Los conflictos causados por el ruido abundan en cualquier municipio de España. Igual que el nivel de pesadez humana, hay bullicios más llevaderos y otros que resultan directamente insoportables y que denotan falta de empatía con quien, al fin y al cabo, se comparte existencia. Este es el caso de un hombre de El Masnou (Barcelona) condenado por el “volumen excesivo” de la música electrónica que ponía a todas horas, que provocó “un grave daño” en la salud de la familia de la vivienda colindante.
La sentencia de la magistrada del juzgado de lo penal 2 de Mataró, Lucía Avilés, asume la tesis de la Fiscalía de Medio Ambiente de Barcelona y no deja lugar a dudas: durante un lustro, el condenado puso la música tan alta que las paredes y los objetos de la casa de al lado vibraban. Lo hizo a sabiendas de las “consecuencias gravemente peligrosas” que los ruidos tenían para la salud de sus vecinos, quienes no pudieron dormir adecuadamente y del tirón durante años.
El fallo condena al acusado a un año y tres meses de cárcel por un delito contra el Medio Ambiente, además de obligarle a indemnizar a sus vecinos y víctimas de sus ruidos excesivos con 18.000 euros. La sentencia es recurrible ante la Audiencia de Barcelona.
Entre los años 2012 y 2017, indica la sentencia, el hombre puso la música muy por encima de los niveles legalmente establecidos por la normativa medioambiental e hizo caso omiso a las numerosas visitas de la Policía Local. También desoyó la advertencia que en 2014 le hizo el concejal de Medio Ambiente del municipio.
Las consecuencias del incivismo del acusado no solo traspasaron la línea del Código Penal, sino que provocaron graves efectos en la salud de sus vecinos: además de tratamientos sedantes para poder dormir, la sentencia reconoce que la enfermedad degenerativa que sufría una de las víctimas empeoró por culpa de la ansiedad que le provocaba el ruido.
La sentencia se fundamenta en los testimonios de las víctimas, de los numerosos agentes que testificaron en el juicio sobre las visitas al hombre para que bajara la música así como en los informes periciales de sonometría que constataron el ruido que tuvieron que soportar los vecinos del condenado.
Tanto la pareja que vivía en la casa contigua como la hermana de una de las víctimas declararon en el juicio los efectos nocivos que el ruido tuvo, en especial sobre sus padres, ya mayores y aquejados de varias enfermedades y también residentes en la vivienda. “El 'bum bum' no se podía resistir, me vibraban los huesos”, testificó la mujer.
Pese a los intentos de conciliación previos, la familia víctima del ruido tuvo que hacer “múltiples requerimientos” a la Policía Local de El Masnou, indica la sentencia. “Era un 'bum bum' continuo”, llegó a declarar uno de los policías. Los agentes testificaron en la vista que el ruido era “ensordecedor”, que se oía desde la calle y que el acusado la mayoría de ocasiones se negó a abrir la puerta. En un caso, sin embargo, sí recibió a los uniformados, y se disculpó “por haber estado toda la noche de marcha”.
Por su lado, el acusado mantuvo una versión exculpatoria que carece de credibilidad, a juicio de la magistrada. Negó haber puesto la música alta, pero reconoció las múltiples visitas de la Policía Local. “La conducta deliberadamente insistente en la causación de ruido no queda empañada por el hecho de que, a veces y en presencia policial, [el acusado] bajara la música”, resuelve la jueza.
“La persistencia en su actitud –concluye la magistrada– hace entender que el acusado era consciente de que su conducta podía afectar a la estabilidad psíquica de cualquier vecino, pues con unas mínimas habilidades sociales no se puede sino ser consciente de ello”.