Catalunya Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Gobierno y PP reducen a un acuerdo mínimo en vivienda la Conferencia de Presidentes
Incertidumbre en los Altos del Golán mientras las tropas israelíes se adentran en Siria
Opinión - ¡Con los jueces hemos topado! Por Esther Palomera

EEUU 1 - 0 UE

Jordi Angusto, Albert Lladó

Este título sería el resultado de una comparación de ambos lados del Atlántico en relación a la salida de la crisis internacional iniciada en 2008. Mientras que la crisis en EEUU es algo del pasado -aunque fuera su origen- en la UE casi se ha cronificado. Un montón de factores lo explican pero ninguno lo hace tan bien como el hecho de que EEUU es una verdadera unión política, y por tanto fiscal y económica, y la UE sólo aduanera y monetaria -y aunque esto último sólo entre 19 de sus 28 miembros-. Así pues, mientras allí afrontaban juntos un mismo reto hasta superarlo, aquí ha prevalecido el sálvese quien pueda, con unos pisando otros para salir.

Detroit, a modo de ejemplo, está endeudada como Atenas y con un paro colosal, debido a un desfase competitivo similar al de sus respectivos motores económicos. Sin embargo, nadie amenazó con echarla del dólar ni se estableció un rescate con condiciones draconianas a beneficio de los acreedores, como se hacía aquí con Grecia y demás países periféricos. Por el contrario, el gobierno federal estadounidense mantenía el subsidio de paro a los trabajadores desocupados y llegó a nacionalizar la General Motors, base de su economía, hasta hacerla competitiva; y los muchos trabajadores que ni con eso encontraban trabajo podían desplazarse sin trabas por todo el país para encontrarlo sin restricción de los Estados. En cuanto a la deuda, la recuperación económica hará posible hacerle frente; y si no al 100%, los acreedores tendrán que sufrir la quita propia de toda quiebra. Después de todo, intereses y beneficios se justifican por el riesgo de pérdida del capital invertido y ningún empresario no tiene la cobertura de pérdidas que pretenden rentistas y financieros.

Dos modelos opuestos con resultados igualmente opuestos: Detroit ha recuperado, aunque con menos población, y Atenas no deja de hundirse; y a nivel agregado, bajo desempleo y alto crecimiento económico en EEUU; y alto desempleo y bajo crecimiento económico en la UE. Por lo tanto: EEUU 1; UE 0.

 

Lo más grave es que el mal resultado económico europeo está debilitando y alejando aún más la unión política que sería necesaria para enderezarlo. El referéndum británico, previsto para el 23 de junio, es una buena muestra, y tendrá unos efectos negativos sea cual sea el resultado, por cuanto la oferta europea para animarles a permanecer supone renunciar a una mayor integración política -a olvidar, de hecho, la idea de una “ever closer Union”-; y porque la salida implicaría una amputación mayúscula al proyecto. Es decir: el 24 de junio vamos a ser menos o vamos a estar menos débilmente unidos.

Conscientes de ello, Hollande y Merkel han anunciado una propuesta de alto nivel para después del referéndum. La más plausible pasa por fortalecer la Eurozona dentro de una UE que sea simple sinónimo de mercado único: una Eurozona que incluso tuviera su propio parlamento, dando sentido a la existencia de dos sedes y acabando así con la itinerancia actual los eurodiputados.

 

El mandatario francés tiene en mente recuperar una vieja aspiración de París que nunca ha terminado de desarrollar plenamente: la creación de una Europa de la Defensa, ya proyectada por primera vez en 1949, como recoge Xavier Ferrer en el libro 'Vivir seguros en Europa. Necesitamos un ejército común? 'A través del llamado Plan Pleven (entonces jefe del gobierno francés) se contempló la creación de un ejército europeo integrado bajo un mando común. El plan debía conducir al nacimiento de la Comunidad Europea de la Defensa, un proyecto que nunca llegaría a entrar en vigor porque precisamente la Asamblea Nacional francesa no lo ratificó. Hace doce años la UE hizo un nuevo intento en esta línea lanzando la Agencia Europea de Defensa para desarrollar programas de armamento y de investigación europeos, asociados directamente a las necesidades militares del continente. Desde entonces, sin embargo, el proyecto no ha sido capaz de erigirse en una alternativa ni a los programas propios de los Estados miembros ni a los paraguas de Estados Unidos y la OTAN. La falta de voluntad política para propulsar un sistema defensivo común podría cambiar ante el contexto al que se enfrenta ahora la UE, con amenazas tanto internas (el terrorismo yihadista) como externas (al Este, con una Rusia más asertiva, y al norte de África).

 

Por su parte, el parlamento europeo debate hace días y emitirá en breve una resolución orientada a la creación de una capacidad fiscal común para la zona euro. Exigiría, por un lado, una mayor coordinación fiscal entre los estados, tal vez sustituyendo las discutidas sanciones por premios económicos para los cumplidores, y por otro supondría un presupuesto específico -con impuestos comunitarios, contribuciones de los Estados miembros y capacidad de endeudamiento- que debería permitir invertir en empleo y paliar los efectos negativos del paro con una reaseguro de paro europea.

 

Quizás habrá hecho falta esta enorme crisis y la constatación de que el actual (des) unión ha sido incapaz de resolverla, con la emergencia del euroescepticismo que ello ha conllevado, para dar nueva vida al proyecto europeo. Quizás una eurozona más fuerte y que se convierta ejemplar atraería el resto de Estados miembros a adoptar el euro hasta integrarlos a todos. La historia de EEUU nos enseña que llegar donde están no fue ni fácil ni rápido y que no se ahorró de dar pasos atrás en el camino; por ejemplo, con un presidente que llegó a disolver el banco central federal por considerar que imponía una austeridad injusta a los más dinámicos Estados fronterizos. Justo al contrario que el BCE hoy, en el punto de mira de los austeros teutónicos por, precisamente, ser demasiado expansivo.

 

En las recientes elecciones presidenciales austriacas se propagó por toda Europa un cierto vértigo, con su mezcla típica de atracción y miedo; miedo de la extrema derecha, atracción por la revuelta a la que podría llevar. Con Brexit pasa algo parecido. Y sea cual sea el resultado, los cambios están servidos.

Este título sería el resultado de una comparación de ambos lados del Atlántico en relación a la salida de la crisis internacional iniciada en 2008. Mientras que la crisis en EEUU es algo del pasado -aunque fuera su origen- en la UE casi se ha cronificado. Un montón de factores lo explican pero ninguno lo hace tan bien como el hecho de que EEUU es una verdadera unión política, y por tanto fiscal y económica, y la UE sólo aduanera y monetaria -y aunque esto último sólo entre 19 de sus 28 miembros-. Así pues, mientras allí afrontaban juntos un mismo reto hasta superarlo, aquí ha prevalecido el sálvese quien pueda, con unos pisando otros para salir.