En Catalunya nunca se han repetido unas elecciones al Parlament, pero ha estado cerca. ¿Cuánto de cerca? Literalmente, a minutos. El 12 de enero de 2016, al filo de las 22 horas, Carles Puigdemont era investido con los votos de Junts pel Sí y la CUP, cuando solo quedaban dos horas para que la Cámara se disolviera automáticamente. Antes habían transcurrido dos meses de negociaciones agónicas en el seno del independentismo, después de que los anticapitalistas se negasen a votar a Artur Mas, un episodio que fue la primera vez que un candidato catalán a la presidencia era rechazado por el pleno.
El batacazo de Mas en 2015 abrió camino. Después de aquel primer capítulo, todas las legislaturas han comenzado con investiduras fallidas, hasta sumar un total de cinco si se cuenta la que protagonizó esta semana Pere Aragonès, que este martes se quedó lejos de la mayoría que necesitaba por la abstención de Junts. De hecho, el fracaso anunciado del candidato republicano ha alentado todo tipo de comparaciones con Mas por parte de la oposición. “Recuerde a Artur Mas, que acabó en papelera de la historia porque los radicales lo exigieron”, afirmó durante el debate el portavoz de Ciudadanos, Carlos Carrizosa. Una idea que antes había sido rebatida por el diputado de Junts Albert Batet, quien afirmó: “Nosotros no enviaremos a Aragonès a la papelera”.
Al menos una cosa une a Mas y a Aragonès: en ambos casos el fracaso de sus investiduras se ha debido a no conseguir una mayoría en el pleno. Pero no siempre es así. En la legislatura que siguió a las elecciones del 21 de diciembre de 2017, hasta tres candidatos no pudieron presentarse a la investidura debido a su situación judicial. El primero de ellos fue Carles Puigdemont, a quien el entonces presidente del Parlament, Roger Torrent, propuso como candidato el 22 de enero de 2018. Sin embargo pronto se torció el proceso de elección del líder de Junts, que para entonces llevaba ya unos meses residiendo en Bélgica para esquivar la acción del Tribunal Supremo.
El Parlament llegó a señalar la fecha para la sesión de investidura de Carles Puigdemont, pero el Constitucional intervino y dictó una resolución en la que vetaba cualquier tipo de comparecencia y votación a distancia. El expresident se vio entonces entre la espada de volver a Catalunya –lo que le llevaba directamente a la prisión– y la pared de no tener investidura. Finalmente Torrent acabó suspendiendo el pleno, que no se celebró nunca. En Junts aún reprochan a ERC que no siguiese adelante con una sesión telemática para desafiar el veto judicial. Con todo, una investidura simbólica de Puigdemont no hubiera sido suficiente para levantar el 155, para lo que el Gobierno de Mariano Rajoy exigía que hubiera una toma de posesión y se nombrara un Govern.
Tras el fiasco de la investidura de Puigdemont, Junts volvió a intentar una maniobra que tensionase a los tribunales. La formación propuso entonces como candidato a Jordi Sànchez, que se encontraba encarcelado de forma preventiva. El juez instructor, Pablo Llarena, debió decidir entonces si daba un permiso al diputado para someterse a la sesión, algo que el magistrado descartó. Según indicó el instructor en un auto, el riesgo de reiteración delictiva no se había extinguido, razón por la cual justificaba mantenerlo en prisión.
De nuevo tras un revés judicial, Junts per Catalunya lo intentó otra vez con un diputado que había pasado por la prisión pero que, en el momento en el que fue propuesto como candidato a la presidencia, estaba en la calle: Jordi Turull. El veterano diputado convergente presentó el 22 de marzo de 2018 su candidatura ante el pleno del Parlament en la primera de las dos sesiones de las que se compone una investidura. Turull recibió el apoyo de su grupo, Junts, y también de ERC, pero la CUP decidió dar una abstención. Este resultado era suficiente para convertirse en president en segunda votación. Sin embargo, antes de que se celebrase el segundo pleno, Llarena volvió a enviar al diputado a la prisión, impidiendo de esta forma su elección.
Artur Mas, pionero no solo en Catalunya
Entre el rechazo al último president de Convergència y el que cosechó esta semana el primer aspirante de Esquerra han pasado algo más de cinco años, pero la situación política ha dado un vuelco. No solo en Catalunya sino también en el conjunto de España, donde desde hace varias legislaturas se viene consolidando una tendencia que ahonda en la fragmentación y pluralidad del Congreso. Eso explica que, si bien el rechazo de Artur Mas fue el primero de esas características que se producía en España, después la tendencia se contagiara rápido a otras instituciones.
Sobre investiduras fallidas, uno de momentos más recordados ocurrió en 2016, cuando tanto Mariano Rajoy como Pedro Sànchez se sometieron a sendas votaciones fracasadas. Previamente había ocurrido otro suceso inédito, cuando el entonces líder del PP rechazó que el rey le propusiera como candidato, al saber que no tenía los apoyos suficientes. Rajoy consiguió así que Pedro Sánchez se presentase y perdiera primero, pero eso no le ahorró tener que presentarse y perder él mismo unos meses después. Aquella situación condujo a la primera repetición de elecciones en España.
La situación se repetiría, de forma casi idéntica, en 2018, tras el primer Gobierno de Sánchez en solitario. Después de que el PSOE y Podemos no se pusieran de acuerdo para formar un Ejecutivo de coalición y que el líder socialista fracasara en su intento de investidura, las Cortes se disolvieron y hubo nuevas elecciones. España pasó así en menos de dos años de no contar con ninguna investidura fracasada a tener dos repeticiones electorales. ¿Le acompañará ahora Catalunya por esta senda?