“En la cárcel se nos castiga doblemente, por el delito penal y por haber fallado como mujer y como madre”

Sònia Calvó

8 de marzo de 2017 06:00 h

Las tres mujeres han pedido que no se publiquen sus nombres reales en esta entrevista y que no se las reconozca en las fotografías por miedo a las consecuencias que puede conllevar a sus vidas actuales. Sin embargo, reconocen que si ellas mismas no dan el primer paso, seguirá siendo difícil romper el tabú y el estigma que hay en torno a las cárceles.

Formáis parte del colectivo Cassandra, un grupo de apoyo a mujeres que han sido tomadas. ¿De dónde surge la idea de crear este grupo?

Isa: La idea salió allí dentro, cuando estábamos en la cárcel. Nos encontrábamos desamparadas. Cuándo sales te dan la libertad, pero si no tienes la posibilidad de hacer algún programa antes, como el DAE (Departamento de Atención Especializada para las drogodependencias), te encuentras que estás en la calle de un día para otro y puedes haber estado allí encerrada durante muchos años. Sales totalmente desorientada a la calle.

Cuando ya hacía un tiempo que estábamos fuera de la cárcel, con la condicional, nos juntamos en un local y empezamos a hacer talleres, actividades, yoga... Ahora hacemos charlas, escribimos cartas a las presas, llevamos ropa a la prisión... Somos poquitas en activo pero también nos sirve para juntarnos con más gente.

Decidimos ponernos “Cassandra” de nombre en honor a una sacerdotisa griega. Apolo se había enamorado de ella y le prometió que le ofrecería el don de la palabra si se iba con él a la cama, ella dijo que sí pero finalmente no lo hizo. Entonces Apolo la maldijo e hizo que nadie se creyera nada de lo que ella decía. Cassandra es la mujer a la que nadie cree.

Según datos del departamento de Justicia, en el año 2016 en Catalunya la población reclusa era de aproximadamente 8.600 personas, 7.950 hombres y 590 mujeres. Vosotras estuvisteis en el centro penitenciario de Brians 1, allí los hombres y las mujeres están separados. ¿Qué diferencias hay entre unos y otros?

Lola: En Brians muchos hombres entran por motivos muy diferentes, por condenas largas, delitos de sangre, por drogas... pero los separan en función de lo que han hecho. Las mujeres, en cambio, estamos todas juntas, una que sale a la calle porque está en un tercer grado con una que acaba de bajar de primer grado, del aislamiento, después de mucho tiempo encerrada. No hay ninguna clasificación, estamos todas en el mismo patio.

Isa: Las cárceles están creadas y construidas para los hombres. No se tienen en cuenta las necesidades de las mujeres. Puede haber una chica de 18 años que entra por primera vez con todas las demás, sea cual sea el motivo que las ha llevado allí dentro, sea un asesinato o vender droga, está todo el mundo mezclado. Allí se hacen grupitos, las gitanas, las árabes, las yonquis... Mira, por ejemplo, conozco una chica que entró con 18 años y murió de sobredosis a los 22. Hasta que entró en la cárcel no se había drogado casi nunca, no había probado nunca la heroína. Mucha gente también coge enfermedades por culpa de la droga, sobretodo porque los funcionarios hace boicot al Programa de Intercambio de Jeringuillas.

En Brians se hacen algunos talleres mixtos, como el teatro, pero la gran mayoría son no mixtas, con hombres y mujeres separados.

Lola: Las mujeres hacen peluquería, geriatría, esteticismo, corte y confección... Como mujer no puedes hacer talleres considerados como masculinos, como por ejemplo mecánica, no te dejan.

Isa: Las mejores trabajos de los talleres productivos y donde se gana más dinero siempre son para los hombres. Ellos hacen mobiliario, sillas, jardinería... Nosotras hacemos lo que ellos no quieren hacer, como fabricar tiritas, bridas o enchufes. Es lo que sobra. Es una miseria. Se debería tratar de fomentar más los intereses personales de cada uno. A mí hacer un curso de geriatría no me interesa para nada, pero al final me apunté aunque no me gustaba.

En las cárceles hay un economato, un lugar donde los presos pueden comprar productos. ¿Cómo funciona en el caso de los productos íntimos o personales de las mujeres?

Lola: Te dan un lote mensual con compresas enormes y un bote de gel que es como un Mistol verde de aquellos baratos y un desodorante de roll-on. La gente que puede se compra cosas, pero la gente que no puede tiene que tirar del lote, pero la calidad es muy mala.

Isa: La aparición de la crisis también se notó en la cárcel, piensa que es como una mini sociedad, y eso hace que todo se agrave.

¿Cómo se vive la maternidad dentro de la prisión?

Isa: Hay de todo. La maternidad es motivo de angustia porque no puedes ver a tus hijos o hijas. La institución te castiga, no de manera evidente, pero cuando te pisan las fotos durante un registro de la habitación te dicen “haberlo pensado antes”. Cuando estás en un vis a vis y los niños lloran, los funcionarios hablan mal a los hijos. En la cárcel se nos castiga doblemente, por el delito penal pero también por haber fallado como mujer, como esposa y como madre. Nos recalcan constantemente que lo hacemos todo mal.

Lola: se crean situaciones muy límite, por ejemplo cuando echan a la familia cuando se acaba un vis a vis. A mí que me griten, pero a mi familia no. Cuando mi familia me venía a ver a mi hija tenía 10 años, era muy pequeña todavía. También hay muchos controles, nos han contado casos de bebés a los que les obligan a cambiar los pañales por unos de la prisión, por si llevan algo. Son cosas muy bestias. Falta humanidad.

¿Quién se traslada en los vis a vis?

Lola: Las mujeres, siempre. Siempre es ella la que se traslada. Esto significa muchos registros, uno antes de salir de tu prisión, vas al camión de los Mossos, otro cuando entras en la cárcel de él, otro cuando acabas, otro cuando vuelves a tu prisión. Es la mujer la que va siempre. En Brians es la mujer la va al módulo de hombres. Nadie se lo cuestiona, es una insumisión, es la mujer la que tiene que ir siempre a todo.

¿Qué trato recibís por parte de los funcionarios?

Isa: Los funcionarios hombres tratan mejor a las presas que las funcionarias mujeres. Hay menos y, en general, tratan mejor. Pero también ha habido casos de abusos de poder, sobretodo por parte de médicos y funcionarios, de intercambio, de dar cosas a cambio de otras, muchas veces con componente sexual. Hay funcionarios que se han liado con presas. Hay impunidad por todas partes. Hay un intercambio, pero con un abuso de poder clarísimo.

Otro problema es que rebelarte es la iniciativa natural, necesitas rebelarte contra este cierre. Pero cuando haces eso entonces sí que recibes hostias por parte de los funcionarios. Te cogen del cuello, te ponen la rodilla en la espalda, te cogen las manos... Muchas veces la justificación es que te cogen del cuello porque si te cogen de los brazos podrías darte un golpe con la cabeza contra la pared. La finalidad muchas veces es no dejarte dormir y eso es tortura psicológica.

¿La violencia se castiga diferente en hombres y mujeres?

Isa: Al sistema no le cabe en la cabeza que una mujer pueda ser agresiva y violenta, pero también lo somos, y en ocasiones nos tenemos que poner violentas. Pero está mucho más castigado que en el caso de los hombres.

Lola: Si tú, siendo mujer, tienes una pelea de cuatro empujones, te sancionan y subes al especial. En cambio, yo no he visto pelea tonta entre hombres que haga que los suban al especial, siempre queda en un expediente disciplinario o un parte y les dicen que no vuelva a pasar. En el caso de la mujer no es necesario que llegue a la violencia, con cuatro gritos subidos de tono ya subes al especial. No se condena de la misma manera y esto es porque hay mucho machismo.

Las tres habéis pasado por los Departamentos Especiales de Régimen Cerrado (DERT). ¿Como los definiríais?

Isa: Es un mecanismo del sistema penitenciario que se aplica en el caso de las mujeres que no pueden domesticar, entonces las suben hacia arriba. En mi caso yo fui porque otra compañera me faltó al respeto y le di un puñetazo y a mí me subieron al especial. Creo que el mismo caso en un módulo de hombres se hubiera arreglado con un expediente disciplinario o un parte. Yo era bastante rebelde por toda mi problemática con las drogas. En el especial estuve unos ocho meses. Como eres peligrosa en el módulo porque alteras el orden cotidiano, el día a día, te suben hacia arriba. Es como un castigo, un castigo encima de otro castigo, porque una vez allí sufres tortura psicológica y agresiones.

Eva: Yo cuando pienso en los DERT me vienen tres palabras a la cabeza: impotencia, rabia y naturalidad. En mi caso yo estaba allí por toxicomanía. Cuando llegas a una prisión lo único que piensas es en consumir, por lo tanto una persona con toxicomanía tendrá muchas más opciones de acabar en el especial porque está transgrediendo las normas del centro. Allí, a la impotencia se le añade la rabia, junto con la abstinencia. Y naturalidad... Porque casi todas las personas, o mujeres, que hemos conocido y que tienen problemas de toxicomanía acaban en el especial.

Yo cuando estaba en el DERT pensé qué podía hacer para que se me hiciera más ameno. Dije a los funcionarios que estaba consumiendo heroína cada día y que, en el especial, tenía una abstinencia bestial y que necesitaba metadona. Pero en realidad era la primera vez que la probaba. Llamé al médico, me hizo unas preguntas pero no me hizo ningún análisis. Fue bastante fácil. Es como que te medican y así no molestas. Fue mi manera de evadirme de todo. Estás en una habitación sola y no pasa nada. Necesitas que pase algo.

Isa: En mi caso fue al revés. Yo allí dejé la metadona. Tenía todas las camisetas colgadas de la camilla, sudadas. Total, ¿por qué me tenía que cambiar? El séptimo mes me pusieron una compañera. Supongo que tenían miedo de que hiciera algo, porque se me fue la cabeza bastante. Lo que me salvó fueron las letras, escribir y leer mucho, muchísimo. Tengo muchos escritos donde decía que quería acabar con todo, cagarme en todo, estaba muy fastidiada, muy mal. En cambio pasas la hoja y tenía otra donde decía que confiaba en que todo cambiaría y que tenía que seguir adelante. Cuando estás tú sola con tu mente a veces la cabeza te juega malas pasadas. Vives una situación muy límite y no te cuidan para nada.

Lola: Allí se te va la cabeza. Yo vivía sola en una celda de primer grado y me acuerdo que me ponía delante de la puerta del lavabo a esperar a que saliera alguien, pero yo vivía sola en la celda porque estaba en aislamiento. Se me fue la cabeza totalmente. Las funcionarias me preguntaban que qué hacía y yo les contestaba que esperaba a que saliera mi compañera, que no podía entrar hasta que ella saliera. Me tiraba horas allí delante esperando. Piensa que yo me pasé tres años en primer grado, en una celda sola 23 horas al día. Es demasiado tiempo.