'Dones en Xarxa' promueve los derechos de las mujeres y apuesta por su empoderamiento usando las TIC. Cree en el potencial de internet para alcanzar la igualdad efectiva.
Homenaje a las autoras
Con el lema “Leamos Autoras” la asociación cultural Clásicas y Modernas ha iniciado una campaña para incitar a todo tipo de lectores a leer autoras. Podríamos preguntarnos por la necesidad de esta consigna cuando parece haber más libros que nunca escritos por mujeres en los escaparates de nuestras, lamentablemente cada vez más escasas, librerías. Sin embargo, como ocurre tan a menudo en relación a la igualdad, la apariencia no se corresponde con la realidad.
La asociación, presidida por la escritora Laura Freixas, aportó previamente al inicio de la campaña algunos datos desoladores, que se suman a los que el Observatori Cultural de Gènere, dirigido por la escritora Mª Angels Cabré, publica regularmente. Lejos de acercarnos a la paridad, las mujeres seguimos estando a distancia en los rankings de ventas de libros (en torno a un 30%, con mayor presencia en la novela que en la poesía o el ensayo), cosa que no resulta extraña si observamos que el número de artículos publicados sobre autoras en suplementos culturales apenas llega al 22% y que solo el 19% de ellos están firmados por mujeres.
Por todo ello, y seguramente porque estamos en verano y el placer estival desdibuja algunos límites, me he atrevido a sumarme a la campaña trayendo al presente los recuerdos de las autoras que han marcado mi vida, en la confianza de que serán compartidos por much@s de ustedes. Y, si hay que empezar por la infancia, debo reconocer los maravillosos ratos debidos a Enid Blyton y sus aventuras misteriosas que desarrollaban en mí el deseo de la investigación y el análisis, de forma que a los 8 años ya había creado mi propio club de detectives con mis amigas. Tampoco puedo olvidar a Lisbeth Werner, la creadora del personaje de Puck, esa niña danesa que esquiaba entre extensiones de nieve infinitas y nos hacía soñar con los hermosos paisajes nórdicos. Ya en la adolescencia, Anaïs Nin y su extraordinaria capacidad para profundizar en la psique humana me fascinaron de tal forma que leí los siete volúmenes de sus diarios más de una vez. Siempre me ha sorprendido la incapacidad general para reconocer la agudeza y profundidad psicológica de esta autora, una de las grandes diaristas universales, de la altura literaria de autores tan reputados como D.H. Lawrence, Lawrence Durrell o el mismo Stendhal, reducida injustamente en el imaginario colectivo a una mujer de sexualidad desbocada.
Las grandes ensayistas y los enormes terremotos emocionales e intelectuales que en mí provocaron llegaron más tarde, ya en la juventud. Virginia Woolf y Simone de Beauvoir fueron las primeras que dieron nombre a mis propios estadios vitales, cuando descubría qué significaba ser mujer en nuestra sociedad y evaluaba cuál iba a ser mi forma de estar en el mundo. Una habitación propia y Tres Guineas sellaron mi compromiso con el desarrollo profesional y laboral como pasaporte para la independencia. Por su parte, El segundo sexo, La Invitada y, sobre todo, la novela Los Mandarines, me descubrieron la indisoluble relación entre lo personal y lo político, mostrándome espacios de libertad intelectual y afectiva que sólo Simone de Beauvoir fue capaz de lograr. Años después, Susan Sontag, Amelia Valcárcel, Celia Amorós y Siri Hustvedt seguirían proporcionándome alimento para el alma con sus pensamientos llenos de pasión e inteligencia.
Pero la ensayista a la que debo gratitud eterna es la psicóloga junguiana Jean Shinoda Bolen. Con sus libros sobre los arquetipos colectivos y la construcción del género en psicología me mostró la posibilidad de ser yo misma sin necesidad de ajustarme a los estrictos cánones impuestos para las mujeres. Sus libros Las diosas de cada mujer, Viaje a Avalon o El anillo de poder sobre la estructura del patriarcado a través de la ópera wagneriana, fueron para mí un descubrimiento del alma colectiva de los seres humanos comparable a la mejor experiencia intelectual y casi mística.
Mientras tanto, en todos estos años, de joven a mayor, siempre en lontananza, me ha acompañado la literatura fantástica y de ciencia ficción de mi admirada Marion Zimmer Bradley. Su tetralogía sobre la leyenda artúrica con perspectiva de género Las nieblas de Avalon, fue un inicio glorioso, pero descubrir toda su obra sobre un nuevo mundo, ético e igualitario, en el planeta de Darkover ha sido uno de los mayores goces de mi vida en medio de mis épocas más atribuladas. Y me quedan por citar las poetas, pero, como su reino no es de este mundo, esa ya será otra historia.
Con el lema “Leamos Autoras” la asociación cultural Clásicas y Modernas ha iniciado una campaña para incitar a todo tipo de lectores a leer autoras. Podríamos preguntarnos por la necesidad de esta consigna cuando parece haber más libros que nunca escritos por mujeres en los escaparates de nuestras, lamentablemente cada vez más escasas, librerías. Sin embargo, como ocurre tan a menudo en relación a la igualdad, la apariencia no se corresponde con la realidad.
La asociación, presidida por la escritora Laura Freixas, aportó previamente al inicio de la campaña algunos datos desoladores, que se suman a los que el Observatori Cultural de Gènere, dirigido por la escritora Mª Angels Cabré, publica regularmente. Lejos de acercarnos a la paridad, las mujeres seguimos estando a distancia en los rankings de ventas de libros (en torno a un 30%, con mayor presencia en la novela que en la poesía o el ensayo), cosa que no resulta extraña si observamos que el número de artículos publicados sobre autoras en suplementos culturales apenas llega al 22% y que solo el 19% de ellos están firmados por mujeres.