El proyecto, con casi dos millones de fondos europeos, no podía ser más atractivo: un equipo multidisciplinar para “liderar una nueva manera de entender” el arte rupestre de estilo levantino, uno de los conjuntos de arte prehistórico más relevantes de Europa y declarado Patrimonio de la Humanidad.
Todo se fue al garete en poco tiempo. El proyecto cerró antes de hora tras varias denuncias por acoso laboral contra su directora, la arqueóloga Inés Domingo, adscrita a la Universitat de Barcelona (UB). Casi dos años antes del plazo convenido, los miembros del equipo fueron despedidos de un día para otro.
Cuatro de los siete miembros del equipo causaron baja laboral por ansiedad y/o depresión y una de las investigadoras tuvo un intento de suicidio. Tres de ellas denunciaron a Domingo y una cuarta investigadora alertó a la universidad, aunque no formalizó su acusación por “miedo” a las consecuencias que podría tener en su carrera, según ha explicado a elDiario.es.
Cuando el proyecto se abortó, dos de las investigadoras contratadas por la UB se vieron en la calle estando de baja laboral, en un caso que está pendiente de resolverse en un juzgado de lo social.
Las denunciantes acusaron a Domingo de bloquear su trayectoria académica al prohibirles asistir a congresos o estancias de investigación a las que estaban invitadas e incluso vetar su participación en actividades académicas de la universidad. También señalaron a su antigua jefa por no aportarles el debido feedback sobre sus avances en la investigación, impedirles publicar papers y dar clases.
Las investigadoras mantuvieron que Domingo les dio un “trato denigrante”, les prohibió hablar entre los miembros del equipo e hizo comentarios despectivos sobre su trabajo o sobre otros integrantes del grupo cuando no estaban presentes.
Una de ellas también denunció bromas machistas por parte de Dídac Roman, el codirector del proyecto y pareja sentimental de Domingo, adscrito a la Universidad Jaume I de Castellón (Comunidad Valenciana). También acusó a la directora del proyecto de imponer a Roman como codirector de su tesis en contra de su voluntad.
Después de que una comisión investigara el caso y rechazara la existencia de acoso laboral, el rector de la UB, Joan Guàrdia, definió lo ocurrido en su resolución como “mal clima laboral”. Consideró que hubo “falta de comunicación, liderazgo y/o de cohesión de equipo”, según sostiene el documento al que ha tenido acceso este diario.
Después de que una comisión investigara el caso y rechazara la existencia de acoso laboral, el rector de la UB definió lo ocurrido en su resolución como “mal clima laboral”.
El texto acordó poner a disposición de Domingo “herramientas formativas” para mejorar su competencia en la dirección de equipos y resolución de conflictos. También la conminó a “evitar comentarios respecto a otros compañeros que no están presentes” y se acordó implementar un “sistema de acompañamiento” a todos los empleados que estuvieran bajo su tutela.
“Casi todas las reuniones con Inés [Domingo] eran para hablar de otras personas del grupo, casi nunca de los temas de investigación”, sostiene una de las denunciantes entrevistadas, que prefiere que no se publique su nombre.
Apenas seis meses después de esta resolución, Domingo decidió abandonar el proyecto alegando “motivos personales de salud”, según aseguran desde la UB. Con ello, se perdió la subvención del European Research Council (ERC), dependiente de la Comisión y considerado dentro del mundo académico como una de los mayores hitos dentro de los proyectos de investigación.
“Poder trabajar en un ERC es muy difícil”, rememora una investigadora postdoctoral del grupo. “Pero estábamos trabajando en la élite de la investigación y parecía todo lo contrario”.
Domingo está adscrita a la UB pero realmente está contratada por la fundación ICREA, un ente financiado por la Generalitat y a través del cual se contrata a académicos de excelencia con mejores salarios que los que ofrecen las universidades en las que trabajan.
El departamento de Universidades, de quien depende ICREA, no ha querido hacer ningún comentario para este artículo. Desde la UB recuerdan que el proyecto estaba asignado nominalmente a Domingo y que si ella quiso finalizarlo la Universidad no tenía nada que hacer. “Sin la investigadora principal no hay proyecto”, explican.
Estábamos trabajando en la élite de la investigación y parecía todo lo contrario
Respecto al despido de las investigadoras que estaban de baja, la Universidad responde que tenían un contrato laboral “ad hoc” para el proyecto vinculado a su financiación que acababa cuando este finalizara. La UB recuerda también que se les ofreció acompañamiento psicológico “desde el primer momento”.
La Agencia Ejecutiva del Consejo Europeo de Investigación, que financió el proyecto, no ha querido valorar su cierre y se ha limitado a confirmar que tanto la UB como Domingo solicitaron su final anticipado.
“El proyecto está cerrado y en manos de las autoridades europeas para su justificación”, sostiene Domingo en un correo a elDiario.es, en el que también está en copia Dídac Roman. “Como sabrás, este tipo de proyectos requieren confidencialidad y por tanto no tenemos nada más que añadir sobre el tema”.
A pesar de alegar motivos de salud para abandonarlo, Domingo trató de llevarse el proyecto a la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) para reanudarlo con otro equipo, según confirman diversas fuentes del departamento de Prehistoria de esa Universidad. Esa opción, sin embargo, no cristalizó.
Personal expuesto a riesgos psicosociales
La encuesta sobre la exposición a riesgos psicosociales que elaboró la Oficina de Salut de la UB tras las denuncias, a la que ha tenido acceso esta redacción, fue demoledora para Domingo. Muestra como casi todos los empleados estaban descontentos con su manera de gestionar el equipo y el desgaste emocional al que se sentían expuestos.
De los siete encuestados, todos suspendieron la “calidad del liderazgo”, la “previsibilidad” y la “justicia” dentro del grupo. Seis de los siete entrevistados también reprochaban las “exigencias emocionales” y el “ritmo de trabajo” a la dirección y admitieron que su trabajo era, en general, “desgastador emocionalmente”.
El mismo porcentaje respondió que en el trabajo debían ocuparse de los problemas personales de otros y que “no se podían fiar” de la información que les llegaba de la dirección. El 100% respondió que los conflictos no se solucionaban de manera justa.
Todos los empleados aseguraron en una encuesta que los conflictos no se solucionaban de manera justa. El 85% respondió que no se podían fiar de la dirección.
“En 11 de las 15 dimensiones psicosociales valoradas, el resultado de los cuestionarios señala que es necesario implementar actuaciones, cambiando condiciones de trabajo, para eliminar los riesgos o controlarlos”, concluye el informe.
El mal ambiente y las exigencias de la dirección fueron minando la salud mental de parte del equipo. “Llegó un momento en que ir a la universidad y encontrármela me generaba pavor”, relata una de las integrantes.
Las bajas laborales (que se extendieron en dos casos más de un año) y los informes médicos obtenidos apuntan a problemas de insomnio, pérdida de apetito, ataques de ansiedad, migrañas, bruxismo, contracturas musculares, trastornos depresivos graves e incluso ideas suicidas de una de las investigadoras.
“Nos gritaba y nos faltaba al respeto”
Este periódico ha entrevistado a cuatro miembros del equipo y ha tenido acceso a tres de las denuncias presentadas por tres investigadoras, a parte de correos electrónicos y mensajes de WhatsApp. Todos los relatos describen un grupo en el que reinaba la desconfianza y en el que la salud mental de algunos integrantes empeoraba paulatinamente.
“Al final el ambiente era insostenible”, explica una de ellas. “Nos obligaba a trabajar en secreto, sin poder hablar entre nosotras, como si estuviéramos buscando el Santo Grial”.
Las entrevistadas también aseguran haber recibido “gritos”, “faltas de respeto” y “trato denigrante” por parte de Domingo. Una de las denunciantes afirma que le prohibieron asistir a dos congresos a los que había sido invitada. En uno de ellos tenía que dar una conferencia. En el otro ya tenía pagado el vuelo y el hospedaje.
“Cuando te corregía te decía que todo lo que habías hecho era una mierda”, denunció una de ellas. Tras tener un conflicto con Domingo, otra investigadora estuvo tres meses sin recibir respuesta a sus correos en los que le informaba de sus avances en la investigación.
Esta investigadora explica que, tras más de un año trabajando en un artículo, Domingo le respondió un correo. “Esto se tiene que rehacer”, contestó. “Me esperaba encontrar el documento lleno de indicaciones para corregir, pero abrí el documento y no había ni una sola indicación”, recuerda. Lo interpretó como una “reprimenda” por reclamar que le respetaran sus derechos laborales.
Todas las personas consultadas aseguran que, en más de una ocasión, Domingo les recordaba que “no eran cajeras del Mercadona” cuando el equipo reclamaba derechos laborales, poder teletrabajar o disfrutar de las vacaciones en días que no fueran agosto.
“Estoy a favor de los derechos laborales, pero no de los vuestros, estamos trabajando en investigación”, sostienen que les trasladó Dídac Roman, el codirector del proyecto, cuando la plantilla exigió poder disponer de los días para asuntos personales que figuraban en su convenio.
Según una de ellas, se prohibió a las empleadas hacer huelga el 8 de marzo al mismo tiempo que desde las redes sociales se compartió una foto reivindicando el papel de las mujeres en el equipo. La imagen ha sido eliminada de las cuentas del proyecto.
En el equipo había tanto empleadas que preparaban su doctorado como investigadoras postdoctorales. Todas consideran que perdieron el tiempo y algunas incluso han acabado abandonando la investigación académica después de lo vivido.
Una de ellas llegó a renunciar a su tesis doctoral en el tercer año, cuando todavía le quedaba un año de contrato. “No veía ninguna posibilidad de avanzar en mi tesis”, rememora. “Y había llegado al proyecto con uno de los mejores expedientes de mi promoción”.
Buena parte de las denunciantes siguen a día de hoy bajo terapia psicológica. “La sensación que me queda es que he perdido el tiempo, la salud y la energía”, concluye una de las denunciantes. “Lo que es lamentable es que por una persona o dos haya varias carreras académicas que han acabado yéndose al traste”.
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