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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Rafael Álvarez: “No estamos ante un cambio de paradigma político, sino de recambio generacional y de estilo superficial”

Comenzaste con teatro independiente y has terminado haciendo teatro muy clásico

Tengo una forma de leer a los clásicos y una manera especial de mostrarlos. Es un género propio fruto de dos cosas: los años de investigación y estudio y, por otro lado, una coincidencia misteriosa y maravillosa. Todos mis títulos tienen conexión unos con otros como si algo me hubiera conducido. Tienen conexión con la filosofía perenne de Aldous Huxley, según la cual todas las corrientes filosóficas del mundo a lo largo de la historia dicen lo mismo bajo aspectos culturales distintos, con una apariencia de representación, lenguaje o puesta de escena diferente. Siempre es la misma filosofía, la que vale para todos los tiempos y para todos los países y culturas. Todos mis textos tienen que ver con la literatura perenne, aquella que es siempre recurrente: es siempre la misma pero al mismo tiempo siempre es renovada. Puedes seguir el rastro, hay que entrar en los caminos secretos, saber los motivos para entenderlos y ver que pasa en el trasfondo.

Y hablando de cosas perennes, tenemos El Lazarillo de Tormes... ¿cuántos años llevas interpretándolo?El Lazarillo de Tormes

Veinticinco y no lo abandono, es el perenne de los perennes. Es el centro al que llegué de una manera casual, providencial. Me propusieron este texto y espectáculo y me dejé seducir, era una versión de Fernando Fernán Gómez.

25 años de la misma obra dan panorámica para ver cómo ha cambiado el público

Ha cambiado muchísimo. Realicé una función para escolares de 15 años y me extraño mucho que no supieran quién era Zurbarán pero sí El Pequeño Nicolás. Es increíble, es para pensar qué es lo que está sucediendo, cómo se están moviendo los hilos para que este cambio en la cultura se esté produciendo de manera que la gente se está desculturizando progresiva y alarmantemente. Es la respuesta de la gente a los tópicos y a los eslóganes que se manejan desde el poder y desde los medios de comunicación de masas. No hay capacidad reactiva autónoma sino capacidades reactivas grupales, hay masas y, en algunos casos, borregos. Ves que hay gente que llama a otro facha sin saber lo que es, como si facha fuera todo aquel que no piensa como él.

¿Esto está afectando también a la creación y a los actores?

Sí, lo noto en el público, que es el que tiene menos reflejos, menos cultura y, por lo tanto, menos capacidad de entender los clásicos. Hay una reducción bastante alarmante de su sensibilidad cultural. Y como todo es recíproco, la creación teatral está en función de cómo está el patio: no puedes desligarte del ambiente, hay una recíproca influencia. Las nuevas vanguardias y el teatro joven son cutres, poco poéticos, imitativos, muy miméticos de tics y cosas que no proceden de la cultura teatral antigua, europea, tradicional. No están imbuidos de una formación sino de los medios de comunicación, los tics de la comedia televisiva, de los de los tertulianos de los magazines, de la gente que hace humor alrededor de una mesa diciendo cosas. El teatro se ha permeado de ese estilo, esos motivos y atmósfera.

Entonces, ¿podemos hablar de teatro en tiempos de crisis?

No, hay una mutación y dentro de esta mutación hay alguna cosa maravillosa que siempre surge. Antes había más gente con sensibilidad y ahora hay menos gente que tiene sensibilidad, pero los pocos que la tienen la tienen acojonantemente. Son las élites, es la minoría silenciosa de la que hablaba un poeta. Hay una serie de personas que te dicen unas cosas que te quedas alucinado o ves cómo son de receptivos, cómo conectan. Antes había muchos con menos calidad, hoy hay menos pero con mucha. Los que no la tienen son directamente el ganado y los que la poseen son los que están tirando adelante proyectos nuevos, solidarios... Es la gente que va a dar un realmente cambio. Es un tipo de juventud que está comprometida consigo misma, que tiene una madurez inusual, que afrontan retos acojonantes.

Estamos asistiendo a un cambio de partidos políticos, ¿cuál es tu lectura de este proceso?

No estamos asistiendo a un cambio de paradigma político, sino a un recambio generacional y de estilo superficial de la política. No es un cambio profundo, un cambio de paradigma significaría que los políticos tuvieran otra forma de dirigirse a los electores y ciudadanos, otro lenguaje. En eso no se ha cambiado mucho, escucho los discursos de Podemos y de Ciudadanos y siguen tratando a la gente como tontos, sólo que tontos cabreados. La gente no es tonta, pero el lenguaje es como de tontos, como el lenguaje de los políticos clásicos del poder. Es bochornoso.

Te hemos oído decir que la risa debe tener un propósito, ¿en qué sentido?

En el arte sí, en tu casa tomando una caña con tus amigos no, ahí puedes decir una burrada, sino seríamos muy dogmáticos. En el arte ha de estar en función de una energía que va encaminada a la consecución de un resultado estético. El arte es un lenguaje que va dirigido a la razón pero también a la sensibilidad y a capas más profundas de la mente humana. Capas que son más profundas en teoría que aquellas con las que lees el periódico o ves la televisión. Por eso La metamorfosis de Kafka es lo que es, viene del inconsciente y va a lo más profundo del inconsciente pasando por muchas capas de la consciencia.

Con Mujeres de Shakespeare interpretas mujeres admiradas de alguna manera... Mujeres de Shakespeare

Hablo de esas heroínas de las comedias del dramaturgo inglés que son divertidas, guapas, maravillosas, inteligentes, tienen un manejo emocional que les dan a sus galanes sopas con honda. El espectáculo está basado en un estudio de Bloom sobre estos personajes de Shakespeare y lo hace de tal forma que me planteé meterme en el comentario y las ironías del crítico aplicadas a las mujeres del dramaturgo, como por ejemplo el tema del feminismo en La fierecilla domada.

¿Si Shakespeare pudiera hacer una tragedia de la España de hoy en día quién serian sus personajes?

Él tenía un gran instinto para manejar personajes con influencias cortesanas, los reyes, los príncipes, sus intrigas... Pablo Iglesias de Podemos ha regalado Juego de Tronos al Rey, como para decirle que se empape de lo malos que son los reyes y lo absurdo que es él. Pero es que los reyes de ahora no son los reyes de la Edad Media, son figuras decorativas que no te los imaginas conspirando con el móvil. Los reyes de ahora son los políticos. Los que se pelean en la serie y se matan los unos a los otros son los políticos: es el de Podemos con el del PP, el del PP con el del PSOE... Debe ser Iglesisas el que se vuelva a ver Juego de Tronos para sacarle otra lectura.

Te lo habrán preguntado mil veces, recuérdanos porqué te llaman El Brujo

Es el mote que me puso un amiguete en la universidad. Lo incorporé y decidí continuarlo en mi cartel como actor a la manera de los toreros o los cantaores de flamenco, que era lo que en aquella época me hubiera gustado ser. El flamenco es muy complicado aunque parezca que es sólo dar gritos y yo tenía una oreja frente la otra, desafinaba mucho.

Comenzaste con teatro independiente y has terminado haciendo teatro muy clásico

Tengo una forma de leer a los clásicos y una manera especial de mostrarlos. Es un género propio fruto de dos cosas: los años de investigación y estudio y, por otro lado, una coincidencia misteriosa y maravillosa. Todos mis títulos tienen conexión unos con otros como si algo me hubiera conducido. Tienen conexión con la filosofía perenne de Aldous Huxley, según la cual todas las corrientes filosóficas del mundo a lo largo de la historia dicen lo mismo bajo aspectos culturales distintos, con una apariencia de representación, lenguaje o puesta de escena diferente. Siempre es la misma filosofía, la que vale para todos los tiempos y para todos los países y culturas. Todos mis textos tienen que ver con la literatura perenne, aquella que es siempre recurrente: es siempre la misma pero al mismo tiempo siempre es renovada. Puedes seguir el rastro, hay que entrar en los caminos secretos, saber los motivos para entenderlos y ver que pasa en el trasfondo.