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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Nantes, la ciudad que interpretó a Julio Verne

Dijo Julio Verne que todo lo que una persona puede imaginar, otras podrán hacerlo realidad. En su ciudad natal, Nantes, han aplicado esta máxima desde hace algo más de una década y, bajo este precepto, han conseguido transformar su fisionomía a través de uno de los mayores proyectos urbanos acometidos en Francia. Su puerto fluvial y sus antiguos astilleros abandonados hace más de veinte años son en la actualidad el epicentro de la modernización de la ciudad que vio dar sus primeros pasos al considerado como uno de los padres de la ciencia ficción.

El día primero de julio de hace diez años, un gigantesco elefante mecánico de 45 toneladas de peso y 12 metros de alto dio su primer paseo por la gran explanada de la isla de Nantes. Se ponía en marcha el ambicioso proyecto de François Delarozière y Pierre Orefice –Las Máquinas de la Isla de Nantes- un bestiario de máquinas con vida propia al más puro estilo steampunk inspirado en el mundo imaginario de Verne y aderezado con los proyectos de ingeniería de Leonardo da Vinci. A lo largo de esta década han dado forma a varios prototipos zoomorfos a un ritmo medio de uno por año. Entre ellos encontramos una tarántula gigantesca, un dragón de mar y un pájaro primitivo capaz de revolotear por la sala. Además han complementado este mundo de fantasía decimonónica con dos carruseles únicos donde destaca el dedicado a los mundos marinos de Verne. Uno de los atractivos añadidos es la posibilidad de contemplar a través de unas pasarelas elevadas como estos conceptos toman forma en el taller.

Este revolucionario parque temático ha supuesto la restauración de los famosos astilleros nanteses y ha revalorizado la ciudad al otro lado del rio Loira. En este lugar ahora se encuentran los edificios más modernos de Nantes como el nuevo Palacio de Justicia de la ciudad creado por Jean Nouvel así como diversos centros de arte contemporáneo, arquitectura y diseño.

Otro de los proyectos reformadores en esta isla superviviente de las muchas que otrora conformaban el paisaje de la villa es el Hangar de las Bananas, denominado así por la importancia que tuvo este fruto en el comercio con las colonias después de la Primera Guerra Mundial. Actualmente los antiguos almacenes asentados a lo largo del paseo portuario son uno de los ejes centrales de la vida nocturna de Nantes. En ellos se ha apostado por una oferta de restauración de estilos variados donde los habitantes de la ciudad se reúnen en sus terrazas. Toda esta avenida fluvial se ilumina cada noche con los Anillos de Buren, una de las muchas instalaciones artísticas por la que las instituciones locales han apostado para embellecer la ciudad. Otra muestra de este afán de reconversión se ve reflejado en las magníficas grúas Titán, vestigios del pasado industrial del puerto, hoy en día catalogadas como monumentos históricos protegidos de la ciudad.

 

La otra cara de haber sido uno de los grandes puertos de Francia en la época colonial fue su importante papel como centro comercial en el tráfico de esclavos. A través de un pasaje subterráneo se erige el Memorial por la abolición de la esclavitud, dedicado la trata de personas alrededor del mundo, complementado con miles de placas incrustadas en el suelo en ese tramo de la ribera que recuerdan el nombre, año y cantidad esclavos con que partía cada uno de los navíos negreros.

Pasado marinero en la ciudad

Desde el Museo de Julio Verne no es difícil imaginar al autor contemplando en el horizonte al pequeño barrio de Trentemoult situado en la otra orilla del río. Este pueblo hogar de antiguos lobos de mar con los que enrolarse en nuevas aventuras y viajes que más tarde inmortalizaría en sus obras. Un lugar que aún mantiene vivo el espíritu de su pasado reflejado en su humilde y colorida arquitectura, donde no es extraño ver especímenes variados de flora tropical. Hoy puede parecer un dato poco relevante, pero cobra un significado romántico si se tiene en cuenta que fueron traídos por los habitantes de las casas y simbolizaba que éstas eran las viviendas de los capitanes que habían logrado navegar el Cabo de Hornos.

 

De un tiempo a esta parte el barrio ha ido tomando un tinte bohemio y muchos artistas se han instalado en él. Al pasear por sus calles podemos encontrar referencias artísticas en sus fachadas y algún mercado ecológico además de pintorescas tiendas y terrazas en el litoral donde degustar una copa de Muscadet, el aperitivo local.

Un paseo por la historia

Una de las formas en las que la ciudad se abre al visitante es mediante la línea verde pintada en el suelo que une los puntos emblemáticos de cada barrio. Es una de las maneras más prácticas para observar la evolución cronológica de los diferentes barrios de Nantes. El barrio de Bouffay, coronado por el Castillo de los Duques de Bretaña y la Catedral de San Pedro y San Pablo, es uno de los más antiguos de la ciudad. Sus orígenes se remontan a la Edad Media y por sus calles todavía se conservan casas de entramados de madera con techos típicos de los siglos XV y XVI. Otra de las propuestas artísticas contemporáneas en esta parte de la ciudad es la reinterpretación de la cartelería de los comercios, muchas de ellas a mano de jóvenes creadores locales.

 

En una de las islas hoy anexionada a la ciudad se erige el barrio de Feydeau, datado en el siglo XVII y residencia de los comerciantes negreros y armadores más importantes de la época. Aun se pueden contemplar las fachadas de sus casas inclinadas al estar cimentadas sobre terreno arenoso. Una curiosidad sobre este barrio y sus moradores son los característicos ornamentos con los que decoraban sus fachadas, compuestos de mascarones de barcos, de clara inspiración colonial y mitológica. El contrapunto moderno del barrio lo da la instalación artística urbana del Feydball, un campo de fútbol con forma de croissant que recupera su forma rectangular al verse reflejado en un enorme espejo convexo.

El éxito comercial y financiero de Nantes tuvo su recompensa urbanística y arquitectónica con la expansión a lo largo de los siglos XVII y XIX cuyo máximo exponente se concentra en el barrio Graslin. La plaza homónima es el centro neurálgico del barrio y en ella se encuentran lugares emblemáticos como el Teatro Graslin o La Cigale, bar-restaurante inaugurado en 1895 donde concurría la élite cultural del momento. Hoy La Cigale está considerada monumento histórico y aún es posible disfrutar de su peculiar decoración a la vez que se degustan sus afamados menús. Como ejemplo de su gran desarrollo comercial queda el Passage Pommeraye, una obra relevante de la arquitectura del siglo XIX recientemente restaurada.

 

La mejor manera de obtener una panorámica de 360 grados de la ciudad es ascender a la planta 32 de la Tour de Bretagne donde se encuentra el bar Le Nid, con una distinguida decoración temática del artista Jean Jullien. Este rascacielos se encuentra en el barrio de Talensac cuyo desarrollo tuvo lugar en el siglo XX. En esta zona se encuentran varias tiendas de antigüedades y galerías de arte, así como algunas de las mejores brasseries de la ciudad como Le Coq en Paté.

Aunque pueda parecer una ciudad relativamente pequeña, Nantes tiene mucho potencial. Con una amplia oferta cultural sorprende al visitante con su capacidad de reinventarse a lo largo del tiempo conjugando a la perfección pasado, presente y futuro. Es de esos lugares que por mucho que visites parece que nunca terminas de ver por completo. Es un viaje por la Historia del que se sentiría orgulloso el propio Julio Verne.

Vueling vuela desde Barcelona a Nantes.

Dijo Julio Verne que todo lo que una persona puede imaginar, otras podrán hacerlo realidad. En su ciudad natal, Nantes, han aplicado esta máxima desde hace algo más de una década y, bajo este precepto, han conseguido transformar su fisionomía a través de uno de los mayores proyectos urbanos acometidos en Francia. Su puerto fluvial y sus antiguos astilleros abandonados hace más de veinte años son en la actualidad el epicentro de la modernización de la ciudad que vio dar sus primeros pasos al considerado como uno de los padres de la ciencia ficción.

El día primero de julio de hace diez años, un gigantesco elefante mecánico de 45 toneladas de peso y 12 metros de alto dio su primer paseo por la gran explanada de la isla de Nantes. Se ponía en marcha el ambicioso proyecto de François Delarozière y Pierre Orefice –Las Máquinas de la Isla de Nantes- un bestiario de máquinas con vida propia al más puro estilo steampunk inspirado en el mundo imaginario de Verne y aderezado con los proyectos de ingeniería de Leonardo da Vinci. A lo largo de esta década han dado forma a varios prototipos zoomorfos a un ritmo medio de uno por año. Entre ellos encontramos una tarántula gigantesca, un dragón de mar y un pájaro primitivo capaz de revolotear por la sala. Además han complementado este mundo de fantasía decimonónica con dos carruseles únicos donde destaca el dedicado a los mundos marinos de Verne. Uno de los atractivos añadidos es la posibilidad de contemplar a través de unas pasarelas elevadas como estos conceptos toman forma en el taller.