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Familias numerosas hacinadas en habitaciones y pisos pequeños: “El confinamiento puede ser un infierno”

Los cuatro hijos de Kenia Rodríguez llevan tres días sin apenas salir de una sola habitación, la que les ha ofrecido una amiga en una ciudad metropolitana de Barcelona tras tener que abandonar el lunes el piso que ocupaban. Solo el marido, que es chapista, se ausenta durante el día para ir a trabajar. “Esto del confinamiento puede ser un infierno. Los niños duermen mucho porque no tienen nada más que hacer. Solo el mayor tiene móvil, y hay una tele pequeña con la que vemos 'La que se avecina', pero se aburren muy rápido”, cuenta esta mujer desde una estancia repleta de camas una al lado de la otra.

Desde que Pedro Sánchez anunció el estado de alarma y ordenó a la ciudadanía no salir a la calle salvo excepciones, han sido incontables los mensajes que han circulado en redes sociales y televisiones por parte de futbolistas y famosos que animan a la población a quedarse en casa... desde sus hogares con jardines y gimnasios.

Pero la realidad de miles de ciudadanos es menos cómoda, en algunos casos incluso con familias numerosas hacinadas en pisos pequeños, con mala ventilación o sin luz natural, obligadas a compartir un diminuto espacio durante horas y horas. Solo en España hay 23.500 hogares en los que no hay ni 10 m2 por habitante (13.600 de parejas con hijos y 9.000 de familias que comparten), según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

La situación de Kenia, parecida a un realquiler de habitación pero sin que su amiga les cobre por ello, es de una evidente sobreocupación. Su principal sufrimiento es que el confinamiento se alargue, una situación que asegura que para los suyos será insostenible si nadie les ofrece una alternativa. “Salimos poco de la habitación para no buscarle problemas a mi amiga con el dueño, y solo el mayor va a comprar al supermercado. Si al menos pudiesen salir al parque a jugar, con los amigos del colegio, ya sería otra cosa. Pero si no es un horror”, explica.

Más de 4.000 realquileres en Barcelona

Desde Càritas Diocesana de Barcelona atendieron en 2017 un total de 4.554 personas en situación de realquiler. En 769 casos había menores de edad. “Son una bomba de relojería”, advierte Ferran Moreno, técnico del programa de vivienda y sin hogar de la entidad. Si las condiciones de infravivienda ya suelen pasar factura a la salud mental de mayores y niños, es obvio que su vulnerabilidad va a aumentar, razona. Además, recuerda que son ellos los que más se benefician de de unos equipamientos públicos como colegios, bibliotecas o parques que hoy están cerrados. “Incluso se quedan sin locutorios para internet y hablar con la familia”, remata.

El Gobierno y las distintas administraciones han anunciado una batería de medidas en materia de vivienda que van desde una moratoria del pago de hipotecas y la prohibición de cortes de suministros –en el caso de familias en riesgo de pobreza– a soluciones de urgencia para las personas sin hogar que hoy no tienen donde refugiarse del virus. Para otros colectivos de riesgo, como las víctimas de violencia de género o los usuarios de albergues de emergencia, en Barcelona han encontrado la solución de abrir unos 200 pisos turísticos vacíos.

Pero no parece haber alternativa para las miles de viviendas sobreocupadas que hay en España, y que suponían en 2017 alrededor del 5% del total, según datos de la Encuesta Europea de Ingresos y Condiciones de Vida analizados en un informe del Observatorio Social de La Caixa. Y no solo eso: de entre todos los hogares con dos progenitores y un hijo o más, se considera que el 4% tiene escasez de luz y el 15%, exceso de ruido producido por los vecinos o el exterior. “Se trata de situaciones que ya de partida son perjudiciales para la salud de los habitantes, y que ahora se agravarán, porque están obligados a estar más tiempo en hogares con humedad, sin ventilación, con poco espacio”, resume Moreno.

Limpiar sobre limpio para no aburrirse

Con todo, no hace falta que la situación sea extrema para que los vídeos de los famosos en sus casas resulten cuando menos ofensivos a ojos de algunas familias. Así lo ve Karla Chaves, vecina de origen hondureño de Ciutat Meridiana, uno de los barrios con la renta media más baja de Barcelona. “Sergio Ramos te dice que te quedes en casa con su gimnasio y su jardín, ¿pero nosotros que vamos a hacer en un piso de 45 m2?”. Por nosotros se refiere a ella, tres hijos y una nieta de un año. “Voy del salón a la cama, de la cama a la cocina y de la cocina a la habitación de mi hija. Es un agobio. Me digo que tengo que ser fuerte y me pongo a limpiar la cocina a fondo por no aburrirme, ¡pero estoy limpiando sobre limpio!”, relata.

No fue hasta el lunes, explica, cuando se dio cuenta de la seriedad de las medidas de aislamiento. “Fue al llegar al Lidl y ver el panorama. Me pilló un bajón. Pensé: '¿Qué voy a hacer con los niños?'”, explica esta madre soltera, que se encuentra estos días de baja laboral –es cuidadora en una residencia– por un dolor de espalda. Su mayor preocupación ahora mismo no es perder su empleo, sino que las restricciones del estado de alarma duren más de los quince días anunciados.

Este jueves, tras volver del supermercado con un paquete de pañales para su nieto, contaba por teléfono: “¿Qué va a pasar si se alarga semanas? No quiero que los niños salgan y no tengo ni balcón. Estoy asomando al pequeño por la ventana con un taburete para que le dé el aire. Me estoy empezando a preocupar”, insistía.

El entusiasmo con el que cogía la Nintendo el pequeño, de ocho años, es ahora indiferencia. “No es lo mismo jugar todo el día que solo un rato después del colegio”, dice su madre. Mientras tanto, las hijas mayores racionan incluso los deberes para no acabar demasiado rápido las tareas asignadas por sus profesores.

“El gobierno ha dado un mensaje de que nadie se va a quedar atrás, pero sí que va a haber gente”, lamenta la portavoz de la PAH en Barcelona, Lucía Delgado. Y si hay una población que sufre exclusión residencial muy por encima de lo habitual, estos son los inmigrantes. De acuerdo con los datos de los usuarios de Cáritas en la capital catalana, de las 12.165 familias que atienden, el 25% vive de realquiler y el 7%, con otros familiares. Si se observa solo entre las familias de origen extracomunitario, el porcentaje se dispara al 80% y 57%, respectivamente.

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