Javier Cercas: “Ni el comunismo es hoy un peligro ni lo es el fascismo”
'Independencia' (Tusquets), el último libro de Javier Cercas (Ibahernando, 1962) no va de política pero el procés es el carburante de esta novela, como lo fue de 'Terra Alta', la anterior y que le mereció el Premio Planeta hace dos años. Ambas se pueden leer de manera autónoma y forman parte de lo que será una tetralogía aunque no descarta que incluso pueda haber una quinta. Dice que solo hay dos tipos de novelas: las buenas y las malas. Esta es de las primeras. Se reconoce “muy furioso por dentro” contra las élites y la tiranía del dinero y de eso va su libro. No solo de eso, pero sobre todo de eso, de cómo se enquistan las élites en el poder. “Quemar contenedores no sirve absolutamente para nada. Lo que sirve es tomarse la democracia en serio y leer a Cervantes”, receta.
Cercas considera que en Catalunya seguimos “flotando en un líquido amniótico de mentiras” y se muestra pesimista respecto a que pueda haber una solución. Lo primero, explica, sería volver a la realidad y devolver su sentido a palabras como independencia o libertad. “Democracia no significa votar”, advierte. Se define como una persona de izquierdas y reconoce que le molesta más el populismo de los suyos, el populismo de izquierdas, que el de derechas.
Como siempre que publica libro está inmerso en la rueda de entrevistas mientras, también como siempre, tiene entre manos varias lecturas. Francófono declarado, como jurado del Premio Goncourt está con algunas de las obras finalistas mientras habla con entusiasmo de 'La era del capitalismo de la vigilancia' (Paidós), de la socióloga Shoshana Zuboff.
Tras publicar 'Terra Alta' y ahora con 'Independencia' asegura que está más claro adónde quiere ir. ¿Significa que se quedará en la novela policíaca?
No. En el fondo siempre he publicado novelas policíacas. Borges decía que todas las novelas son novelas policíacas. Todas las mías tienen un enigma y alguien que quiere resolverlo. En esta el protagonista ahora es un policía pero te adelanto que en la próxima ya no va a serlo. Si alguien quiere leer esta novela como una novela policíaca me parece estupendo. Y si alguien no quiere hacerlo así también me parece estupendo. Solo hay dos tipos de novelas: las buenas y las malas. Todo el resto es verborrea. En la literatura no hay géneros mayores o menores sino formas mayores o menores de usar los géneros.
¿Y hay formas que permiten escribir con una mayor libertad?
La libertad es la que se toma el escritor. La novela es el género de la libertad. La primera norma que Miguel de Cervantes nos dio es que aquí no hay normas, hagan ustedes lo que les de la gana. Yo procuro atenerme a esa norma porque este señor es al único ante el cual debemos responder. Todo lo demás no cuenta.
Es ficción pero es un libro que no habría surgido sin el 1-O.
Esta novela es autónoma, se puede leer por si misma, pero también es la segunda parte de 'Terra Alta'. Lo que digo es que estas novelas no hubieran existido sin el shock que para mí y creo que para la inmensa mayoría de los catalanes supuso lo ocurrido en Catalunya desde el 2012 al 2017 y en particular lo que ocurrió en octubre del 2017. No es el 1 de octubre. Es lo que ocurrió el 6 y 7 de septiembre hasta el 27 de octubre. Josep Fontana, patriarca de los historiadores y filoindependentista en su vejez, habló de un clima prebélico en Catalunya. Yo eso pensé que nunca lo iba a vivir y ese shock es el carburante de estas novelas aunque no sea su tema.
En el dietario de Juan Marsé que se ha editado ahora aparece una frase que anotó en el 2016 y que no sé si comparte: “A veces tengo dudas acerca de si la independencia de Cataluña, que nunca he deseado ni apoyado, sería tal vez conveniente, deseable y justa. De lo que no tengo duda es de que los patriotas catalanes que la promueven hoy son unos perfectos carcamales y no me merecen el menor respeto”.
Es de Marsé, no es mía. Esto nos llevaría muy lejos pero habría que empezar diciendo que no buscan la independencia.
¿Qué buscan?
La secesión, que es muy distinto. La independencia es una ilusión del siglo XIX, una quimera, mientras que la secesión se puede intentar. No les llamaría carcamales porque han sido muy inteligentes. Los que son tontos son los que les consideran tontos. Para conquistar la realidad hay que conquistar primero el lenguaje. Y ellos lo han hecho. Todas las palabras valiosas se las han apropiado: independencia, libertad, democracia... Pervirtiendo su significado, pero se las han apropiado. Lo han hecho extraordinariamente bien y en particular en el otoño del 2017.
Usted es de los que cree que el procés como tal se ha acabado. Pero el lío sigue.
Es que son cosas distintas. El procés tal y como se montó, en el 2012, con el concurso de las élites, la creencia de que la independencia era inminente, se acaba en el 2017 cuando choca con el muro del Estado de Derecho sostenido por la Unión Europea. Ahí se acaba. Ahora en lo que estamos es en las consecuencias del problemón que eso ha creado. No sabemos a dónde nos va a llevar. Tú y yo no creo que lleguemos a ver la solución. No lo digo porque sea profeta sino porque sé algo de historia. Dividir una sociedad es muy fácil si tienes los medios adecuados pero volverla a unir es muy complicado.
¿Entonces tenemos que acostumbrarnos a esta especie de cronificación del problema en la que parece que estamos instalados?
Lo que tendríamos que hacer es intentar solucionarlo, pero yo no soy optimista.
¿Cómo se soluciona?
Lo primero es volviendo a la realidad y devolviendo a las palabras su significado. Democracia no significa votar, eso es falso, y libertad no significa hacer lo que a mí me da la gana. España no es una dictadura, es una democracia imperfecta, como todas, menos que algunas y más que otras. También es completamente falso que todos los catalanes quieran la independencia y España no roba a Catalunya. El Evangelio dice que la verdad crea hombres y mujeres libres, y eso significa que la mentira crea esclavos. Aquí se han contado toneladas de mentiras. Ahora volver a la verdad es muy complicado y los que tienen que desmentir las mentiras son los que las contaron. En Catalunya el nacionalpopulismo sigue en el poder y nosotros seguimos flotando en un líquido amniótico de mentiras. Eso es letal.
Ha hecho referencia a las élites. En el libro se deja caer que los auténticos ricos nunca hacen ostentación de su riqueza. ¿Eso pasa solo en Catalunya o es en todos sitios?
Las élites no funcionan exactamente igual en todos sitios pero hay modos de comportamiento comunes y que los auténticos ricos no hacen ostentación es una evidencia. Bill Gates no va vestido con oropeles y Amancio Ortega no da entrevistas.
En 'Independencia' se comprueba cómo acercarse a las élites puede tener ventajas pero también te puede destrozar la vida.
Yo resumo este libro diciendo que es la historia de un hombre, Ricky Ramírez, que es la contrafigura exacta de Melchor Marín. Ramírez es el aspirante a pijo y Marín el antipijo total. Ramírez aspira a la independencia económica, personal, individual, y lo hace de la manera equivocada. 'Arrímate a los buenos', le dice su padre y él entiende que es arrimarse a los ricos y poderosos. ¿Y qué hace esa élite? Pues lo que suelen hacen las élites enquistadas en el poder, que es usar a la gente que se arrima, en este caso para sus propósitos perversísimos, y luego tratarlos como papel higiénico. Mis novelas no son directamente política, no pretendo hacer la crónica del procés porque para eso ya estáis los periodistas, pero sí hay una lectura política. Lo que le pasa a Ramírez es una metáfora de lo que pasa en Catalunya.
¿Y qué es lo que pasa en Catalunya?
En el 2012, en Occidente se vive una crisis brutal y las élites económicas catalanas quieren salir de la mejor manera posible y lo hacen como lo han hecho siempre: presionando al poder político. ¿Cómo? Contribuyendo a sacar a la gente a la calle. La gente estaba cabreada y con razón. Los que culpaban a la Generalitat inmediatamente pasaron a culpar al Gobierno de Madrid. A la vez se ofreció lo que se ha llamado una utopía disponible, un país maravilloso. La gente se creyó esas trolas y ahora las élites lo que quieren es que la gente se vuelva a casa. Están asustaditas y por eso hacen estas reuniones diciendo a la gente que no hay que quemar contenedores. Si tienes los medios de comunicación, el poder político y las redes sociales, que son una bomba absoluta, es muy fácil sacar a la gente de casa. Devolverla es muy complicado.
La democracia perfecta es una dictadura. Lo que define a una democracia es su imperfección, es decir, que es permanentemente mejorable
Me gusta mucho la presentación que la editorial ha hecho de la novela. Esto es un alegato furioso, muy furioso porque yo por dentro estoy muy furioso aunque por fuera intento comportarme razonablemente bien, contra la tiranía de los dueños del dinero y los amos del mundo. La democracia es el mejor invento para protegernos de estas élites. Quemar contenedores no sirve absolutamente para nada. Lo que sirve es tomarse la democracia en serio y leer a Cervantes.
Al protagonista de 'Independencia' se le define como un héroe de los atentados de Cambrils. ¿Qué le parece que los Mossos se hayan convertido en motivo de polémica política en un país en que igual les ponen flores en las furgonetas que después hay quien les quema las comisarías?
Los medios son los que le definen como un héroe. Los Mossos viven en un Dragon Khan. Unas veces son héroes y otros villanos porque el poder político intenta usarlos para sus propios intereses. Los servidores públicos, la policía, está a nuestro servicio. Pero si el poder político los utiliza lo que hace es pervertir una institución que es de todos.
En un artículo en 'El País' escribió que el verdadero dilema en España no es república o monarquía, sino mejor o peor democracia. Últimamente se ha debatido bastante sobre la calidad de nuestra democracia. ¿Usted es de los que cree que es una democracia plena o considera que es mejorable?
No existe la democracia perfecta. La democracia perfecta es una dictadura. La dictadura del general Franco se llamaba democracia orgánica. Las del Este eran perfectas, inamovibles. Lo que define a una democracia es su imperfección, es decir, que es permanentemente mejorable. Hay un verso de Bob Dylan que dice que quien no está ocupado en nacer está ocupado en morir. La democracia es exactamente eso. O mejora o empeora. Tomarse en serio la democracia significa que tienes que currártela cada día y tenemos que hacerlo todos, no solo los políticos. Dicho esto, obviamente que España es una democracia plena, como dicen todos los estudios de calidad democrática del mundo. Esto no es triunfalismo baboso, es una realidad.
En esa columna se reconocía como un votante de izquierdas desmoralizado ante un líder de un partido de izquierdas, Pablo Iglesias, que en su opinión fomenta problemas ficticios en vez de intentar resolver los problemas reales. ¿Qué le parece que abandone ahora la vicepresidencia del Gobierno para ser candidato en las autonómicas de Madrid?
Lo que ha contestado la gente de Más Madrid, que le conoce mejor que casi nadie, diciéndole que esto no es una serie de Netflix, no me parece una mala respuesta. Las políticas sociales de Yolanda Díaz a mí no es que no me den miedo, es que me parecen incluso conservadoras en muchos aspectos. Por ejemplo, en el caso de la vivienda yo iría mucho más lejos. Iglesias está con el cuento de que nos dan miedo sus políticas sociales y eso es falso. Lo que me desagrada profundamente es el maquiavelismo sistemático que han aportado a la izquierda. Yo soy camusiano, no es el fin lo que justifica los medios sino los medios los que justifican el fin. Me siento mucho más próximo a Yolanda Díaz que a Pablo Iglesias. Utilizar la política como un Juego de Tronos me disgusta. La política consiste en resolver los problemas reales. La primera decisión de un gobierno de izquierdas debería ser triplicar el sueldo de los maestros.
Iglesias está con el cuento de que nos dan miedo sus políticas sociales y eso es falso. Lo que me desagrada profundamente es el maquiavelismo sistemático que han aportado a la izquierda
Pues se avecina una campaña en Madrid y el debate va sobre si socialismo, comunismo o fascismo.
Ni el comunismo es hoy un peligro ni lo es el fascismo. Eso era en los años 30. Eso es Netflix, una película. ¿Pero dónde están el comunismo y el fascismo? Si tenemos problemas gordísimos y peligros reales. ¿Dónde está el debate sobre la vivienda, la sanidad, la educación?
Me ha llamado la atención que uno de los personajes, Vivales, comenta que Barcelona se está poniendo insoportable, tan sucia como Nápoles y tan puritana como Ginebra. En el libro es la Barcelona de 2025. ¿Cómo ve usted la capital catalana de ahora?
Un escritor no comulga con todas las frases de sus personajes pero no me parece que Vivales en eso esté muy desacertado aunque lo diga tomándose un gin tonic en un bar nocturno. Algo de razón tiene. Barcelona me sigue pareciendo una ciudad maravillosa en la que pese a todo se vive muy bien. Hay muchas cosas que hace el Ayuntamiento que me parecen bien, algunas, e insisto en el tema de la vivienda porque me parece muy importante, incluso insuficientes. Ada Colau apunta hacia dónde hay que ir. Lo que de nuevo me molesta es el populismo. El populismo de izquierdas me molesta más que el de derechas porque la izquierda es la mía. Me molesta más lo que hace mal la izquierda que la derecha porque a la derecha ni la voto ni me interesa. La autocrítica es más importante que la crítica.
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