Por qué las dosis sobrantes de la vacuna pueden ser un nuevo rompecabezas
Una imagen a principios de enero desató una fuerte polémica en Nueva York alrededor de la campaña de vacunación contra la COVID-19: una enfermera tuvo que echarse a la calle en busca de candidatos para recibir la inyección porque al final del día le iban a sobrar algunas dosis. ¿Cómo podía estar ocurriendo aquello en medio de tal urgencia pandémica? ¿Se estaban tirando dosis sobrantes sin que nadie lo supiese? “¡Esto no debería pasar!”, exclamó en Twitter Bill Neidhardt, jefe de prensa del alcalde de la ciudad, al hacer público el testimonio de la sanitaria y a raíz de informaciones del New York Times.
La idea de desperdiciar dosis de la vacuna contra la COVID-19, al mismo tiempo que se reportan miles de muertes diarias en el mundo, parece sin duda un escándalo, pero evitarlo tampoco es sencillo. ¿Por qué? Pues porque a diferencia de muchas otras vacunas, tanto la de Pfizer/BioNTech como la de Moderna vienen en viales multidosis. Es decir, que de cada frasco se pueden extraer hasta seis dosis, en la primera, y diez, en la segunda. El problema aparece cuando, al final del día, el equipo de vacunación se encuentra con que tiene un vial a medio terminar pero ya no queda gente para vacunar. ¿Qué hacer entonces?
En el caso de la de Pfizer, el vial no se puede devolver a la nevera, donde se transporta a entre 2 y 8 grados, con lo que se descarta guardarlo para la siguiente tanda. Antes de administrar la vacuna, cada vial (de 0,45 ml) se diluye con suero fisiológico, y una vez completado este procedimiento las dosis se tienen que emplear en un período máximo de seis horas. Si al inicio se recomendaba extraer solamente cinco dosis del frasco, la Agencia Europea del Medicamento resolvió que con determinadas jeringuillas se pueden sacar hasta seis. Sea como sea, aprovechar las posibles dosis sobrantes del vial antes que tirarlas a la basura acaba siendo una complicación añadida a un proceso ya de por sí complejo. Un rompecabezas al que no han escapado tampoco los sanitarios españoles, cuyas instrucciones para vacunar proceden de las administraciones autonómicas y no suelen incluir cómo resolver ese detalle.
Alcaldes vacunados sin estar en el plan
En Catalunya y en la Comunitat Valenciana, esta problemática ha salido a la luz a través de otra polémica, la vacunación de tres alcaldes: el de Riudoms, en Tarragona, y los de El Verger y Els Poblets, ambos en Alicante. Al parecer, todos ellos acudieron a ponerse la inyección porque les dijeron que sobraban dosis y que, si no se las ponía alguien, se tendrían que tirar. “Me llamaron del consultorio y me explicaron que había sanitarios que no deseaban o no podían recibir la vacuna, por lo que nos llamaron a nosotros”, alegaba Ximo Coll, alcalde socialista de El Verger, ante las críticas de la oposición de haber abusado de su cargo.
Su justificación no sirve sin embargo para aplacar la indignación de todos aquellos que ven cómo esas autoridades públicas han acabado pasando por delante de población vulnerable pese a que no cumplen el perfil para la inmunización en esta primera fase. Según relató este jueves en Rac1 la directora de la residencia de Riudoms, Sole Menéndez, a los sanitarios les quedó nuevamente un vial a medio aprovechar. Primero, optaron por administrarse las dosis a ellos mismos, a los propios sanitarios del equipo. “Pero posteriormente, me informaron de que había un vial abierto del que sobraban cuatro dosis. Me pusieron al teléfono con la jefa de vacunación, que me recordó que el criterio es intentar aprovecharlas al máximo, así que si ya teníamos a los residentes vacunados, podía contactar con gente que tenga contacto habitual con la residencia”, apuntaba. De este modo acabaron dando con el alcalde y un concejal, ambos de JxCat, que suelen acudir semanalmente al centro. La directora del geriátrico asegura que no había ningún otro perfil disponible en tan poco tiempo.
El secretario de Salud Pública catalán, Josep Maria Argimon, censuró este jueves que el alcalde no declinara la oferta –“no es ético, siendo un cargo público”–, pero reconoció que esta es una casuística en la que se pueden encontrar los equipos de vacunación no pocas veces. No hay un protocolo, al menos en Catalunya, que establezca con todo nivel de detalle qué hay que hacer cuando sobran dosis y no quedan candidatos que sean usuarios de residencias, trabajadores o sanitarios, los tres perfiles de la primera fase de la campaña. Argimon aseguró que los equipos de enfermeras tienen “autonomía” para decidir.
La consigna es no tirar ninguna dosis “si no hay otro remedio” porque “es un bien muy escaso”, aseguraba Argimon. Sobre el papel, lo ideal es que las listas de personas que se van a vacunar en cada tanda sean múltiplos de seis, pero en la práctica pocas veces es así, puesto que a menudo surgen imprevistos como algún trabajador que se echan para atrás, residentes que de pronto presentan fiebre u otras eventualidades. Entonces, cuando un equipo está acabando de vacunar en un geriátrico, puede verse en la tesitura de tener a las dos o tres últimas personas de la lista y un vial de seis dosis por abrir.
Cantabria tiene una lista de suplentes
Lo que se hace a menudo es que se inyectan las dosis excedentes a los propios sanitarios vacunadores. Es lo que se ha pasado de forma más o menos generalizada en Catalunya, según fuentes de los equipos. También en Aragón, Baleares, Euskadi o Navarra, según han informado sus autoridades sanitarias. En esta última, si ya se ha vacunado a los sanitarios, se busca a gente mayor de 80 años por las inmediaciones de la residencia. Más organizado está en Cantabria, donde la administración dice contar con una especie de lista de suplentes que están disponibles “cada día de forma inmediata” por si surgen contratiempos.
Algo así es lo que acabó estableciéndose en Nueva York tras el escándalo inicial. El Departamento de Salud aprobó una guía en la que se pedía a todos los administradores de vacunas que tengan una lista de personas de reserva para que puedan ser avisadas con poco margen de tiempo y acudir a recibir la inyección. Si, pese a ello, no hay población prioritaria a la que vacunar en ese momento, “en ese caso y solo bajo esas circunstancias, se autoriza a administrar la vacuna a otros empleados de cara al público”. Ese documento es un ejemplo de cómo la administración trata de evitar que se echen a perder las dosis y, a la vez, que esto no sirva de excusa para que los vacunadores puedan elegir a discreción a quienes vacunan con los excedentes.
En Catalunya, varias enfermeras consultadas por este periódico explican que su primera decisión al ver las dosis sobrantes fue vacunarse a ellas mismas, pero esta vale solo hasta cuando se ha inmunizado todo el equipo. A partir de ahí, uno de los sanitarios señala que ellos optan por no abrir un vial a no ser que haya cinco o seis personas disponibles. Antes que desechar las dosis, prefieren dejar gente sin vacunar y volver más adelante. Pero esa opción puede suponer un problema logístico mayor, según señala otra enfermera, en este caso de Barcelona, que explica que es casi imposible organizar los horarios de todo un equipo para regresar a un geriátrico solo por un par de inyecciones. “De momento nos las hemos administrado a nosotras”, refiere esta última.
“No hay instrucciones precisas”
José Antonio Forcada, presidente de ANENVAC, opina que esta falta de criterios claros es la última evidencia de que el arranque de la campaña en España, aunque ya ha cogido velocidad, ha sido caótico. “No hay instrucciones claras y precisas sobre las distintas situaciones que se pueden dar, y las instrucciones llegan de un día para otro”, lamenta. Sobre las dosis sobrantes, defiende que hay que tratar de aprovecharlas al máximo con personas mayores del entorno cercano a las residencias.
Un ejemplo de eficiencia, aunque no exento de controversia, es Israel, líder mundial en población vacunada. Los medios locales recogen testimonios que afirman que mucha gente acude al final del día a los centros de vacunación porque es probable que puedan recibir allí una inyección sobrante. Puede ir cualquiera, aunque sea una persona joven y sana. “Todas las noches durante las últimas semanas, los jóvenes israelíes han hecho cola en los centros de vacunación con la esperanza de conseguir una dosis sobrante. En muchos casos han tenido éxito. Su justificación moral es que las dosis, que solo pueden administrarse en un breve intervalo después de sacarlas de la refrigeración bajo cero, deberían desecharse si no se usaran”, afirmaba el columnista de Haaretz Anshel Pfeffer.
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