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Crónica con la sangre fría en un Primavera caliente

Tras 20 días de reposo toca rebobinar la memoria y con la sangre quieta dar un repaso al festival Primavera Sound 2013 que durante las pasados 23, 24 y 25 de mayo inundó de música el Parc del Fòrum de Barcelona. Bastantes buenos momentos y pocos contras, según se desprende de algunos de los testigos que ahí estuvieron marcados por un clima inusualmente frío sin metáforas. Queda en claro que el Primavera Sound continúa siendo un referente de calidad festivalera y la gente ya espera el de 2014.

En términos generales todos coinciden en que el la organización del festival volvió a salir airosa con el montaje de un macroevento que contó durante los tres días con más de un centenar y medio de actuaciones en directo y muchas actividades paralelas.

SOBRE EL ESCENARIO

Entre los muchos conciertos destacamos unos cuantos y sólo por poner algunos ejemplos salidos de los comentarios más repetidos. Nick Cave (& The Bad Seeds) se erigió en un auténtico predicador del lado sombrío del rock’n’roll contemporáneo. Magnético, supo hacer con el público lo que le dio en gana, cosa no demasiado fácil con una música que va del estruendo a la balada. Larga vida a su energía y a sus músicos que desplegaron un poder descomunal y envolvente, voraces y dedicados a la causa de la evangelización.

En esta misma línea estuvieron Blur, Damon Albarn al frente, que afortunadamente no han “envejecido” mal y soltaron un tren de hits que devolvieron a las masas a su más tierna juventud. Canción más canción y el suelo tembló de pies agitados. Una actuación profesional, que sonaba endiabladamente bien, no demasiado exagerada y que será recordada con cariño. Eran una apuesta ganadora que ha salido ganadora. Sin embargo, casi llegados de la misma época, sí fue algo decepcionante el directo de un grupo como The Breeders que a pesar de las buenas intenciones no estuvieron acertadas y su edad no ayudó, resultando algo sosas; hay temas que deben guardarse en el recuerdo, sin manipular demasiado.

Cumplieron todas las expectativas los australianos y jóvenes Tame Impala, desde el mayor de los escenarios y con la misión de romper el hielo con luz diurna realizaron un completo show. Una pantalla enorme dibujaba abstracciones psicodélicas que combinaban bien con su música y la imagen de las siluetas de los componentes de la banda sobre fondos amarillos, morados, carmín permanecerá contenida en la retina de unos cuantos. Quedó comprobado, es una de las bandas del momento.

Dos casos controvertidos fueron el de los suecos The Knife y el de los españoles Los Planetas. Por su lado de The Kinife dispuso al público en un 60-40, con resultado favorable. Al 40% no le gustó un fantástico cuerpo de baile con coreografías bien ligadas a los temas, pues querían ver a la banda con más protagonismo, sin parapetos estéticos. Por otro lado, Los Planetas no sonaron demasiado bien, quizá por el viento que a oleadas se llevaba el sonido, y aglutinaron básicamente a los incondicionales.

Un caso peculiar es el de la formación malí de tuaregs Tinariwen. Un tercio de público los conocían y ahí estaban frente al escenario Ray Ban, el resto, que llenaron el emplazamiento, fueron captados por los ritmos hipnóticos de raíz gnawa de unos músicos con turbantes y chilabas tradicionales con unos arpegios guitarreros muy sesenteros... Ese grueso de público estaba de paso hacia otros escenarios y no pudo escapar, quedó atrapado hasta la última nota del último tema en el trote musical. Así han sido uno de los grandes descubrimientos del Primavera.

Gustaron mucho Poolside; los angelinos, a pesar de su temprana hora y a pesar de la nubosidad, recrearon un momento de “vacaciones en el mar” con la caída de la tarde y el Mediterráneo a sus espaldas. También Django Django se han erigido en uno de los triunfadores de la presente edición: se puede afirmar que con la luz el día y el frío fueron los primeros en hacer moverse a un público que los había descubierto semanas atrás por el Spotify. Si algún pero le damos es que tuvieran cita tan temprano (el año pasado sucedió, por ejemplo, con Grimes), a su música le hubiese sentado bien lago de oscuridad y un público ya en carrera. Aunque quizá no se deba a mera planificación estratégica del horario del cartel, sino cuestiones contractuales entre artistas y organización...

Asimismo sucedió con la actuación de Hot Chip, un mal ajuste de horario, pero esta vez por la mala elección de la banda de versionar sus temas de una manera demasiado relentizada en un momento de noche avanzada, bajando de revoluciones a quienes se estaban lanzando a mover el esqueleto, en vez de acelerar los corazones a fuerza de ritmos más rápidos, conocidos y contagiosos para lanzar al público a los confines de la madrugada.

Breves líneas para tres momentos de baile como el de Dj Coco que ofreció una de aquellas sesiones memorables para agitarse y volver a tiempos dichosos en Razzmatazz o y las buenas épocas del Apolo o el Sidecar. También lleno absoluto fue el de Crystal Castles con un patio frenético y fanático, denso y feliz. Simian se recreó en una sesión estupenda, pensada para un público inquieto y con ganas de club; un set mucho mejor que el desplegado el pasado año en el Sònar, donde el acento era más experimental y menos tentador.

Solange fue una gran sorpresa al atiborrar su platea y Grizzly Bear, se percibió en directo mucho más agradecido de lo que cabía suponer, si alguien pensaba que era sólo para ser escuchado en casa; en el Parc del Fòrum demostró que sus directos no dejan que te amuermes. Y por cerrar, mencionar otros nombres de los que serán recordados con cariño en este año 2013, rescatados de lo más comentado y coincidido: Daniel Johnston , The Babies, Nick Waterhouse, Wu-Tang Clan, Phoenix, Goats, Swans, Solange, The Jesus and Mary Chain, James Blake, Dead Can Dance, The Postal Service y los nacionales Tokio Sex Destruction y L’Hereu Escampa.

Para cerrar este episodio de grupos queda mencionar un asunto tangencial que no ha afectado en exceso el potente line up, se trata de dos cancelaciones de última hora bastante sonadas –como la de el cantautor Rodríguez (“bomba-del-momento” gracias al éxito del documental Searching For Sugar Man) y la de Band of Horses. Finalmente no se hicieron notar demasiado, se diluyeron con las que sí se llevaron a cabo.

NO ÚNICAMENTE CONCIERTOS...

Habituados al color de pasadas ediciones esta vez el frío y el viento que imperaron por los fueros del festival enviaron a más de uno a casa antes de lo previsto, atenuaron la luminosidad y variedad de atuendos y vestimentas. La congregación de ropas invernales de colores oscuros convirtió a la masa en un conjunto más compacto encapuchado y mullidito. Resulto que ese aire racheado y las “bajas” temperaturas se comieron la noche y la acortaron: quemó a buena parte del público. Sin embargo no pudo esconder parte de este otro de los atractivos del Primavera: la capacidad de aglutinar un eclecticismo paradigmático de estéticas pasadas y del porvenir. A mucho hipsterismo de tendencia se juntaron estéticas a lo Camaleon de Boy George, sombrerito de ala corta incluido, y algunos tocados de pelo a base de flores sintéticas... No faltó la existosa campaña de Smint a base de sobreritos de paja que, a pesar del cielo encapotado, ha funcionado de nuevo.

Color y heterogeneidad que se acentúan con el enorme número de extranjeros. Uno de los secretos del éxito del festival (si no se tiene en cuenta la ambición misma del cartel) lo desvelaron unos ingleses habituales de Glastonbury: “lo de Barcelona es único, tener festivales de esta categoría en medio de la ciudad...”, entendida como civilización a todos los efectos. Se comprende así que un 35-40% de las entradas se hayan vendido a gente proveniente de fuera de España, lo que le da al evento un rol cosmopolita muy saludable.

También hay modismos en lo que se habla y hubo coincidencia de comentarios. Algunos de los más recurridos y escuchados al azar decían cosas como “si estás por ahí claro que nos veremos. Nos llamamos y hacemos birriqui y baile.”, lo que era toda una promesa bastante fútil con la densidad demográfica de los conciertos. Independientemente, de la cantidad de personas, no ayudó que el teléfono y el Whats App anduviesen saturados y la aplicación de geolocalización y mensajería Connect, ofrecida gratuitamente al público, consumió las baterías de los teléfonos de manera endiablada ya antes de medianoche.

Sin embargo, no es grave, había soluciones y explicaciones para todo: “en realidad el festival es como una fiesta de pueblo en plan esnob, te vas encontrado y separando”. El clásico ahora vas con un grupo, luego con otro, te vuelves a encontrar, te pierdes... y al final siempre acabas “a la izquierda de la mesa de sonido”.

El recinto es brutal, en el sentido de demasiado grande y era fácil descartar una preferencia si esta se iba a desarrollar en la otra punta del recito, como entre el escenario Primavera o Pitchfork y el Heineken. Hecho que ha tenido eco en las redes sociales donde se han podido leer frases del estilo “ojalá nos aguante todo el verano el tipito que nos ha dejado el Primavera tras tres días de bailar y andar de una lado para otro”. Mientras que unos lo entienden “como parte intrínseca del festival” otros piensan que el último escenario “se encontraba en Mordor. En ediciones anteriores se descubrían más grupos con los escenarios más a mano. Ahora uno se plantea el festival a tiro fijo para no perderse lo que cree imprescindible”.

Una pega, como sucedería en varios momentos puntuales a lo largo del festival, es que tras los conciertos de cabezas de cartel (Blur, Nick Cave) que tuvieron lugar en el escenario Heineken –el mayor de los escenarios y más el alejado de la entrada– es que había un “agujero” entre espectáculos. Dio la sensación de que durante un buen rato sólo quedaba vagar por el recinto, mirar la luna llena sobre el mar o el perfil de la nueva Barcelona, comer en las paraditas, hacer un tiempo de espera demasiado largo hasta el siguiente espectáculo. Asimismo y también puntualmente, al acabar estos conciertos que aglomeraron a tantísimo público se crearon ríos de gente fluyendo en una misma dirección y embudos de “tráfico” en determinados lugares.

Por otro lado, se ha encontrado a faltar el hacer colas para conseguir bebidas. Más complicado estaba el tema de la comida. Los tenderetes en relación al horario estaban abarrotados de hordas hambrientas que tanto se zampaban un hot dog como un shawarma, una crêpe o unos noodles. No gustaron los precios de bebidas y comidas ya que “se debería entender que la gente pasa tres días viviendo prácticamente ahí y que además ahora la crisis aprieta”, según se oía. Claro que el precio de una cerveza, para un inglés y un español es diferente: al inglés una cerveza le cuesta en el evento lo que le cuesta en un pub, al español lo que le cuesta en una discoteca...

Lo que también ha sido todo un triunfo de la organización del festival es que tampoco hubo que hacer demasiadas esperas para aliviarse en los urinarios y poliklyns. Y así de pasada, mencionar que el servicio de transportes no se ha visto desbordado como otras veces: hubo mucho Taxi y buen servicio público de transporte con líneas regulares y lanzaderas montadas para el evento. No parecía haber grandes colas y las que había se movían rápido.

En resumidas cuentas, “dada la complejidad del festival está muy bien organizado y este año se gozó de mejor sonido que los anteriores a pesar de momentos en los que el viento lo alejaba o acercaba”. Según este mismo tipo, el escenario Heineken “fue una pasada” y se preguntaba si habían aumentado decibelios al estar el escenario encarado al mar y no repercutir su honda de sonido sobre la ciudad... Él, llamémosle R., ve casi “irresoluble el problema de organización del cartel: solapamientos y paralelamente algún gap y la tendencia a poner el jueves y a última hora algunos platos fuertes como Phoenix, cuando hay bastante público que al día siguiente viernes madruga para trabajar”. Este tipo está igualmente encantado y ya piensa en la próxima primavera.

Tras 20 días de reposo toca rebobinar la memoria y con la sangre quieta dar un repaso al festival Primavera Sound 2013 que durante las pasados 23, 24 y 25 de mayo inundó de música el Parc del Fòrum de Barcelona. Bastantes buenos momentos y pocos contras, según se desprende de algunos de los testigos que ahí estuvieron marcados por un clima inusualmente frío sin metáforas. Queda en claro que el Primavera Sound continúa siendo un referente de calidad festivalera y la gente ya espera el de 2014.

En términos generales todos coinciden en que el la organización del festival volvió a salir airosa con el montaje de un macroevento que contó durante los tres días con más de un centenar y medio de actuaciones en directo y muchas actividades paralelas.