personalidad que no hace ascos a la extravagancia (lo dice él mismo, que conste). Calatrava se ve a sí mismo como un creador renacentista, gente que trabajaba para el poder con una vocación expresiva sin límites, ni formales ni económicos.”
Su mejor virtud. “Es un proveedor de edificios icónicos, escultóricos, muy característicos, un tipo de arquitectura que conoció una fase de gran demanda. Tiene una gran capacidad de trabajo, tiene también una gran intuición para el cálculo que le permite casi ”clavar“ el comportamiento de estructuras complejas antes de calcularlas, y es un seductor nato capaz de lograr que el cliente acepte casi todas sus condiciones”.
Su peor defecto. “Está incapacitado para aceptar cualquier tipo de consejo o recomendación y tiene un ego muy desarrollado. Su ambición le lleva a asumir muchos encargos, más de los que serían recomendables para prestarles la atención que merecen. Y eso se traduce en retrasos en las entregas, modificaciones sobre la marcha y costes disparados”.
Su mejor obra. “Diría que son dos. La primera, la estación de tren de Zúrich. Es una obra de sus inicios, a la que dedica unos siete años. Está bien planteada, es inteligente y la convierte en una presentación de su repertorio de recursos arquitectónicos y estilísticos. La segunda, el complejo cultural de Milwaukee, con un alarde de estructuras móviles que han funcionado a la perfección durante quince años. Es un edificio que responde a lo que él propuso y a lo que esperaba quien le pagó”.
Su peor obra. “El complejo Buenavista, de Oviedo, que alberga un palacio de Congresos, hotel, grandes almacenes, consejerías del gobierno asturiano… Es un conjunto que está fuera de escala, donde su egolatría y desconsideración por el entorno son más evidentes. La insatisfacción del cliente fue muy amplia, como lo prueba el hecho de que han ido dos veces a juicio y como lo prueba el hecho de que una especie de pestañas móviles que instaló no se hayan movido nunca. Es una obra megalómana de planteamiento y agresiva con el entorno”.
La obra más desmesurada. “La Ciutat de las Arts i les Ciències de Valencia, que ha acabado costando 1.300 millones de euros y aún tiene problemas”.
Sus detractores. “Tiene detractores en varios frentes. Entre los ingenieros, que poseen protocolos de actuación muy diferentes, porque prima el criterio de que entre el proyecto y el coste debe buscarse la línea recta, esto es, que sea lo más barato posible. Entre los arquitectos, su enfrentamiento con Norman Foster es el más acusado. Han competido como rivales en varios concursos y la balanza se ha decantado de parte del británico: la torre de Comunicaciones de Collserola, en Barcelona; el concurso del Metro de Bilbao; la reforma del Reichstag, en Berlín; otra torre de Comunicaciones en Santiago…”.
“Entre los políticos su martillo ha sido Izquierda Unida del País Valencià, por los costes desmesurados de la Ciutat de les Arts. Y entre los medios de comunicación, está sufriendo las acometidas de la prensa estadounidense, desde tabloides como el New York Post, a diarios de referencia como el New York Times o el Wall Street Journal. Hay coincidencia en las críticas por el coste y la extravagancia del intercambiador de Transportes del World Trade Center, que ha costado el doble (4.000 millones de dólares) que la estación de trenes de Grand Central”.
Frases para recordar. “Una conversación con un promotor barcelonés que le ofrecía un contrato de 15 millones de euros pero que quería fijar un tope de gasto.
–Calatrava: Yo no estoy acostumbrado a trabajar con limitaciones presupuestarias. No puedo firmar algo que en un momento determinado atente contra mi proyecto.
–Promotor: Pues yo no puedo firmar algo que atente contra la rentabilidad de mi proyecto. Y no se firmó.
La otra frase creo que es muy representativa de la personalidad del arquitecto. Fue una conversación telefónica a propósito del Auditorio de Tenerife entre el arquitecto valenciano, que estaba en su estudio de Zúrich, y Enrique Amigó, responsable de proyectos singulares del Cabildo: 'Mira, para que te quede claro, tú me estás hablando desde tu isla, que está en el culo de Europa, y yo te hablo desde Zúrich, que está en su corazón. Tu isla no me merece'“.