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'Mars del Carib': La ley del pasotismo

Los mares del Caribe no tienen absolutamente nada que ver con Mars del Carib. Los primeros nos llevan a pensar en el polo opuesto del segundo. Puestos a buscar alguna similitud, podríamos decir que el primero nos lo podemos imaginar como un resort de cinco estrellas; el segundo, como un antro de mala muerte. Nada que ver, fuera del ramo de la (presunta) hostelería. Mars del Carib es el santuario de un grupo de borrachos, drogadictos, desestructurados, violentos, conflictivos vecinos de San Andreu que malviven, sobreviven, van tirando, ajenos al mundo de oportunidades, presuntamente civilizado, democrático, ordenado que (se supone) nos protege a toda la sociedad. Blas es el protagonista y narrador de Mars del Carib (Ediciones de 1984), una historia fresca, con un estilo directo e inteligente , que es un pedazo de su vida y, de rebote, de la de sus compañeros de barra.

“Es un bar inventado. No existe”, explica Sergi Pons Codina (Barcelona, 1979) , autor de esta su primera y rompedora novela, una de las recomendaciones más entusiastas, cercanas, frescas y divertidas que podemos hacer para este Sant Jordi. “Es una mezcla de diferentes bares que he conocido. Bares que tenían horarios extraños; algunos no cerraban el fin de semana (todo dependía del humor que el propietario tuviera ese fin de semana), sencillamente cerraba la reja y los clientes se quedaban dentro, y por la mañana volvía a abrir de cara al público”. El bar olía cartón florido, tapas rancias y humanidad... comienza el libro. El Mars del Carib para mí es como el Vaticano para los católicos. A ti lo que te pasa es que pasas demasiado tiempo con gente que ha renegado de las drogas y no puedes tener una visión objetiva del tema , proclama uno de los personajes , dejando claro qué tipo de gente transita por las páginas de libro. Gente que se adscribe a la causa del menfotismo: Los políticos, qué unos! Con sus libertades de mierda.

“Hablamos de antihéroes, en el sentido de que no tienen unas 'cualidades sociales' normales o que se podrían considerar aceptables socialmente”, explica el autor. Podríamos decir que están, incluso, al margen de la crisis? “No lo sé. En cierto sentido sí, porque el libro explica cosas que pasaron, más o menos, hace unos 15 o 18 años. Siendo unos personajes inadaptados, está claro que aunque vivieran en una época de prosperidad económica a ellos eso no les afectaría porque encontrarían la manera de boicotear cualquier opción de prosperar. A ellos no les interesa eso, lo que quieren es privar y drogarse. O sea que diría que no, no les afecta la crisis”. La moderación es el refugio de los cobardes ! Es como conducir con el freno de mano puesto. Como te puedes drogar con medida ? ¿Qué sentido tiene?, Razona Nil Facundo , uno de los héroes del Mars. Me ha costado un huevo llegar hasta donde he llegado en el mundo del vicio y estoy bastante orgulloso , es otra declaración de intenciones de uno de los habituales del Mars del Carib. El vicio marcaba el camino. Una dieta rica en alcohol y drogas, amigos perturbados y no creer ni en nada ni en nadie. Básicamente, esta era la filosofía, resumen Blas, de la situación.

Mensajes inevitables

La imaginación juega mucho en la ubicación de los lugares y los personajes de esta novela, pero siempre anclada en la realidad: “El Negro [el propietario del bar] tampoco existe, pero al igual que el Mars del Carib, está inspirado en tres dueños de bar que conocí . Es una mezcla de los tres y de invenciones mías. Los tres se murieron de infartos, antes de los 50 años”. Pons admite que echa mucho de intuición, de lo que conoce y ha vivido. Hay mucho de todo esto en las vivencias de Blas... Una bajada en el Raval que acabará mal; una tarde en el campo del Sant Andreu que acabará en la cárcel; la incursión por trabajos diversos y, todas, injustas y explotadoras como en una cadena de montajes o en una inmobiliaria especuladora y cruel que acabará con una rebelión; o un paseo surrealista por Montserrat, que acabará...

Pons dice que no ha querido hacer una obra con mensaje. “Al menos a priori. Mientras estaba escribiendo el libro no tenía esa idea en la cabeza. Más bien al contrario; No me gustan las novelas que te quieren vender la moto. Sí que es verdad”, reconoce,“que hay cosas que salen, que afloran de crítica social. Pero esto es inevitable. Yo no lo pude evitar. Salen, porque tienen que salir. Porque es mi punto de vista, mi parcialidad , van bien en la historia y me funcionan para explicarlo todo en conjunto... Pero en principio no tenía ninguna idea de hacer un libro con mensaje”.

Preferentes del ladrillo

Total, que de mensajes , encontramos, ya buen suculentos. En un momento dado, Blas encontrará un trabajo de aquellas que podríamos denominar como decentes. Nada que ver con las doce horas diarias en una cadena de montaje. Un trabajo repetitivo y monótono que te podía robar el alma más deprisa de lo que tarda en decir “Ahora me enculer”. Pero... el problema era que la mayoría de los trabajos eran un versión moderna de la esclavitud. Las diatribas con el trabajo amargan este dulce irresponsable, esta cabra loca que, a veces, influenciado por una especie de novia, parece que pueda dejar la mala vida... El trabajo en cuestión es la empresa Intertotxo (y toma ya!) y lleva en Blas por las calles de Buen Pastor a engañar a gente que no tiene un duro en comprar un piso fabuloso que no necesita ni nunca podría llegar a pagar. Nos suena? Además de un banquero sí le suena, sí ... Es el milagro de los panes y los ladrillos, la época en que la especulación inmobiliaria se había convertido en el deporte nacional. Así queda todo claro .

Siempre podría quedar la posibilitar de huir. Pero tampoco esta parece bastante decente: No te puedes desentenderse del bien común. Tu también eres responsable de que, en las escuelas públicas inyecten mierda en la cabeza de los niños, o que los abuelos revienten de viejos en un hospital patrocinado por la Seguridad Social. El sistema te necesita, no puede permitir que alejes de él . Alguien tiene que seguir haciendo girar la rueda. Si vives en sociedad , es lo que hay , otra cosa sería si fueras a vivir en un árbol en el Pirineo y, aún así, es probable que acabara viniendo alguien a hacerte pagar unos impuestos oa pedirte si tienes el permiso para dormir.

Una ciudad falsa

Con este panorama, gente a la que, cuando oye hablar a alguien de proyectos de futuro , le viene a la cabeza una persona seria y escondida, sin saber porque, no puede encajar en una Barcelona de diseño, de postal, de mentira, en definitiva. Una Barcelona falsa que Pons Codina nos plasma en el Raval y en el famoso proyecto de revitalización que se hizo del Centro Histórico: un pretexto para transformar urbanísticamente el barrio y cargarse unas personas que estorbaban porque eran pobres, feos y estaban a la vista de los turista.

No extraña a nadie que estos tipos, inconformistas pero 'enfotistes', acaben llamando a la desobediencia civil: No seguiremos aquí con los brazos cruzados mientras tú sigues pisando nuestros derechos, se rebelan cuando en un ataque de legalidad, El Negro decide que no se puede fumar en su antro.

Los mares del Caribe no tienen absolutamente nada que ver con Mars del Carib. Los primeros nos llevan a pensar en el polo opuesto del segundo. Puestos a buscar alguna similitud, podríamos decir que el primero nos lo podemos imaginar como un resort de cinco estrellas; el segundo, como un antro de mala muerte. Nada que ver, fuera del ramo de la (presunta) hostelería. Mars del Carib es el santuario de un grupo de borrachos, drogadictos, desestructurados, violentos, conflictivos vecinos de San Andreu que malviven, sobreviven, van tirando, ajenos al mundo de oportunidades, presuntamente civilizado, democrático, ordenado que (se supone) nos protege a toda la sociedad. Blas es el protagonista y narrador de Mars del Carib (Ediciones de 1984), una historia fresca, con un estilo directo e inteligente , que es un pedazo de su vida y, de rebote, de la de sus compañeros de barra.

“Es un bar inventado. No existe”, explica Sergi Pons Codina (Barcelona, 1979) , autor de esta su primera y rompedora novela, una de las recomendaciones más entusiastas, cercanas, frescas y divertidas que podemos hacer para este Sant Jordi. “Es una mezcla de diferentes bares que he conocido. Bares que tenían horarios extraños; algunos no cerraban el fin de semana (todo dependía del humor que el propietario tuviera ese fin de semana), sencillamente cerraba la reja y los clientes se quedaban dentro, y por la mañana volvía a abrir de cara al público”. El bar olía cartón florido, tapas rancias y humanidad... comienza el libro. El Mars del Carib para mí es como el Vaticano para los católicos. A ti lo que te pasa es que pasas demasiado tiempo con gente que ha renegado de las drogas y no puedes tener una visión objetiva del tema , proclama uno de los personajes , dejando claro qué tipo de gente transita por las páginas de libro. Gente que se adscribe a la causa del menfotismo: Los políticos, qué unos! Con sus libertades de mierda.