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Los estragos de la crisis: la precariedad laboral, el paro prolongado y el efecto en la salud

La angustia, preguntarse 'qué me espera mañana' o 'qué pasará con mis hijos', sentir tristeza o decepción son los malestares más habituales en las personas que se encuentran en paro durante un período de tiempo largo. “En muchos casos también hay un sentimiento de culpa muy fuerte, una culpa inducida desde posiciones políticas del PP, de por ejemplo hacerte sentir culpable de haberte hipotecado comprando una casa que ahora no puedes pagar”, explica a este diario el doctor Josep Moya, Responsable del Àrea Sociocomunitària de l'Observatori de Salut Mental Comunitària de Catalunya (OSAMCAT). Además, comenta, mucha gente opta por la invisibilidad social, es decir, por no salir de casa y evitar así encontrarse con gente.

Maria, que ronda la cuarentena, tenía un trastorno de personalidad límite cuando comenzó a recibir asistencia psicológica de Càritas Diocesana de Barcelona. Al llegar la crisis pero, fue perdiendo las diversas tareas que tenía como asistente doméstica y el hecho de estar inactiva y sin prestación de desempleo la llevó a una depresión, a dejar la medicación y a terminar separándose de su pareja. Al descompensarse, Maria, nombre ficticio, dejó de ir al psiquiatra. “Afortunadamente ella confiaba en nosotros y se dejó volver a tratar”, explica Carme Manich, psicóloga de la entidad.

Manich puntualiza que cuando falla el trabajo “no sólo se pierde calidad de vida sino que también se pierden aspectos como la seguridad o la autoestima y aparece un sentimiento de inadecuación e inutilidad”. Según los datos, la mitad de los parados en España son de larga duración y dos millones de hogares tienen todos los miembros de la familia en paro.

La falta de trabajo, sin embargo, no es la única consecuencia de la crisis que afecta a la salud. La precariedad laboral también. “Vemos en muchos estudios que cuanto más precarias son las condiciones de una persona peor es su salud”, explica Joan Benach, director del Grup d'Investigació de Desigualtats en Salut (GREDS) de la UPF. Según su análisis, el grupo más afectado es el de mujeres obreras inmigrantes jóvenes, donde los niveles de precariedad se sitúan alrededor del 90%. “Si la precariedad es un drama, la informalidad [trabajar sin contrato] es casi siempre aún peor”, puntualiza Benach.

Como apunta el Observatori de la Vulnerabilitat de la Creu Roja de 2014, los colectivos más vulnerables no sólo tienen una peor percepción de su salud, sino que también, tal y como constatan diferentes indicadores, tienen un mayor porcentaje de enfermedades crónicas, discapacidad, dependencia o dificultades de movilidad. Y una parte importante de estas personas atribuyen a su situación económica y laboral actual la causa directa de su enfermedad, a nivel físico pero especialmente emocional. El estado de ánimo predominante entre las personas encuestadas es la tristeza o el cansancio para afrontar el día a día. Un 20% manifiesta que a veces o siempre piensa que no vale la pena vivir.

Un documento señala que el estrés crónico puede producir graves problemas de salud como la depresión, engancharse a drogas, padecer enfermedades cardiovasculares, morir prematuramente o suicidarse. Además, cuando se trata de parados que no tienen subsidio los problemas de salud mental se multiplican por tres en profesionales y por siete en trabajadores manuales. Según el Observatori del Sistema de Salut de Catalunya, las tasas de hospitalización por intento de suicidio han aumentado en Catalunya en el periodo 2005-2012, tanto en hombres (16,9 a 17,9) como en mujeres (22,2 a 26,7). Respecto a este último punto, el doctor Moya matiza que “aunque la fiabilidad de los datos es relativa -porque muchos suicidios no se declaran como tal- sí se puede relacionar el aumento con la crisis económica”.

Según él, más que observarse un aumento de los trastornos mentales lo que se observa es un aumento de malestares emocionales, que no necesariamente son enfermedades mentales. “Una persona puede estar hundida pero si recibe una oferta de trabajo recupera la sonrisa y las ganas rápidamente, recupera la dignidad dañada”, dice.

Desde Càritas Diocesana de Barcelona ofrecen diversos servicios asistenciales, y uno de ellos es la atención psicológica. Desde la entidad aseguran que en los últimos años se han encontrado con más casos de gente autóctona pero que a nivel psicológico siguen llegando más inmigrantes.

Según relata el doctor Moya a este diario, el OSAMCAT diseñó un programa para personas con paro prolongado y en el grupo de dinamización creado como parte de este programa era perfiles muy heterogéneos en cuanto a profesiones y nivel educativo: “Desde gente con un nivel muy alto de estudios hasta personas del norte de África que apenas podían leer. Nadie está preservado ni a cubierto de esta crisis. ”

“Los últimos años nos estamos encontrando con la demanda de personas que se encuentran en una situación psicológica muy frágil debido a la falta de trabajo. La diferencia a menudo es que la gente autóctona tiene una red social y familiar donde apoyarse y los migrantes no ”, matiza Carme Manich.

Este es el caso del Khaleb. El joven bengalí llegó a España antes de que estallara la crisis. Tuvo varios trabajos en el sector de la restauración. Ganaba dinero suficiente de la economía sumergida, que le permitían enviar dinero a la familia, que era en Bangladesh. Cuando llegó la crisis pero perdió su trabajo y poco después, cuando ya no podía pagarse el alquiler, se encontró durmiendo en la calle. Además, se encontraba en situación irregular y estaba solo, lejos de la familia. Después de tres años sin encontrar trabajo, Khaleb, seudónimo, cayó en una depresión profunda que le llevó a intentar suicidarse.

A diferencia de Khaleb, Albert Martínez tuvo el apoyo de su mujer y sus hijos. Hace cerca de cinco años (ahora Albert tiene 51) una de las empresas de las que era socio hizo suspensión de pagos a raíz de la crisis y la otra fue absorbida por una empresa más grande que, a su vez, también fue absorbida por otra al cabo de un tiempo. Inicialmente hacer frente a la situación de impago pero con los meses comenzó lo que él llama una “carrera de supervivencia”. “Lo perdí todo excepto mi familia, perdí la casa y el coche”, explica a Catalunya Plural. En su caso no requirió asistencia psicológica pero sí admite que estaba a disgusto con todo: “Cada día te levantas pensando dónde ir y cómo comer, no te importa trabajar fuera de la ley”. Aunque su mujer tenía trabajo no tenían dinero suficiente para mantener el mismo nivel de vida y, como relata, incluso llegó a trabajar por una persona a cambio de que la familia pudiera estar temporalmente en una vivienda. “Hemos vivido momentos muy críticos, como no tener dinero para comprar comida al día siguiente”, asegura. Ahora Albert, que prefiere no mirar atrás, realiza trabajos puntuales sin contrato que le permiten sobrevivir. “Te encuentras en situaciones que nunca te habrías imaginado, yo me he convertido en un ilegal forzoso”, asegura refiriéndose al mercado de la economía sumergida.

Un mercado laboral marcado por la temporalidad, la inseguridad y el “presentismo”

Preguntado por si podemos saber cuál es el nivel real de precariedad laboral en España y en Catalunya, el director del GREDS lamenta que no se tienen números que permitan tener un indicador adecuado y de forma rutinaria de la precariedad. Pero los estudios parciales que se tienen muestran que la precariedad laboral de los asalariados en Catalunya es del 43%. Lo que sí es más sencillo es analizar factores de riesgo tales como la inseguridad o la temporalidad. “La persona insegura, que no se encuentra seguro en el lugar de trabajo o que tiene miedo a ser despedida, por ejemplo, tiene una serie de problemas de salud”, explica. Según datos del INE, en el mes de Mayo pasado España registró un total de 1.573.293 de contratos, de los que 1.448.688 eran temporales.

Además, este miedo o la pérdida de poder de los trabajadores favorecen el “presentismo laboral”, ir a trabajar aunque estés enfermo, añade Joan Benach. Según la V Encuesta Europea de Condiciones de Trabajo de 2010, el 40,7% de los trabajadores de la UE-15 admitió haber trabajado estando enfermo en los últimos 12 meses. También un estudio muestra cómo seis de cada diez trabajadores de los cuales alargan la jornada laboral lo hacen por miedo a ser despedidos mientras que un 24% se queda en su lugar de trabajo por falta de personal.

En cuanto a la temporalidad, el investigador comenta que por ejemplo hasta el año 98 en España no se analiza cuál es el porcentaje de contratos temporales que hay en el mercado laboral. Con todo, Benach alerta de que es erróneo pensar que sólo buena parte de los contratos temporales o del trabajo a tiempo parcial involuntarios son precarios. “Se está produciendo un debilitamiento progresivo de la fuerza de trabajo, una precarización en todos los niveles, sobre todo desde la reforma laboral. El 80% de los temporales son precarios, por ejemplo, pero 40% de los establos también”, aclara. Ya que fue precario significa ser un trabajador vulnerable, con miedo, con menos derechos y menos poder para ejercer los que se tienen.

“Los que encuentran trabajo son tareas tan precarias que ayudan puntualmente pero también generan mucha inseguridad: los contratos temporales o incluso contratos de un día. Esto genera un estrés muy importante ”, comenta Manich.

Desde el 2007 hasta el 2014, España ha pasado de tener 1,7 millones de parados a tener 6, afectando sobre todo a los jóvenes, los inmigrantes y las clases sociales pobres con menos educación.

“El efecto de no tener una actividad productiva es el empobrecimiento de la persona a todos los niveles y eso es difícil de recuperar. Y la situación de vulneración y angustia perjudica también el entorno, la pareja y los hijos ”, explica Manich. En Khaleb recibe ahora la ayuda de Cáritas para rehacer su vida. “La estamos ayudando a recuperar el deseo de vivir”, explica la psicóloga.

La angustia, preguntarse 'qué me espera mañana' o 'qué pasará con mis hijos', sentir tristeza o decepción son los malestares más habituales en las personas que se encuentran en paro durante un período de tiempo largo. “En muchos casos también hay un sentimiento de culpa muy fuerte, una culpa inducida desde posiciones políticas del PP, de por ejemplo hacerte sentir culpable de haberte hipotecado comprando una casa que ahora no puedes pagar”, explica a este diario el doctor Josep Moya, Responsable del Àrea Sociocomunitària de l'Observatori de Salut Mental Comunitària de Catalunya (OSAMCAT). Además, comenta, mucha gente opta por la invisibilidad social, es decir, por no salir de casa y evitar así encontrarse con gente.

Maria, que ronda la cuarentena, tenía un trastorno de personalidad límite cuando comenzó a recibir asistencia psicológica de Càritas Diocesana de Barcelona. Al llegar la crisis pero, fue perdiendo las diversas tareas que tenía como asistente doméstica y el hecho de estar inactiva y sin prestación de desempleo la llevó a una depresión, a dejar la medicación y a terminar separándose de su pareja. Al descompensarse, Maria, nombre ficticio, dejó de ir al psiquiatra. “Afortunadamente ella confiaba en nosotros y se dejó volver a tratar”, explica Carme Manich, psicóloga de la entidad.