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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La popular DJ ucraniana Alevtina se refugia en Barcelona tras huir de la guerra

EFE

12 de marzo de 2022 10:41 h

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Alina Havryliuk, conocida como Alevtina, DJ del popular Sky Bar de Kiev, y presentadora de radio, se refugia en Barcelona después de un largo viaje en el que solo ha portado una maleta sin apenas ropa porque todo el espacio lo ha dejado a su mesa de mezclas.

Las fotos colgadas en su cuenta de Instagram, que siguen 50.000 personas de todo el mundo, dan fe de cómo la joven ha pasado, de la noche a la mañana, de una vida de lujosas fiestas en azoteas por todo el mundo, a la angustia de una guerra que la ha obligado a una salida forzosa del país.

“Tenía una vida increíble y un buen trabajo. En una mañana toda mi vida se destruyó”, explica a Efe desde un piso alquilado en Gràcia en el que por ahora vive con su madre y en el que pronto espera poder alojar también a su mejor amiga y su hijo, que todavía están de camino.

La noche anterior a la invasión, Alina y sus amigos habían grabado un programa de Kiss FM Ucrania para colgarlo en su canal de Youtube y charlaban bebiendo “gin-tonics” haciendo cábalas sobre que harían si realmente se daba esa guerra de la que hablaban algunos medios internacionales, cuenta.

“Realmente no esperábamos esto”, cuenta la joven, quien apunta que su madre había comentado días antes: “Es imposible que Putin bombardee Kiev”.

“Sé que soy muy afortunada, muchos de mis amigos están tomando partido en la guerra y yo estoy aquí a salvo”, reconoce la DJ, quien dice sentir “culpa” por salir del país y estar a salvo, circunstancia que sin embargo por ahora no le facilita volver a descansar por la noche.

“No puedo dormir. Intento tomarme valerianas pero no puedo. Sé que pasará, supongo, con el tiempo. Pero es que mi cerebro está inquieto y me despierto todo el rato y me asusto ante el mínimo ruido”, explica.

Aunque ya está lejos de Kiev, vivió los primeros días de la guerra y los bombardeos sobre la ciudad, con sus sirenas y las carreras por las escaleras hacia el sótano del edificio.

Pero al cuarto día de guerra, decidió marcharse junto a su madre y unos amigos hacia Polonia, un viaje en coche que les llevó a vivir el bombardeo a escasos metros de uno de los puentes de la ciudad. “Estábamos temblando, todo era como en las películas”, narra.

“¿Por qué vine a Barcelona? Lo elegí por un tema profesional. Tengo que seguir trabajando porque tengo una familia y yo les sustento. Mis padres se han quedado sin trabajo, ella vendía ropa interior y mi padre era obrero de la construcción”, afirma.

Su mesa de mezclas, su bien más preciado, con el que toca sus temas de tecno house, y su principal herramienta de trabajo, está ahora en la encimera de la cocina de su nueva casa de Barcelona, un lugar donde cuenta que alguna vez había pensado en convertir en nueva residencia aunque nunca pudo pensar que fuera de esta manera.

Explica que está esperando al 15 de marzo, cuando espera se aclaren los procedimientos para solicitar el permiso de trabajo y residencia, sin los que no puede ser contratada ni alquilar un piso a su nombre. Mientras tanto dice que se ha puesto en contacto con una organización que ayuda a refugiados que están en peor situación que ella porque “necesita” ayudar. Explica que no puede entender por qué los medios rusos de golpe llaman “nazis” a los ucranianos y Putin dice que les “quieren salvar”. “No necesitamos esos salvadores”, aclara.

Ella misma tiene amigos rusos que le advierten de no hablar demasiado sobre lo que ocurre en sus redes “por si Ucrania pasa a ser Rusia” le puede causar “problemas”. “Pero yo no me voy a callar, no voy a dejar de poner mensajes sobre lo que pasa”, dice convencida.

Frente a “un hombre loco que se cree un dios”, apunta en referencia a Putin, destaca la labor de los voluntarios que se están volcando en las fronteras para ayudar a sus compatriotas, así como la capacidad de los propios ucranianos para ayudarse unos a otros con “gran generosidad”, dentro y fuera de sus fronteras.

“Es increíble lo que pueden hacer las personas”, ensalza Alina, quien también agradece los mensajes que en sus redes recibe de seguidores de otros lugares que le preguntan todos los días cómo está y si está a salvo. Alina no sabe cuánto tiempo estará en Barcelona, ni si podrá cumplir con su expectativa de trabajar este verano en Ibiza para ayudar a su familia, pero calcula que, como mínimo, en un año no podrá regresar a Ucrania.

“Pase lo que pase, yo estaré siempre del lado de mi país, de Ucrania. Estuve allí, sé lo que vi”, dice emocionada. “Espero estar bien aquí, tener un trabajo, pagar mis impuestos, seguir estando agradecida a los españoles. Pero también sé que seguiré siendo quien soy, una chica de un pequeño pueblo del este de Ucrania”, añade.