Mientras se tomaba el primer café de la mañana, Susana ha cogido su teléfono y ha ha visto algo que “no pasaba desde la pandemia”. Había cola para entrar en la aplicación 'La Meva Salut', la intranet del Departamento de Salud de la Generalitat de Catalunya. Unas 4.000 personas estaban a la espera antes que ella. Pero, esta vez, no era para pedir cita para vacunarse, sino para descargar un QR con el que cualquier mujer catalana –o persona que menstrúe en general– tiene acceso a una copa, a unas bragas o unas compresas de tela de manera gratuita.
Se trata de una campaña impulsada por la Generalitat que se ha puesto en marcha este lunes y que cuenta con la colaboración del Consejo de Colegios Farmacéuticos y de las 3.284 farmacias que hay en Catalunya. “Es una idea genial”, explica Susana. Esta joven de 30 años ya es una veterana en el uso de productos reutilizables. “Yo ya tengo todo lo que ofrecen, pero no está de más tener de repuesto”, explica.
Ella es una de las muchas mujeres que han dejado las compresas y tampones atrás y se han pasado a la copa o la braga menstrual. De hecho, según un estudio del Instituto de Investigación en Atención Primaria Jordi Gol i Gurina, el 55% usa –siempre o en alguna ocasión– productos reutilizables. Esta cifra no sorprende a Susana, que asegura que todas sus amigas hace tiempo que “no quieren saber nada de los tampones”.
Pero todavía es una cuestión muy generacional. Mientras el 64% de mujeres entre 26 y 35 años asegura que “mayoritariamente” usan productos reutilizables, la cifra desciende a menos del 20% tanto entre las mujeres mayores como entre las adolescentes. “Las adultas jóvenes hemos hecho mucho curro para entendernos y tener una relación distinta con nuestra regla, pero eso no ha impactado en las mujeres de más y menos edad”, opina Clara Font, educadora sexual.
Esta profesional lamenta que “si la educación sexual está pendiente, la educación menstrual está fatal”. Muchas mujeres, asegura, siguen reproduciendo mitos y temores sobre la regla. “Piensan que es algo sucio, que da asco y que hay que evitar a toda costa lidiar con la sangre”, apunta Costa, que recuerda que el tabú es tal que, hasta hace menos de un año, los productos menstruales no se testaban con sangre, sino con un fluido sintético.
“Toda la vida los anuncios nos han dicho que debemos esconder nuestras reglas y hacer como si no existieran”, añade la educadora, que pone como ejemplo el “típico momento” en que una mujer pide a escondidas a sus compañeras de clase o de trabajo un tampón, “como si traficara con drogas”.
Este tabú sobre la regla hace que el uso de productos menstruales reutilizables no sea tan extendido. Una copa requiere introducir los dedos en la vagina, y las compresas o bragas de tela deben ser lavadas, lo que supone entrar en contacto con la sangre. “¡Qué asco!”. Así reacciona Míriam, una adolescente de 15 años, al oír hablar de este tipo de productos. Ella hace unos cuatro años que menstrúa, pero no habla de eso con nadie. Ni con sus amigas.
Le da “mucha vergüenza” sacar a colación su regla y, por eso, no ha querido acompañar a su madre a la farmacia a buscar sus productos gratuitos. Ninguna de las dos son usuarias de este tipo de útiles reutilizables. Míriam los rechaza porque le da “asquito” y su madre, Carolina, no tiene claro por qué . “Uff...”, dice. “La copa es muy grande, me daba miedo que no entrara o que doliera. Y pensaba que las braguitas podrían oler mal... pero tengo sexo con mi marido y toda la vida he usado compresas, así que supongo que eran excusas”, resuelve.
Reconoce que la campaña de la Generalitat, llamada “Mi regla, mis reglas”, ha sido “el empujoncito que necesitaba”. Por eso este lunes acudió a su farmacia a buscar una copa para ella y unas bragas para su hija. “Y, si no las quiere, me las quedo yo”, asegura Carolina.
El 20% de mujeres sufre pobreza menstrual
Los productos menstruales reutilizables tienen diversas ventajas. Una de ellas es que permiten reducir la cantidad de desechos plásticos. Y es que sólo en Catalunya se generan 9 toneladas anuales de residuos provenientes de compresas y tampones de un solo uso. Además, también son mejores para la salud, ya que “no dejan ir microplásticos ni químicos que acaban siendo absorbidos por el cuerpo y que pueden provocar infecciones”, tal como asegura Jesús Higueras, uno de los farmacéuticos que dispensa estos productos.
El facultativo ha recibido una formación “de más de cinco horas” para asesorar a todas las ciudadanas que acudan a recoger sus útiles menstruales. “Tengo muchos conocimientos nuevos, más de los que puedo recordar”, bromea Higueras, que asegura que se ha guardado algunos vídeos para volver a verlos.
Él ve con muy buenos ojos esta iniciativa y recomienda a todas las mujeres que la aprovechen. “El cuerpo lo agradecerá”, recomienda. Susana está de acuerdo. Ella afirma, sin tapujos, que la copa menstrual ha hecho que se “reconcilie” con su regla. “Es una pasada. No sé si es el hecho de verla de cerca, de comprobar que lo que huele mal es que se quede horas en un tampón o compresa de plástico, o qué, pero es que hasta tengo menos cólicos”, cuenta esta joven.
Carla Font corrobora las palabras de Susana y explica que interactuar con la sangre menstrual ayuda a “conectar con el cuerpo y a entender el cometido de la regla”. Asegura que, al dejar de ser algo a esconder, la menstruación se naturaliza y se acepta mejor. Por eso, alaba esta campaña de la Generalitat, porque “convierte la regla en una política pública, pone dinero de todos al servicio de la salud sexual y reproductiva, que deja de ser un tema íntimo y sólo de mujeres”.
Carolina también cree que este es un gran paso y está intentando “normalizar” la menstruación en su entorno. “Me daba mucha vergüenza hablar de este tema, pero hace poco, por fin, conseguí superarla y pedir una baja por regla dolorosa”, dice, orgullosa. Y hoy, incluso, les ha dicho a sus compañeros que ha ido a la farmacia a por una copa menstrual. “Tendrías que haber visto la cara de apuro de algunos de ellos”, exclama entre risas.
Para Font este tipo de gestos son muy necesarios, porque es “indispensable que la mitad de la población sepa qué nos sucede a la otra una vez al mes”. Según esta educadora sexual, el tabú de la regla esconde grandes desigualdades como la pobreza menstrual, que afecta a una de cada cinco mujeres catalanas. “La gente se piensa que eso solo pasa en países pobres, pero aquí también sucede. ¿Te imaginas el horror de tener que decidir entre comer o permitirte unos tampones?”, se pregunta.
Una mujer puede llegar a gastar entre 2.500 y 8.000 euros en productos menstruales durante toda su vida, una cifra que se reduce bastante con los productos reutilizables, que, si bien suponen una inversión inicial más elevada (de entre 20 y 40 euros), tienen una vida útil de unos 5 años y se amortizan en pocos meses.
Esta campaña se enmarca en el plan de equidad menstrual y climaterio 2023-2025 y cuenta con un presupuesto de 8,5 millones de euros. Y, aunque el QR sólo se puede canjear una vez y es válido hasta 2025, desde la Generalitat aseguran que su intención es renovarlo para poder seguir “luchando por los derechos de las mujeres”, tal como apostilló la consellera de Igualdad y Feminismos, Tània Verge.
Susana es consciente de que esta iniciativa no va a acabar con el machismo, pero asegura que es un paso que, aunque simbólico, es muy importante. “La regla es una muestra de que las mujeres estamos vivas en un cuerpo sano que, si lo desea, puede dar vida. Si podemos hablar libremente de eso y si la sociedad considera una prioridad garantizar que las mujeres podamos atender nuestros periodos, estaremos más cerca de la igualdad”, asegura.