Andrea es una joven realizadora audiovisual de 35 años que se define a sí misma como una “exiliada habitacional”. Nació en el barrio de Gràcia de Barcelona y, cuando se independizó, su trabajo “precario” como cajera la obligó a cambiarse a un barrio más económico. No fue hasta 2019, con 27 años, que pudo volver a su barrio natal. Con un trabajo de lo suyo, se pudo permitir pagar los 900 euros que le pedían por su piso, que compartía con su pareja.
“Era muy pequeñito, con dos habitaciones, pero nos bastaba”, recuerda Andrea, que en ese momento empezó a sentir el deseo de ser madre. “Sabía que en esa casa no podría criar y sabía que habría una mudanza, pero no tan lejos”, dice. Se quedó embarazada tres años después, justo cuando se les acabó el contrato del piso y al empezar a buscar, se encontraron con un “panorama desolador”.
“Nada por debajo de los 1.100 euros”, recuerda Andrea quien, conjuntamente con su pareja, a duras penas ingresan 2.900 euros. “Quedarse en Gràcia era imposible y nos dimos cuenta que Barcelona también se nos hacía muy cuesta arriba”. Así que, “en vez de quedarnos en un piso pequeño, apretados y con unas condiciones justas”, decidió ampliar la búsqueda. Eso la llevó a Mataró, donde encontraron un “buen piso” por unos 650 euros.
El de Andrea fue uno de los 5.900 contratos nuevos de alquiler que se firmaron en la zona del Maresme el pasado 2022. La escalada de nuevos contratos en ciudades cercanas a Barcelona empezó a crecer en 2015, justo el año en que los precios de alquiler en la capital catalana comenzaron a incrementarse.
De hecho, el número de gente que ha cambiado de piso en el Área Metropolitana de Barcelona se ha triplicado en los últimos 5 años, pasando del 8,8% en 2017 al 28,3% en 2022 y, dentro de estos, el número de personas que han tenido que cambiar de municipio para encontrar una vivienda se ha duplicado. Estos son datos publicados por el Instituto de Estudios Regionales Metropolitanos de Barcelona (IERMB), que muestran cómo ha cambiado el panorama de la vivienda en la capital catalana y en sus municipios cercanos.
Una de las cosas que muestra con más claridad el estudio es que el aumento de precio de la vivienda ha cambiado mucho la rutina de los habitantes de la zona. De hecho, una cifra que destaca es que casi un cuarto de las personas que ha tomado esta decisión lo ha hecho por motivos económicos, una cifra que ha pasado del 5,7% al 24% en tan solo cinco años.
Esta realidad se complementa con otro dato, que es que casi la mitad (48,8%) de las personas que trabajan en el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) lo hacen en un municipio diferente del que residen. Es el caso de Andrea, que cambió de ciudad por motivos económicos, pero no de trabajo. “Mi vida, mi trabajo y amigos, siguen estando en Barcelona. Es difícil socializar en una ciudad a la que llegas a las ocho de la noche. Yo me habría quedado, pero no me quedó otra que irme”, cuenta la joven.
Crece la insatisfacción
Josep tomó la misma decisión que Andrea, pero siete años antes. Él se mudó a Badalona en 2015. La ciudad colindante a Barcelona tenía los alquileres en una media de 599 euros en aquél entonces, mientras en la capital catalana estaban a 740. “Estaba a media hora del trabajo, igual que si me hubiera ido a vivir a un barrio más barato de Barcelona, pero allí tenía mejores condiciones”, explica este profesor de literatura.
Pero, si bien los precios en Badalona no han llegado a igualar los de Barcelona, el incremento que han sufrido ha sido bastante más acusado. Mientras en Barcelona los alquileres han subido un 15% en los últimos 5 años, en Badalona el incremento ha sido del 25%. “Ahora que tengo que volver a buscar piso, me estoy encontrando precios que bien podrían ser los de Barcelona”, se lamenta Josep.
“Ahora ya es imposible encontrar un piso decente por un alquiler razonable”, resume el profesor. Este sentimiento es bastante generalizado en el AMB. Según datos del IERMB, el 64,3% de sus habitantes consideran que es difícil encontrar una vivienda asequible en su barrio o municipio que se adecue a sus necesidades.
Esta sensación ha aumentado en casi 15 puntos respecto a 2017 y se debe, entre otras muchas cosas, al aumento de precios en los alquileres. Ahora bien, destaca el hecho de que este crecimiento de la insatisfacción no siempre es parejo al crecimiento de los precios. Por ejemplo, en la zona de Ordal Llobregat, que es en la que menos han crecido los alquileres, es una en las que más insatisfacción hay. Por contra, en Barcelona, que ha pulverizado todos los récords del precio de la vivienda, es donde menos crecimiento del malestar ha habido.
“La gente de Barcelona ya estamos de vuelta de todo. Tantos años seguidos de subidas insostenibles han hecho que, o nos resignemos, o nos vayamos”, explica Andrea, quien, además, también comprende que en otros lugares el malestar crezca más. “En muchas ciudades los precios suben porque están llenas de barceloneses exiliados como nosotros. Es cierto que los alquileres no han subido tanto, pero si suben es, en parte, por culpa nuestra. Y entiendo que les moleste”, explica.
Lo que se extrae del informe del IERMB es que hay una tendencia creciente a percibir una dificultad destacable a la hora de conseguir una vivienda. Se trata de un malestar que crece más, y más rápido que los precios, cosa que se entiende al ver un mercado tensionado desde hace casi una década, con un nivel de vida que no deja de crecer y unos salarios estancados.
Por eso ha crecido el porcentaje de gente que debe cambiar de lugar de residencia para encontrar vivienda más asequible, aunque eso agrave el problema. “Soy consciente de que yéndome a vivir a una ciudad más barata, mientras sigo haciendo vida en Barcelona, contribuyo a gentrificar esta ciudad. Pero si yo hago esto es porque a mí ya me han expulsado. Es un círculo vicioso que no sé como se tiene que parar”, se lamenta Andrea.