Minimalista, sobrio –incluso un poco austero–, funcional y efectivo, son algunos de los adjetivos que sirven para definir el montaje escénico que los directores de escena Moshe Leiser y Patrice Caurier concibieron en 2003 para la producción de Madama Butterfly de la Royal Opera House de Londres. Se compone de diversos paneles, de estilo tradicional japonés, que suben y bajan, o se desplazan de izquierda a derecha, en función de las necesidades de cada escena para mostrar un trasfondo que contextualiza el Japón del final de la era Edo, hacia mediados del siglo XIX.
En aquel momento, el montaje supuso una apuesta innovadora y elegante que, adicionalmente, no implicaba grandes exigencias a nivel de montaje o logística, además de volcar todo el foco escénico en la protagonista, la desafortunada joven japonesa Cio-Cio-San. Llegó al Gran Teatre del Liceu de Barcelona en 2006 y en el presente mes de diciembre, que se ha iniciado con temperaturas significativamente bajas, ha alcanzado su cuarta reposición en escena.
En este caso con el aliciente especial de celebrar el centenario de la muerte del compositor de la obra, Giacomo Puccini, que tuvo lugar precisamente el pasado 29 de noviembre. Así, la ópera más popular de Puccini, que contiene a su vez una de las arias más difundidas de todos los tiempos, Un bel dì, vedremo, ocupa estos días, y hasta el 28 de diciembre, el escenario del teatro barcelonés. Cuenta con la dirección del chileno Paolo Bortolameolli, que destaca por haber sido director asociado a la Filarmónica de Los Ángeles y mano derecha del venezolano Gustavo Dudamel.
Tres sopranos reconocidas
Tres sopranos de primer nivel defienden en el escenario a esta Madama Butterfly. Las tres se van turnando en fechas alternas para cubrir este papel de elevadísima exigencia, tanto técnica en la voz como como física en el esfuerzo, dado que el de Cio-Cio-San es un rol que prácticamente lleva todo el peso de esta ópera, de más de dos horas, sobre sus espaldas.
Pero Madama Butterfly supone, además, un reto en la expresividad dado el dramatismo de la historia, que la soprano debe de hacer creíble en todo momento para mantener la tensión argumental y no caer en la comicidad. Puccini siempre pensaba sus óperas con un sentido escénico precursor del melodrama cinematográfico, lo que obliga a los y las intérpretes a esforzarse a ser buenas actrices y actores, además de cantantes solventes.
Teniendo en cuenta estas claves, puede entenderse la elección de las tres sopranos, todas en ellas nacidas entre 1979 y 1981 y, por lo tanto, en el punto más alto de sus carreras en cuanto a madurez y capacidades. Se trata de la búlgara residente en España Sonya Yoncheva, la madrileña Saioa Hernández y la norteamericana Alyn Pérez, que fue precisamente quien protagonizó la sesión del domingo.
Pérez representa a la escuela americana, de voces más cristalinas y limpias pero con menos intensidad dramática en el registro, si bien prestando especial atención a la calidad interpretativa, cosa que siempre es un plus en las óperas de Puccini. De hecho, la soprano viene de representar el papel de Mimí en la produccion de La bohème de la Metropolitan Opera House de Nueva York
Una convincente Alyn Pérez
En razón de sus capacidades, Pérez supo mantener el peso de la obra de forma convincente, supliendo con expresividad y emotividad interpretativa los parajes donde su voz se podía ver más limitada, como es el demoledor final, cuando Cio-Cio-San se quita la vida tras de conocer las intenciones del demoníaco Pinkerton.
Pero al mismo tiempo, su calidad y su técnica vocal le permitieron lucirse en otros momentos más favorables a sus características, como por ejemplo el dueto Tutti i fior, que canta junto a Suzuki, para la ocasión interpretada por la mezzosoprano catalana Gemma Coma-Alabert, una experta en este papel que supo acompañar a Pérez en todo momento.
Destacó Pérez, de este modo y en especial al final del primer acto, en el dueto amoroso Vogliatemi bene, que canta Cio-Cio-San junto a Pinkerton y que supuso uno de los momentos más memorables y líricos de la tarde. A este respecto, el domingo Pinkerton estuvo interpretado por el tenor tinerfeño Celso Albelo, con una voz sólida, tal vez un poco grave para el papel de un apuesto oficial de la marina que debe aparentar el lirismo de la juventud, pero sin duda un puntal a la hora de cubrir los momentos más exigentes, como el citado dueto.
Por otro lado, el personaje de Sharpless, el cónsul estadounidense en Nagasaki, fue interpretado con solvencia por el barítono madrileño Gerardo Bullón. Finalmente, el despiadado casamentero Goro estuvo a cargo de Pablo Garcia-López, un joven tenor cordobés que actuó por primera vez en el Liceu en la temporada 22/23.
Madama Butterfly, ópera reivindicativa
Madama Butterfly cuenta la historia de Cio-Cio-San, una adolescente japonesa de Nagasaki de apenas 15 años que a finales del siglo XIX, un momento en que Japón volvía a exponerse al mundo tras más de dos siglos de aislamiento, es engañada por un casamentero, haciéndola creer que se casa con un joven y apuesto oficial de la marina estadounidense, Benjamin Franklin Pinkerton. En realidad, la boda es una patraña destinada a que Pinkerton, un predador sexual, pueda satisfacer su deseo con la que continúa siendo una niña inmadura e ingenua.
Tras una noche de engaño y lujuria, Pinkerton abandona Japón y Cio-Cio-San queda embarazada. Ella, enamorada, esperará tres años con fe ciega acompañada de su sirvienta y amiga Suzuki, hasta que él regresa. Lo hace con una mujer occidental, la que considera su esposa oficial y que, puesta en conocimiento de la existencia del niño, pretende arrebatárselo a Cio-Cio-San y criarlo ella en Estados Unidos. Cuando la joven japonesa comprende la situación, decide vendar los ojos a su niño y darle una bandera estadounidense para que la ondee mientras ella, totalmente devastada, se quita la vida por el ritual del seppuku.
Si bien en toda la producción operística de Puccini está presente el alejamiento de temas más épicos y mitológicos para bajar al terreno de lo real, de la preocupación por las miserias sociales y de la denuncia de la situación de la mujer en el contexto de su tiempo, es en Madama Butterfly donde más se concentra este posicionamiento, que incluso hoy en día es actual y que podríamos homologar como reivindicativo.
Madama Butterfly lo tiene todo en este sentido: prostitución de menores en Asia y matrimonio infantil, ya que la protagonista tiene apenas 15 años cuando es falsamente casada con el oficial estadounidense Pinkerton; también vientres de alquiler, pues la mujer occidental de Pinkerton desea robarle el hijo que Cio-Cio-San tuvo con su marido.
Y por supuesto trata el colonialismo y el racismo, que se deduce del menosprecio de Sharpless y Pinkerton hacia las costumbres japonesas y su exaltación del imperialismo estadounidense. El rechazo al multiculturalismo es otro tema presente, al ser la protagonista repudiada por los suyos por renunciar a su religión y costumbres.
Incluso trata el drama de los migrantes, pues el deseo de Cio-Cio-San no es otro que viajar a “América” con su hijo y convertirse en una verdadera norteamericana, sin saber que ha sido vilmente engañada por gentes interesadas en explotarla. Así Madama Butterfly, estrenada por primera vez en 1904, resulta una acertada elección por parte del Liceu como celebración del centenario de la muerte de Puccini, ya que nos recuerda que los temas de sus óperas siguen teniendo vigencia en nuestro mundo actual.