¿Qué Catalunya gobernará Illa? Los cambios políticos y sociales desde 2017, en gráficos

Salvador Illa ha sido investido presidente de la Generalitat. Es el primer jefe del ejecutivo no independentista desde que empezó el procés, ahora hace una década. Ha salido victorioso de la votación el mismo día que Carles Puigdemont volvió brevemente después de siete años en el exilio, para volver a desaparecer a los pocos minutos.

Los planes ideales contemplaban un retorno de Puigdemont libre y amnistiado para poder pasar página y superar la anomalía que comportaba tener a un expresident fuera de su país, pero no fue así.

Más allá de la decisiones del expresident y del Supremo, ¿cómo ha cambiado Catalunya desde que Puigdemont se marchara a Bélgica en octubre de 2017 tras la consulta del 1-O? ¿A qué retos se deberá enfrentar ahora Salvador Illa? ElDiario.es ha analizado a través de una docena de gráficos los movimientos políticos y sociales aprovechando el retorno del expresident.

A nivel institucional, la pérdida, por primera vez en la historia, de la mayoría absoluta del nacionalismo catalán en el Parlament el pasado mes de mayo confirmó lo que los datos venían diciendo desde 2017: el apoyo a la independencia de los catalanes se reduce cada vez más mientras crece el rechazo a la secesión, según los sucesivos barómetros del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), el instituto demoscópico de la Generalitat.

Los datos ratifican la dificultad endémica que la política catalana y española no han sabido arreglar: sin ser mayoría los independentistas, el descontento sobre el grado de autonomía alcanzado por Catalunya sigue siendo muy amplio, si bien se ha reducido levemente desde que Puigdemont emprendiera su marcha a Bélgica.

El ocaso del procés también se revela en la evolución del principal problema que tiene el país a juicio de los catalanes. Si en 2017, en plena ebullición soberanista, eran las relaciones Catalunya-España, siete años después preocupa más el acceso a la vivienda.

A nivel de pertenencia nacional, destaca el aumento de los que se sienten tan españoles como catalanes, mientras se reducen ostensiblemente los que se consideran solo catalanes.

Lo que ha cambiado poco es la falta de confianza de los catalanes en las distintas instituciones. La monarquía, que poco después del polémico discurso de Felipe VI del 3 de octubre del 2017 suspendía claramente en la comunidad, no levanta cabeza, aunque el resto de instituciones tampoco están en máximos de credibilidad.

A nivel ideológico, Catalunya no ha sido ajena a la tendencia a la derechización que se observa en varias sociedades europeas, y cada vez más catalanes viran, ligeramente, hacia posiciones de centro o conservadoras.

¿Los catalanes, viven mejor o peor que en 2017? Tras una pandemia que se pretendía que fuera un antes y un después, la realidad es que los servicios públicos catalanes siguen tensionados sin dar un salto en recursos pese a que tienen que atender cada vez a más personas, toda vez que Catalunya ha superado en estos años los ocho millones de habitantes. Del 'som sis milions', icónica campaña de la Generalitat de finales de los ochenta, al 'som vuit milions'.

Los salarios, es cierto, han crecido, pero mucho menos que los alquileres. Catalunya, epicentro del intento de regular los arrendamientos en el último lustro, y Barcelona en particular, viven un aumento imparable del coste de la vivienda, que se come cada vez más los ingresos de las familias sin que a corto plazo se vislumbre un pacto entre administraciones y actores privados y comunitarios para situar a la comunidad en la media de vivienda social de la Unión Europea.

Respecto a las otras patas del Estado del Bienestar, los datos en siete años tampoco invitan al optimismo: uno de cada cuatro catalanes está en riesgo de pobreza, casi el mismo porcentaje que en la época del 1-O, cuando Puigdemont gobernaba.

Tras crecer debido a que había que priorizar los pacientes con COVID-19, las listas de espera se han situado en los mismos niveles que en 2017. Los últimos años, una vez superada la fase crítica de la pandemia, han estado marcados por la movilización de los sanitarios para reclamar más personal y recursos.

También se han vivido años de conflictos laborales en la educación catalana. En materia educativa, el fracaso escolar sigue en parámetros parecidos a los de hace siete años, aunque se ha reducido ligeramente. Ahora le toca a Salvador Illa mejorar estas cifras.