La Guía Repsol de 2016 recogía entre sus páginas un reportaje sobre el restaurante 'Marea Alta', hoy cerrado pero que entonces se ubicaba en lo más alto del edificio Colón de Barcelona. Pero las imágenes del reportaje, firmadas por el fotógrafo César Cid, empezaron a aparecer en publicaciones que el restaurante hacía en diferentes redes sociales para promocionar el local. Varios años después, la Audiencia de Barcelona ha sentenciado que el fotógrafo nunca dio su permiso para que el restaurante usara las imágenes por su cuenta y ha establecido una indemnización de 6.750 euros para él. “Ha utilizado para fines comerciales y publicitarios una obra ajena sin autorización”, reprochan los jueces en su sentencia al restaurante.
El reportaje se titulaba “El mar entre las nubes” y reflejaba las novedades del restaurante que el chef madrileño Enrique Valentí había abierto en el edificio Colón, cerca del Puerto de Barcelona y con unas vistas privilegiadas de esa parte de la ciudad y del Mediterráneo. Nueve fotos de César Cid mostraban al chef, sus cocinas, las vistas del local, sus platos y sus trabajadores.
En los tres años siguientes, antes de su cierre, el restaurante siguió utilizando por su cuenta las fotografías de Cid sin pedirle permiso ni pagar, para promocionar el local en distintas redes sociales: ocho en Instagram, diez en Twitter y una docena en Facebook. Incluso para promocionar la presencia del chef en un club exclusivo de Bahréin en 2019. El restaurante siguió haciendo lo mismo también después de recibir varios correos electrónicos del fotógrafo.
Cid llevó el caso a los juzgados y en primera instancia le dieron la razón al restaurante: las fotos que hizo en 'Marea Alta' no podían considerarse “obras fotográficas” sino unas “meras fotografías”, y además su explotación había quedado cedida a Repsol. El fotógrafo recurrió y la Audiencia Provincial de Barcelona le ha dado la razón: la compañía que explotaba el restaurante, ahora cerrado, tendrá que pagarle 6.750 euros entre indemnizaciones, daños morales y el beneficio que obtuvo el restaurante de sus fotos.
La Audiencia recuerda que, desde hace más de una década, la jurisprudencia europea protege también el trabajo de los fotógrafos y que, en este caso, no eran meras fotos como alegaba el restaurante: “Merecen la consideración de obras fotográficas, no se trata de una captación automática de la realidad (en este caso platos, un cocinero o un restaurante) sino que el encuadre, la luz, la disposición de los objetos y de las personas suponen una composición personal e individual de su autor que trasciende a la mera realidad, decisiones creativas y libres del propio autor que representa la forma en la que el autor expresa esa realidad”, dice el tribunal.
Eso convierte las fotografías que Cid hizo para la Guía Repsol en una obra con propiedad intelectual. El siguiente razonamiento lleva a los magistrados a culpabilizar al restaurante de usar las imágenes más de 20 veces en distintas redes sociales sin un permiso que no fue concedido ni por el autor ni por Repsol, mucho menos para fines comerciales como es promocionar el local en internet.
Las fotos se hicieron por encargo, pero no del restaurante y la autorización de Cid “alcanzaba a ese encargo y no a cualquier uso que de las fotografías se pretenda hacer con posterioridad, y mucho menos por el uso por un tercero con quien no contrató y a quien no autorizó”, dicen los jueces para dar la razón al fotógrafo. Carlos Muñoz Viada es su abogado: “Si yo hago una fotografía de mi mujer en un viaje podemos hablar de meras fotografías, pero cuando hablamos de una persona que se dedica profesionalmente a la fotografía, es evidente que estamos ante una obra fotográfica”, relata a elDiario.es. “Es una fotografía profesional, es como si yo le digo al del restaurante que no le pago el flan porque en mi casa también comemos flanes”, justifica. “Si interviene un proceso creativo lógicamente es profesional, tiene que ser una obra, son aquellas que proceden del intelecto y la creación”.
“Te dinamita el ánimo”
Preguntado por elDiario.es, el fotógrafo César Cid explica su caso y las consecuencias de que su trabajo pueda ser sustraído de esta manera, tan fácil como descargar una imagen de una red social o una página web. “Moralmente dinamita el ánimo, uno ve que te pueden mangonear con total libertad. Que pueden utilizar tu trabajo, cogerlo y distribuirlo libremente faltando el respeto”, explica. Y no solo eso, añade. También ataca al bolsillo: “Si pueden disponer gratuitamente, ¿por qué van a molestarse en contratar un fotógrafo?”.
No es la primera vez en que le pasa. En este caso, poco después de elaborar el reportaje, empezó a seguir al restaurante en sus redes sociales y comprobó que, unas pocas semanas después, estaban usando sus fotos. “Para felicitar las fiestas navideñas y para promoción del restaurante”, explica. Preguntó al cliente y le confirmaron que nadie les había dado permiso para hacer eso. Preguntó al restaurante, pidió una compensación y solo recibió una disculpa y la promesa de que no volvería a pasar.
“Es una victoria moral. Yo desde el primer momento sabía que la compensación económica podía llegar tarde, mal o nunca”, explica Cid. La empresa que gestionaba el restaurante terminó por quebrar y eso, explica, dificulta sus posibilidades de cobrar. “Yo lo hice por salud mental, por mí y por todos mis compañeros, me parecía importante crear una jurisprudencia y que este caso sirviera para que mis compañeros y compañeras sepan que es una batalla que merece la pena librar”, dice. Darse cuenta de que le han robado una foto, a veces, es la primera dificultad: “Como en los metadatos incluyo el nombre a veces las encuentro, pero otras veces es imposible. Pero es muy muy frecuente en blogs, incluso en periódicos, en redes sociales, muy frecuente, más de lo que me gustaría”, lamenta.
Marta Jara es fotógrafa y, entre otras colaboraciones, sus fotos ilustran muchas entrevistas y reportajes en elDiario.es. Ver sus fotos utilizadas por personas que no han pagado no es algo que suceda a diario, pero le ha ocurrido. Desde páginas web hasta cartelería de partidos políticos. “Antes de que me las cojan alguna vez me han pedido una foto y a veces me la han pagado y otras veces, cuando les he dicho que tenía que facturar por ese trabajo, me han dicho que ya se buscaban la vida de otra manera”, explica.
Es algo que afecta a la economía de un fotógrafo cuando, además, muchos son autónomos y trabajan para varios clientes. “Yo facturo por trabajo, por fotos, y claro no puedo ir regalando fotos, es como el que tiene una tienda y va regalando sus productos, pues no genera ingresos. Vivimos de esto, si hacemos eso no ganamos dinero”, explica. A veces deciden regalar alguna pero eso, añade, es decisión del fotógrafo, y otras veces se encuentran con quien les dicen que, una vez hecha la foto, qué más da que se use de otra manera. “Pues no. Si quieres una foto es mi trabajo y me dedico a esto y tienes que pagarlo, igual que yo pago por otras cosas”.
“Cruzan los dedos para que no les pillen”
Pedro Armestre lleva tres décadas detrás del objetivo, y es un experto en ser víctima de robos de fotografías. “Poco a poco he ido buscando la manera de resolver estos asuntos”, explica en conversación con elDiario.es. “Yo tengo un abogado que me gestiona estos conflictos y considero que es una inversión, no un gasto. ”Yo primero llamo al infractor, le comunico con buenas palabras la infracción que ha cometido y el importe de la factura y cuando se ponen revoltosos, en ese momento aviso a mi abogado y yo ya no vuelvo a hablar con el infractor“, relata.
En estos 30 años, Armestre relata que se las ha tenido que ver con todo el mundo por sus fotos. “He peleado con medios de comunicación, con empresas, con partidos políticos y en principio la Ley de Propiedad Intelectual siempre me ha dado la razón”, cuenta. Un caso fue el de France Press, donde trabajó más de una década y de donde se marchó por un conflicto relacionado con sus fotos. “Ellos me obligaban a una cesión de derechos universal, por si un día abren una delegación en Marte. De por vida, que no sé hasta qué punto es legal”. Después de varios años, llegaron a un acuerdo, fue indemnizado y 25.000 de sus fotos fueron retiradas del archivo de su agencia.
Armestre pelea, pero entiende que no todos pueden. “La pelea no es sencilla, y entiendo que muchos, y en esta profesión se trabaja muy en precario, no pueden permitirse meterse en temas de juicios porque el coste es elevado”, lamenta. Por un lado, diagnostica que existe un desconocimiento “muy grande” entre la propia comunidad fotográfica de los derechos derivados de la Ley de Propiedad Intelectual. Pero luego, añade, existe la “mala fe” por parte de los que roban esas fotos.
“Aun conociendo que tiene que pagar unos usos, la usa deliberadamente y cruza los dedos para que no le pille. Cuando le pillan suele echar balones fuera. Lo más coherente es que reconozcan que han cometido la infracción y paguen, pero hay gente que como sabe que no hay denuncias, la mayoría se echan atrás a la hora de denunciar, lo dejan correr y los trámites acaban por dejar ese cobro en un olvido”, explica.
“Si hacemos una comparativa con la música, estamos a años luz”, lamenta este fotógrafo que anima a sus compañeros de profesión a denunciar. “Que busquen otros canales donde puedan recuperar el dinero perdido por esa infracción”, dice.
“Esto está a la orden del día”
Eva Casado es presidenta de la Asociación de Fotógrafos Profesionales de España (AFPE) y explica que todo esto “está a la orden del día”. En la fotografía política y social pero también, por ejemplo, en la arquitectura. “A lo mejor contratan a un fotógrafo para que haga un reportaje para un cliente y ese cliente ofrece las fotografías a sus propios clientes. Y eso, si no se ha hablado con el fotógrafo previamente, no se puede hacer”, explica a elDiario.es. Tampoco elaborar un montaje sin pedir permiso, por ejemplo.
Perder el control sobre la foto, añade, acarrea “una gran pérdida económica” para un profesional de este sector. “El fotógrafo no vive solo de vender sus fotografías, vive de vender los derechos de uso. ”Si te cogen una fotografía y la utilizan para absolutamente todo y no te han pagado esos derechos, estás perdiendo una gran parte económica“. Antes hacer un seguimiento de estas imágenes era más complicado y ”dependía de un amigo, que te decía que había visto una foto tuya por ahí“. Ahora, reconoce, hay webs que permiten hacer un mejor seguimiento y es ”más sencillo“.
Explica Casado que entrar en una persecución legal a un cliente o infractor para que pague una foto no es tan sencillo. “Es un tiempo que tienes que dedicar a negociar con el cliente y si va bien todo acaba ahí. Pero muchas veces no es así. Al final tienes que ir a juicio con todo lo que conlleva: tiempo, dolores de cabeza, estar incómodo por la situación”, relata.