“Tienes la sensación que estas páginas te cambian”, constató el célebre periodista Roberto Saviano tras leer Correr hacia un sueño (Grijalbo y Sembra Llibres). De Giuseppe Catozzella, esta novela nos adentra en la historia de Samia Yusuf Omar, la atleta somalí que participó en los Juegos Olímpicos de Pequín 2008 y murió años después tratando de alcanzar las costas de Italia. Samia representó el espíritu olímpico cuando llegó en solitario a la meta de los 200 metros con diez segundos de retraso respecto al resto. Y quiso volver a Londres en 2012. Aunque tuviera que volver a sentir que sus piernas eran débiles al lado de las rivales. Aunque supiera que su equipación no era la adecuada. Aunque quedara la última. Aunque tuviera que llegar a Europa en patera para poder prepararse para el evento. Pero como en tantos viajes desde Libia hasta Italia, su sueño quedó ahogado en el Mediterraneo.
Giuseppe Catozzella, escritor y periodista italiano, ha publicado dos novelas basadas en trabajos de investigación en los que retrata la cara más oscura y violenta de Italia: Espianti sobre el tráfico de órganos humanos y Alveare, sobre el dominio de la mafia calabresa en el norte del país. En Correr sin miedo, Catozzella indaga en la odisea de miles de personas que intentan llegar a Europa desde África. Y lo hace a través de la conmovedora historia de la atleta olímpica Samia, en un libro que ya ha vendido más de 50.000 copias en Italia.
¿Cómo te adentraste en la historia de Samia?
Llegué a esta historia por casualidad. Estaba en Somalia, casi en la frontera con Kenya, documentándome en un campamento de entrenamiento de talibanes. Era agosto de 2012, se estaban celebrando las olimpíadas de Londres. No las había seguido siquiera. Estaba encendida en el hotel la cadena Al-Jazeera y el presentador hizo un comentario breve sobre Samia, que había participado en Pequín 2008, y explicó que se había ahogado en el mar intentando llegar a Italia. Me quedé muy impresionado y decidí abandonar el proyecto en el que estaba trabajando en ese momento. Aunque la historia era de una somalí, también era muy italiana porque era una persona que estaba intentando llegar a mi país.
Pero conseguiste contactar con su familia y contar su odisea.
Fue la parte más difícil. Primero contacté con una periodista de Al-Jazeera que había conocido a Samia en persona y que conocía también a la hermana, Odan. Le pedí a la periodista que me pusiera en contacto con Odan, que vivía en Helsinki, aunque tardé siete meses en conseguirlo, porque desconfiaba. Lo logré gracias a una mediadora somalí que se comunicaba con ella y que pertenecía a su mismo clan. Llegué a Helsinki y pasé mucho tiempo con ella. La familia de Samia tenía muchas ganas de gritar al mundo la historia de su hermana, de todo lo que le había sucedido, pero no tenían los medios. Tuve la buena suerte que pude contactar con una tía en Alemania y la suerte ya increíble de poder hablar con una chica que había convivido con ella en Trípoli.
El libro hace un doble retrato: la emigración de una joven hacia el miraje europeo y la vida de un país desconocido para nosotros, pero a la vez cercano porque sus habitantes sueñan con llegar al sur de Europa.
La vida de Samia es muy diferente de la mía. Está en un país, que había estado colonizado por Italia durante muchos años. Es una tierra muy pobre y destrozada por la guerra entre clanes, también afectada por el fundamentalismo islámico. Es totalmente distinta a la vida que conocemos nosotros. Pero hay un sueño en estos jóvenes que aparecen en la novela que se desarrolla en nuestro entorno, en Italia y en Grecia principalmente, que son los países de entrada a Europa. Para ellos, Europa no es una tierra lejana, está en su imaginario colectivo, es un sueño. Es el lugar donde todo se puede hacer realidad. He querido explicar esa llegada al país de los sueños en el que luego se sufren muchas decepciones.
A menudo, el sueño europeo se desvanece. ¿Cuál es su mayor decepción?
Las decepciones son muchísimas. Para empezar, desde enero y hasta ahora, en Italia han llegada más de 130.000 personas. Hay una superpoblación. Esta es la primera decepción con la que se encuentran. La segunda es que las instalaciones que les acogen no están preparadas para tanta gente y se ven obligados a vivir en condiciones pésimas en cuanto a higiene. Luego les internan en una especie de cárceles de las que no pueden salir, los centros de identificación y expulsión. Esta realidad no es la que ellos esperaban. Es un problema que tiene Italia, pero es un problema en realidad de toda Europa. Italia tiene que afrontar esta situación con unas leyes que están mal hechas y que intentan cambiar, pero sin ningún apoyo del resto de Europa, que no quiere saber nada.
Las leyes para pedir el asilo político indican que la persona solo puede pedirlo en el primer país al que llega, que en muchos casos es Italia. Hay traficantes de seres humanos que les ayudan a llegar a otros países. Hace poco se han encontrado coches en Alemania y en Suiza llenos de inmigrantes y esto ha creado muchas tensiones.
Esta es una historia de rigurosa actualidad. Tanto en España como en Italia hemos visto como miles de inmigrantes cruzaban las fronteras y morían en las costas de Europa. ¿El periodismo ha abandonado la historia de estas personas para convertirlos solo en cifras?
En un momento de tremenda crisis económica en Europa, es un grave problema la avalancha de una masa de personas buscando un futuro. Esto es lo que representa la inmigración. La prensa, los telediarios, no tienen intención ni capacidad para contar la vida de estas personas, solamente se centran en este problema cuando el número de víctimas resulta espeluznante. La literatura puede hacerlo, puede centrarse en la vida de una sola persona que en cierto modo cuenta la vida de todos a los que les acaba ocurriendo lo mismo.
Samia no consiguió finalizar ese viaje. ¿Con qué te quedas de su historia?
Me quedo con el coraje de esta chica que pone en juego todo lo que ella es para conseguir su sueño. Viene a ser la épica de nuestros días, sería la equivalente a una heroína épica de la antigüedad, alguien que lo arriesga todo con tal de realizarse.