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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

“La noche todavía no es nuestra”

Una mujer camina sola por la noche en el barrio de Vallcarca

João França

Un sábado a las 00:37 en Barcelona: “Guapa, ¿has llegado?” “Síii, ya hace un ratillo. Como un rayo. ¿Tú también?”. Son mensajes que se intercambian dos chicas jóvenes. “Yo no tengo esta costumbre, pero cuando cojo un taxi sí que lo paso mal”, cuenta otra. ¿Por qué? “Pocos metros cuadrados y vehículo conducido por un hombre solo”. “Yo a menudo cuando salgo de noche prefiero quedarme a dormir en casa de una amiga a volver sola”, apunta una vecina de Vallcarca, uno de los barrios de montaña de Barcelona.

Todas estas situaciones son familiares para muchas mujeres que no se sienten seguras de noche en las calles de una ciudad como Barcelona. “Estamos en una de las ciudades más seguras del mundo”, dice la concejala a cargo del área del feminismos del Ayuntamiento de Barcelona, Laura Pérez, que ha trabajado en Ecuador precisamente en un proyecto sobre acoso sexual en el espacio público. Sin embargo, reclama feminizar el espacio público y luchar contra formas de violencia naturalizadas en nuestras calles, como “el mal llamado piropo, esta manera de abordar a las mujeres por la calle, que es de las violencias más pequeñas que muchas mujeres y hombres ni siquiera reconocen como violencia”. Ese tipo de comentarios intimidan y “hacen que una mujer no pase por ciertos espacios”.

“La mayoría de mujeres vamos super precavidas con el móvil o las llaves en la mano, y a lo mejor nunca hemos sufrido una agresión sexual, pero sí que existe una sensación de riesgo inminente”, cuenta la pedagoga Eva Bonet. “Lo tenemos interiorizado desde pequeñas, cuando eres adolescente y empiezas a salir y tu madre te dice que vayas con cuidado y no llegues tarde, sobre todo por miedo a una agresión sexual. Luego cuando tienes treinta ya tienes naturalizado enviar un mensaje a tus amigas diciendo que estás bien”, apunta. “No lo vives como un conflicto hasta que no te das cuenta que tus amigos hombres no te envían mensajes diciendo que han llegado bien a casa”. De la misma manera que la mayoría de mujeres tienen estas conductas naturalizadas, la mayoría de hombres no es consciente de la problemática.

Apropiación del espacio

La inseguridad tiene que ver con notar que un espacio no es tuyo. La socióloga Silvia Casola dice que le pasa a menudo, sobre todo en el metro. “Ir a sentarte y tener un hombre con las piernas bien abiertas, al que se lo haces notar y no reacciona”, ejemplifica. “El problema es que el machismo hoy en día ha convertido sus formas en más sutiles y más difíciles de identificar”, dice Casola. Una de ellas la apropiación del espacio por parte de los hombres.

¿Y cómo afecta esto la vida cotidiana? “Depende de cada persona, pero según el nivel de inseguridad que te genere puede haber una decisión de no bajar en una determinada parada de autobús, o bajar en la anterior y seguir caminando para evitar ciertas calles, o el hecho de avisar a tus amigas cuando llegas a casa”, apunta Casola.

Rubèn Sánchez, psicólogo y agente de igualdad es consciente de ello. Reconoce que de noche, abrigado y encapuchado, puede generar inseguridad. “La presencia masculina en una calle oscura o a la salida del metro provoca una reacción inmediata de estar en guardia, y no depende de lo que tu quieras hacer, sino de que estamos en un contexto de mucha violencia, y la proporción y el carácter estructural de esta violencia muestra que es masculina”, explica.

“Una reacción correcta como hombre es precisamente renunciar a este privilegio, si sabes que despiertas todo esto haz algun tipo de gesto o conducta avisando de que no tienes ninguna intención de agredirla, ya sea cambiar de acera, esperar a que pase o avanzarla rápidamente para hacer que esta persona no pase un mal rato”, defiende.

Alcohol, música y mujeres

Más allá de una sensación de inseguridad que, a pesar de sus efectos, apunta Casola que “no tiene porque corresponderse con una inseguridad real”, hay otros espacios donde el riesgo es mayor. Se refiere por ejemplo a ambientes como conciertos o fiestas populares. “Espacios donde debido a la sociedad patriarcal en la que estamos viviendo hay una serie de hombres machistas que en aquel espacio se pueden comportar como quieran, y que si hay una chica pueden tocarla”, dice la socióloga. “Estas aglomeraciones de personas pueden acabar generando espacios de impunidad para los acosadores”, concluye.

Isabel, también socióloga, cuenta que dejó de frecuentar fiestas de calle, como las populares fiestas de Gràcia, porque no se sentía cómoda. “Hay cosas que como mujer te pueden pasar tanto como si a ojos de ese chico le pareces atractiva o no, que haga haga comentarios sobre tu aspecto físico, que te hacen sentir como si fueras una invitada porque aquel no es tu espacio”, apunta. “Existe una tendencia androcéntrica muy generalizada, y en especial en las fiestas, que se entienden que los elementos de la fiesta son el alcohol, la música y las mujeres, como si estuviera pensada para el disfrute de los chicos”, concluye.

Mucho por hacer

La pedagoga Eva Bonet apunta a las prevenciones de las madres a las hijas adolescentes, pero ¿radica ahí el problema? “Educar en el miedo es contraproducente, pero sí que debe haber cierta prevención”, dice. “Debe haber una prevención de los riesgos que encuentra una mujer en la noche, porque, desgraciadamente, la noche todavía no es nuestra”, lamenta en alusión al lema “La noche es nuestra” que usan colectivos feministas de Barcelona en manifestaciones nocturnas de mujeres por las calles de Barcelona. Bonet reivindica mecanismos de autodefensa feminista como respuesta. “No solo en el sentido de responder a las agresiones, sino también en aprender a mantener la calma en situaciones en las que tu puedes entender como de riesgo”, explica.

¿Y en cuanto a los potenciales agresores? Rubèn Sánchez muestra optimismo al ver más jóvenes interesados en sus talleres sobre deconstrucción de masculinidades, pero recuerda que, a pesar de que considera que empieza a haber más consciencia, la violencia no baja. Defiende la importancia de que tanto mujeres como hombres, por ejemplo, reprueben las actitudes machistas en la calle para dar ejemplo y que los hombres tengan consciencia de las situaciones que provocan. Responder a las violencias cotidianas es también una tarea cotidiana.

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